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Cataluña, desde el respeto; por David Ortega, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos

23/10/2019
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El día 23 de octubre de 2019 se ha publicado, en el diario El Mundo, un artículo de David Ortega en el cual el autor opina que salirse del Estado democrático y constitucional ha llevado a Cataluña al caos y al desastre.

CATALUÑA, DESDE EL RESPETO

En los tiempos de tensión, violencia, desorden, miedo e incertidumbre, entre otras muchas cosas que tristemente se viven en nuestra querida Cataluña desde hace, al menos, dos años, es bueno, aunque nada fácil, mantener la cabeza fría e intentar hacer una análisis realista de lo que está pasando. El diagnóstico es vital para una actuación política eficaz y responsable.

Si miramos a la Cataluña próspera, funcional y pragmática de finales del pasado siglo y la comparamos con la actual, lo único que podemos sentir es una enorme tristeza. La que era una de las regiones más prospera, abierta y admirada de Europa, trágicamente hoy se ha convertido en una región insegura, sin un claro futuro, bastante alejada de la bonanza de antaño -más de 5.400 empresas se han ido desde el famoso 1 de octubre- y con un muy serio problema de convivencia.

Por dolorosa que sea la realidad, es obligatorio conocerla, analizarla y actuar en consecuencia. En primer lugar, es preciso juzgar a la clase política nacionalista-independentista de Cataluña. Hay un hecho indiscutible, salirse del Estado democrático y constitucional ha llevado a Cataluña al caos y al desastre, como era previsible. Cualquier demócrata sabe que fuera del Estado de derecho hace mucho frío y se vive muy, pero que muy mal. Es sencillo, porque surge el miedo, la inseguridad, la incertidumbre de no saber hacia dónde se va o, peor, se sabe que se va al desastre. Los revolucionarios franceses sostenían un principio clave en este sentido: “Nos damos leyes para no darnos tiranos”. Insisto, fuera de la ley, los tribunales y los jueces sólo hay caos, es un principio elemental de la democracia y la clase dirigente nacionalista lo ha roto una y otra vez. Quien siembra vientos, recoge tempestades. Y los nubarrones empiezan a llegar. Tampoco es que los Gobiernos del PP y del PSOE desde La Moncloa hayan estado a la altura en estos últimos lustros, su complejo y tibieza frente a la deriva radical del nacionalismo ha sido más propio de gobernantes de quinta que de políticos de Estado.

La cuestión decisiva a aclarar es si en Cataluña se ha cruzado la línea roja de ataque al Estado democrático y constitucional y la situación se está yendo de las manos. No es tiempo de tibieza y pasividad. Y casi, si cabe, más importante, qué pasa con la vida y los derechos de más de la mitad de los catalanes que viven entre el temor, el amedrantamiento y la coacción constante del independentismo.

Ante este escenario, independientemente de las medidas puntuales básicas para mantener el orden y garantizar la seguridad de los bienes -tras una semana de violencia, sólo en Barcelona se calculan unas pérdidas en bienes dañados por los disturbios de 2,5 millones de euros- y las personas, entiendo que es hora de realizar una reflexión más de fondo y me aproximo al núcleo de la cuestión. Cincuenta años de paciencia y generosidad con el pensamiento nacionalista me parecen más que suficientes. Es un pensamiento que nunca me ha gustado, pues he constatado que sólo ha proporcionado destrucción, violencia y mucha pobreza a la historia de la humanidad. No sé cuáles son las bondades del nacionalismo alemán del siglo XX, ni del italiano de la misma época, del yugoslavo de finales del pasado siglo o de los 40 años de nacionalismo franquista dejando fuera a la mitad de los españoles. Tampoco sé qué nos ha aportado el nacionalismo vasco como ejemplo de convivencia o defensa de la dignidad de la persona, especialmente del diferente. Por cierto, ¿han podido volver al País Vasco los miles de personas que lo tuvieron que abandonar en la época del terror? Y ahora tenemos al nacionalismo catalán; otra vez lo mismo: no respetar el Estado democrático constitucional, situarse por encima de la ley, de jueces y tribunales, romper la convivencia, declarar como no bienvenidas a los no nacionalistas y a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que son los defensores de los derechos y libertades, que nadie lo dude (art. 104 CE), y sin embargo son atacados sin contemplaciones -más de 300 heridos son buena prueba de ello- Todo muy democrático.

