TIRANÍAS FUERTES, DEMOCRACIAS DÉBILES
No es nueva la idea de que las democracias se encuentran en inferioridad de condiciones para enfrentarse a una tiranía. En la República romana se elegía un ‘dictator’ en momentos de emergencia militar. Siglos antes, una unión de treinta polis griegas se enfrentaron a un ejército enorme liderado por el rey Jerjes. Frente a la unidad de mando y sumisión reverencial al rey persa, el general ateniense Temístocles, para organizar la defensa, se veía obligado a hacer concesiones a sus aliados, negociar con los demás generales y convencer con su oratoria a la asamblea ateniense. Y sin embargo, tras el heroísmo de las Termópilas y el éxito táctico de Salamina, Jerjes vuelve, derrotado, a la lejanísima Persia. Mucho más recientemente los aliados, con las democracias británica y estadounidense a la cabeza, derrotaron a los caudillos totalitarios alemán e italiano y a la teocracia militarista japonesa. Recordemos, además, la inestable situación política de la Inglaterra que toma la decisión de no rendirse a Hitler. Quizás las democracias no sean tan débiles.
Se dice que la dependencia de la opinión pública impide la toma de decisiones difíciles. Pero el argumento es reversible: la democracia será tan fuerte como lo sean sus ciudadanos. Los atenienses aceptaron abandonar Atenas al saqueo persa para defender su libertad con su flota. Por eso la situación actual nos interpela a todos. Evidentemente son los expertos los que tienen que decidir qué sanciones perjudican más a la capacidad militar rusa y a sus dirigentes. Pero los ciudadanos debemos estar dispuestos a aceptar sacrificios para que el imperialismo y la ley del más fuerte no se apoderen de nuevo de Europa.
Tampoco es cierto que la necesidad de consenso y deliberación sea siempre una debilidad, pues es lo que permite formar alianzas amplias. Una de las razones por la que los países del Este prefieren la OTAN a una alianza con Rusia es que esta impone su voluntad unilateralmente. Finalmente, se olvida que las democracias no consisten solo en la elección de los gobernantes, sino en el respeto al Estado de derecho, es decir en la sumisión de todos, incluido el poder, a la Constitución y a las leyes. Esto puede suponer cierta lentitud en los procesos, pero también una certeza en los desenlaces, frente a la inseguridad del arbitrio del tirano. Tiene además una consecuencia muy concreta en la dramática situación actual: la aplicación del pacto defensivo de la OTAN. Debe quedar claro para Rusia que cualquier ataque a un miembro del pacto da lugar a la intervención de todos los demás, y es necesario realizar los preparativos militares que esto requiera.
Es tiempo de que los ciudadanos seamos valientes, los gobernantes dialogantes, competentes y firmes y que quede claro que cumpliremos las leyes que nos hemos dado y los pactos que hemos firmado.