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Error de la UE con Rusia; por Araceli Mangas Martín, Académica de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la UCM

24/01/2022
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El día 24 de enero de 2022 se ha publicado en el diario El Mundo, un artículo de Araceli Mangas Martín en el cual la autora explica la equivocación de Europa desde hace décadas que le ha llevado a no saber acercarse a Moscú como un importante aliado y se muestra crítica con el seguidismo sin estrategia a EEUU.

ERROR DE LA UE CON RUSIA

Ningún conflicto internacional nuevo ha comenzado con la covid; al contrario, se han agravado los existentes. El interregnum que se abrió en 1989 muestra en plena pandemia la nueva multipolaridad con China como hiperpotencia renacida después de varios siglos de postración y con atrevidas potencias como Rusia o Turquía. En el escenario geopolítico hoy las viejas potencias (China, Rusia, Turquía) alimentan peligrosas ambiciones expansionistas de vuelta a su pasado imperial demostrando su influencia y el control de espacios (Mar del Sur de China o el Mediterráneo, aparte de sus lazos con varios continentes).

La Unión Europea no supo buscar a Moscú para fortalecerse con un gran Estado amigo en la vecindad con el que compartimos historia, cultura y religión. Entre 1991 y 2008, incluidos los dos primeros gobiernos de Putin (1999-2008), Rusia era una Estado en transición y fiable que participaba con beneplácito de la gobernanza de intereses comunes.

El Kremlin digirió la integración de 12 antiguos Estados comunistas -algunos compartiendo fronteras- en la UE y en la OTAN. Y las dos organizaciones, en vez de ayudarle a mejorar su incipiente democracia en pago a su tolerancia, le fueron aislando y castigando por su pasado comunista.

Rusia constató en febrero de 2008 que la UE y EEUU podían invadir Estados violando el Derecho internacional (la actual Serbia en 1999) y, una vez democratizada Serbia (desde 2001), romper años después su integridad territorial creando un Estado fantasma (Kosovo, febrero 2008), por la fuerza. Ahí empezó todo.

Putin se sintió engañado y calcó al imperio del bien invadiendo parte de Georgia en el verano de 2008; y tomó conciencia del engaño de la UE y la OTAN al atraer al seno comunitario y atlántico a sus vecinos cuando la torpe Alta Representante de la UE para la Política Exterior Catherine Ashton fue a negociar un acuerdo de asociación a Ucrania y se trajo una guerra civil. Putin respondió con la vuelta de Crimea al mapa ruso, donde siempre estuvo. En una noche de borrachera, el dirigente soviético Nikita Kruschev regaló en 1954 Crimea a Ucrania (entonces, rebus sic stantibus, su aliada y antiguo territorio zarista).

Rusia tomó conciencia de la doble vara de medir de los occidentales, por no hablar del apoyo a Marruecos e Israel -invasores del Sáhara y Palestina- sin que al agresor le suceda nada. Entre 2008 y 2014, se perdió una posible Rusia europea y cooperativa.

La actual UE y EEUU sostuvieron desde 1945 el principio de la intangibilidad de las fronteras establecidas en Europa. La invasión rusa de Ucrania en 2014 fue tratada con distinta vara de medir sin comprender su contexto histórico y social. La recuperación rusa de su región natural y estratégica de Crimea (la salida de su flota al Mediterráneo) fue sancionada de forma desproporcionada, con respuestas rusas paralelas al comercio occidental y una cada vez mayor radicalización de Moscú hasta llevar a cabo acciones criminales a opositores y ataques cibernéticos (elecciones en EEUU, proceso catalán, etcétera). Frente a las sanciones a Rusia por romper la integridad de Ucrania, la mencionada agresión de la OTAN y la UE en Yugoslavia quedó impune (como las ocurridas en el Sáhara y Palestina).

Los prejuicios occidentales por la etapa comunista han impedido atraer a Rusia hacia una democracia imperfecta y a un partenariado previsible y le facilitaron a acaudillar a varios Estados canalla del mundo (Venezuela, Nicaragua, Cuba, Siria, Irán).

Como ya analicé en 2014 (en el Instituto Elcano), frente a las sanciones comerciales que le impuso la UE, Rusia se buscó mercados alternativos a las materias primas embargadas por Bruselas; le lanzamos a los brazos de su vecino chino. Con esa jugada, contraria a los intereses de la UE, le facilitamos a Pekín el acceso a materias primas rusas y le dimos al Kremlin la oportunidad de industrializar China ocupando espacios frente a las empresas de la UE. La torpeza occidental obligó a Rusia, que podía haber sido nuestro asociado en la rivalidad EEUU-China, a alinearse directamente en la bipolaridad y hacer negocios masivos con el gigante asiático en vez de reforzar el flanco de Europa como actor diferenciado. La Unión pagará un alto precio por despreciar y empujar a Moscú por un camino que solo nos debilita y fortalece a China.