El desarrollo del Estado autonómico en estos 40 años ha estado presidido por la voluntad de satisfacer a los nacionalistas, principalmente a CiU y al PNV. El nivel de competencias y de presupuesto que manejan las Comunidades Autónomas españolas está prácticamente a la cabeza de los países más descentralizados del mundo. Y en vez de lograr la integración y la convivencia del nacionalismo, especialmente el catalán, hemos llegado al sitio opuesto.

Los niveles de respeto por la democracia y los derechos humanos de los dirigentes nacionalistas ya los hemos visto en estos dos últimos años. Los hechos son contundentes, por eso se aplicó, entre otros motivos, el artículo 155 de la Constitución. Sin embargo, lo que hoy verdaderamente más me preocupa es el futuro de la juventud catalana y los valores y principios que en estos últimos 30 años les han inculcado, especialmente después de lo visto y vivido desde la publicación de la sentencia del procés.

En este sentido, hay dos derechos humanos que me parecen claves y esenciales en esta locura que estamos viviendo: el derecho a la educación y el derecho a la información. Todos los derechos humanos son importantes en democracia, pero particularmente estos dos son los más relevantes para poder vivir de verdad en libertad. Si hay algo que me preocupa es la manipulación y el adoctrinamiento. Y tengo serias dudas de que el pensamiento nacionalista radical respete la libertad de pensamiento, el pluralismo y la discrepancia; nunca lo ha hecho.

Si de verdad queremos trabajar en Cataluña por la libertad y la convivencia es decisivo evaluar la educación que se ha dado en sus escuelas y universidades y la información que se ha ofrecido en sus canales de televisión y radio públicos. Necesitamos un estudio serio, imparcial, científico y riguroso de qué ha pasado en estos últimos 20 años con la educación y la información en la comunidad autónoma. Es ésta una responsabilidad ineludible del Gobierno de España. No en vano la Constitución española defiende en su artículo 20.1.d) el derecho a la información veraz y el artículo 27.2 sostiene que “la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”. Ya me contarán cómo se respeta la convivencia sin respetar las leyes y las sentencias judiciales. Por lo demás, el artículo 27.8 establece que “los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para garantizar el cumplimiento de las leyes”.

Creo sinceramente que el futuro de Cataluña se decide en la información y en la educación. Y me parece decisivo tener un estudio serio y riguroso al respecto para conocer la realidad de lo que ha pasado y está pasando. Si ese estudio demuestra que se ha respetado el pluralismo, los valores democráticos y los derechos humanos y la sana diferencia, será una buena noticia, y habrá que indagar en otro tipo de causas que expliquen la situación. En caso contrario, si ha habido manipulación y adoctrinamiento, tendremos un punto empírico y evidente desde el que actuar en consecuencia para restablecer, en el caso de la información, el pluralismo, la objetividad y la profesionalidad, y en el de la educación, simple y llanamente, el libre desarrollo de la personalidad y la dignidad humana, tal y como reza el artículo 10 de nuestra Constitución. No veo otro camino para avanzar por la senda de la sensatez y la responsabilidad.

Las sociedades libres nacen básicamente de una buena información y una educación plural y esto casi siempre produce sociedades abiertas, algo esencial para un auténtico sistema democrático, donde se respeta al diferente. Cuando una sociedad comienza cerrarse sobre sí misma, algo muy característico de los nacionalismos, es momento de revisar estos dos pilares democráticos: educación e información.

Comentarios - 1 Escribir comentario

#1

Ningún problema de convivencia tiene fácil resolucion. Poca gente puede dinamitarla creando impresión de caos tras votar a la mayoría en puestos de decisión. La educacion influye pero muchos educados en el nacional-catolicismo fascista no son nada de esas tres cosas. Nos dimos unas reglas fraudulentas en la ley electoral atribuyendo dos diputados de clavo a cada provincia, que no es una unidad política, lo son las comunidades, sino administrativa. No le echemos la culpa al otro y reflexionemos sobre nuestro continuo "lavatorio de manos"

Escrito el 23/10/2019 17:57:02 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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