VARAPALO A LA IMAGEN FIEL DE LAS CUENTAS
Las noticias publicadas acerca de la sentencia del caso Bankia nos llevan a reflexionar sobre uno de los episodios más lamentables ocurridos en nuestra historia económica reciente, nada más y nada menos, que la captación de 3.000 millones de euros, principalmente, entre pequeños ahorradores minoristas a propósito de la salida a Bolsa de la entidad financiera. La sentencia ha supuesto una primera respuesta judicial, de la que se deslizan reflexiones ciertamente alarmantes para la seguridad de los mercados minoristas: la difusa responsabilidad de que las cuentas sean el fiel reflejo de las compañías cotizadas, a resultas de este precedente.
Si damos por buena la tesis de la sentencia -a la que necesariamente debemos respeto- resulta que el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercados de Valores (CNMV) avalaron las cuentas que sostenían la operación de salida a Bolsa más ruinosa de nuestra historia reciente. Cuando resulta que ni el Banco de España ni la CNMV son los garantes de que las cuentas sean el fiel reflejo de la empresa, si no que esa responsabilidad es de la entidad y sus consejeros. Así al menos resulta de nuestra Ley de Sociedades de Capital.
Resulta con respecto a la deficiencias contables detectadas por los peritos judiciales que, como Banco de España y la CNMV en su calidad de supervisores autorizaron la salida a Bolsa, eso daba carta blanca para aprobar las cuentas; resultando que en el plenario comparecieron, ni más ni menos, que el gobernador del Banco de España y el presidente de la CNMV afirmando que no era competencia del regulador que las cuentas anuales fueran el fiel reflejo de la imagen fiel. Entonces cabe preguntarse, de quién era la responsabilidad de que las cuentas de Bankia en la salida a Bolsa fueran el fiel reflejo de su imagen. Parecería que, según la sentencia, nadie era responsable de eso.
No podemos dejar de señalar que han sido célebres las comparecencias en sede judicial, tanto en instrucción como en el plenario de los peritos judiciales nombrados por el juez instructor. Estos inspectores del Banco de España han mantenido siempre sin ambages que las cuentas que dieron lugar a la salida a Bolsa estaban trufadas de artificios contables, y, por ende, no eran el fiel reflejo de la imagen fiel de Bankia.
Ahora nos encontramos que, según la sentencia, las aseveraciones de unos peritos judiciales, no de la acusación, sino judiciales, carecen de entidad suficiente y ceden en pos de unas periciales ahora sí de parte, presentadas por las defensas. En todo caso, entra dentro de la libre valoración de la prueba, y los jueces son soberanos en cuanto a la forma de llegar a una convicción determinada; pero, ciertamente, resulta chocante y llama la atención. No podemos obviar que el principio de imagen fiel de las cuentas publicadas es uno de los pilares que mueve la inversión en los mercados de capitales; y, mucho más, para los pequeños inversores que carecen de medios humanos y materiales adicionales para comprobar las realidades económicas de las empresas que salen al mercado. No ocurre lo mismo con los grandes operadores financieros que disponen de medios para replicar las propias cuentas publicadas; y descubrir eventuales ardides contables. En todo caso, los minoritarios y los mayoritarios deberían saber a quién corresponde la responsabilidad de que las Cuentas sean el fiel reflejo de las entidades cotizadas. Tras esta sentencia, lo tiene más difícil o, cuando menos, es más difusa la responsabilidad en caso de daños.