Frente a la consigna de EEUU, seguida por los centros de pensamiento europeos, de despreciar a Rusia como potencia regional o intermedia, Rusia y Turquía han demostrado en el último decenio en conflictos varios (Libia, Nagorno-Karabaj, Siria, Irán y Afganistán) que tienen más capacidad para influir y ser determinantes que la UE o EEUU en esas crisis. Es claro que China y Rusia ganan tracción en Asia y Oriente Próximo, y China, además, en África y parte de Latinoamérica. Con el único argumento de su fuerza militar, EEUU ha demostrado que ya no tiene capacidad de liderazgo global.

Se ha hecho cada vez más complicado restablecer puentes con Rusia pero debería ser un reto prioritario y evolutivo hasta volver a aproximarla al mundo occidental europeo con el que estuvo unida durante siglos. A los grupos de presión fanatizados les gusta hablar de la Rusia de Putin como la Rusia soviética o comunista. En todo caso, es la Rusia de los zares, la de siempre, y debe volver a ser la que estuvo en y con Europa en nuestra historia común hasta 1917. El tiempo ha demostrado que Polonia y Hungría y algunos miembros más en la UE son tan autoritarios y refractarios al Estado de Derecho como Putin. Los enemigos de la UE están dentro. Y Rusia no es peor que esas autocracias de la UE.

La dependencia energética y el importante comercio con Rusia debe ser un punto de apoyo y puente para volver a las relaciones de finales del siglo XX y principios del XXI y embridar a Rusia. Tanto el presidente francés, Emmanuel Macron, como el nuevo Gobierno alemán de Olaf Scholz y el italiano de Draghi son partidarios de rebajar la tensión y aproximar posiciones con Rusia. Estos líderes de la UE son los que deben hablar con Moscú y no EEUU. España debería tener esa misma posición para proteger importantes intereses económicos nacionales y cortar el apoyo al independentismo catalán. La normalización de relaciones con Rusia suavizaría o rompería su cordón umbilical de caudillaje de Estados francotiradores refractarios al Derecho internacional y a los derechos humanos. La vocación de la UE como tercera gran potencia del mundo multipolar se resiente al abandonar sus intereses en favor de EEUU y a Rusia a su suerte, a pesar de albergar una sociedad de tradiciones culturales y religiosas afines.

Es claro que, ahora, la amenaza belicista sólo procede de Rusia. El socio populista del Gobierno español -el partido de extrema izquierda Podemos- distorsiona la realidad, pues quien ha movilizado cientos de miles de tropas en la frontera ucraniana es Rusia y no la OTAN. Además, en caso de guerra, la Alianza Atlántica se rompería ya que Turquía es un aliado ruso ambicioso involucrado en todos los charcos o conflictos de Asia central, Oriente medio, norte de África, Mediterráneo y Golfo Pérsico, incluido su enfrentamiento a Grecia. Y si Trump volviera a ganar en 2024, es probable que certificara la defunción de la OTAN.

Las declaraciones de Biden apuntan a que a Rusia se le aplique una política de hechos consumados o principio de efectividad a lo ya conseguido en Crimea y Donetsk; la misma que a Kosovo, Sáhara y Palestina. Ni la UE ni EEUU parecen dispuestas a responder militarmente. Solo hablan de un tsunami de sanciones a Rusia. Ésta ha olido el miedo a su potencia militar y determinación. La guerra no le conviene a Biden ni a unos EEUU divididos. La UE, aunque quisiera respuesta militar -que no la quiere-, tampoco puede. Los Veintisiete están fracasando en la defensa de los espacios donde se juegan sus intereses más inmediatos pues ni ha conseguido estar en las conversaciones entre Rusia y EEUU.

La UE debe asumir su potencia impidiendo que potencias menores -Rusia y Turquía- sin valores y más agresivas ocupen su espacio y que EEUU ejerza su tutela sobre el club comunitario según sus intereses.

Comentarios - 2 Escribir comentario

#2

Magnifico articulo de la Profesora y Doctora ARACELI MANGAS MARTIN.

Escrito el 26/01/2022 19:31:22 por d92mojaj Responder Es ofensivo Me gusta (0)

#1

Un análisis sensato.
La servil dependencia de la UE ante los EEUU, con el truco de una OTAN que controla las decisiones militares, es decir de las políticas, ha impedido lo que fuera el correcto camino a seguir por una UE independiente que seguimos sin ser dentro de nuestra complejidad
No se produjo el apoyo a una Rusia que quería dejar ser comunista, tanto como los países del este de la UE.
Su realidad y sentimiento europeos fueron ignorados por la UE.
Hubiera producido muchos mejores resultados que seguir siendo el chico de los recados de los EEUU.
Estos hacen siempre lo que a ellos les interesa, Palestina y Sahara y le trae sin cuidado que ello perjudique a la UE.
Nos hubiera permitido ser el elemento intermediario entre ambos en vez de habernos alineado, fruto de la alienación capitalista, con los EEUU. ¿Cabe esperar algo de unos EEUU que siguen apoyando a Trump? Indiscutiblemente Putin es una persona mucho más digna de aprecio.

Escrito el 24/01/2022 17:36:58 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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