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Europa, en vilo; por Araceli Mangas, catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid

24/10/2014
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El día 24 de octubre de 2014, se ha publicado en el diario El Mundo, un artículo de Araceli Mangas, en el cual la autora considera que durante los últimos años, el proyecto supranacional ha sido incapaz de ofrecer respuestas políticas y económicas efectivas ante la crisis y ha complicado su relación con el vecino ruso.

EUROPA, EN VILO

Uno de los efectos globales de la caída del Muro de Berlín fue la pérdida de las certidumbres. Antes del colapso de la Unión Soviética teníamos confianza en la Unión Europea (UE), es decir, en nosotros mismos y, en especial, sabíamos cómo y quiénes eran nuestros enemigos, quiénes adversarios y cómo hacerles frente.

Un cuarto de siglo después, el proyecto europeo se vuelve incierto y los europeos recién llegados del este le dan la espalda, los británicos amenazan con poner plazo a su retirada, la gratitud española se torna desprecio en forma de baja participación en tres elecciones consecutivas (2004, 2009 y 2014), populismos y nacionalismos de signo muy contradictorio ocupan más de un cuarto del electorado europeo... El corazón de Europa -las instituciones que representan el interés general y democrático, en especial la Comisión y el Parlamento Europeo- está debilitado con tantas ampliaciones y con la omnipresencia del Consejo Europeo en el día a día.

Cuando todavía no se habían puesto en vigor normas para afrontar la crisis económico- financiera, a principios de 2010, estalló la segunda gran crisis, la de las astronómicas deudas soberanas (Grecia, Irlanda, Portugal, España...). La crisis griega hizo arreciar el debate para dotar a la UE de un poder fiscal y presupuestario para lo que se requirió de dos nuevos tratados para asegurar la coordinación, estabilidad y gobernanza y crear un mecanismo financiero propio. Y junto a esas grandes normas marco, la determinación de Mario Draghi, Gobernador del Banco Central Europeo (BCE), fue providencial para recuperar la calma y el manejo de la crisis de las deudas soberanas.

El fértil liderazgo franco-alemán se ha desvanecido. Durante la presidencia de Nicolas Sarkozy, Francia cambió de pareja y dio la espalda a Alemania, y con el socialista François Hollande, las relaciones siguen siendo problemáticas. Desde la crisis de las deudas soberanas, la entente germano-británica está de acuerdo en frenar la expansión hacia nuevas áreas de actuación y contempla la devolución de competencias. La simetría cooperativa institucional ha sido sustituida por un intergubernamentalismo asimétrico durante los últimos años (2009-2014).

Una consecuencia muy positiva de la dilución de la Unión Soviética fue la desaparición de los condicionantes de la escisión ideológica Este-Oeste, así como poder recurrir a estructuras organizativas de paz y seguridad liberadas de las ataduras del enfrentamiento ideológico (los dividendos de la paz). Todos creíamos que Europa seguiría siendo un socio transatlántico leal pero ya no sería rehén de la política norteamericana. No ha sido así en los últimos ocho años.

Un pacto no escrito entre los firmantes de la Carta de París (1990) comprometía a los Estados occidentales a no engrosar la OTAN ni la UE con Estados limítrofes con Rusia. Estos vecinos, e incluso la propia Rusia, podrían tener una rica relación con la UE según la fórmula todo, menos la instituciones. Sin embargo, la forma y ritmo de aquel colapso y la ruptura de aquel pacto están teniendo consecuencias dramáticas y pueden ir a peor. Algo tarde, Rusia siente cómo la transición del comunismo al capitalismo salvaje le debilitó e hizo añicos su unidad nacional. Frente a la posición europea, en especial del Reino Unido -Margaret Thatcher y los líderes de los 90-, de favorecer la transición sin romper en lo esencial su integridad territorial, Estados Unidos se aprovechó de aquella situación para debilitar a la nueva Rusia, que perdió amplias extensiones de terreno que fueron tradicionalmente o durante los últimos siglos territorios de la Rusia de los zares. Rusia ha sido un gran Estado que ha permanecido en el centro político de Europa desde hace siglos.

Al margen de la repulsa que merece el presidente Vladimir Putin por sus políticas poco democráticas y nada respetuosas con los derechos humanos y el Estado de Derecho, los odios irracionales del anticomunismo han hecho que muchos no comprendan que Rusia es la gran potencia de siempre, que Putin no es Stalin, y que tiene derecho a que se cuente con ella; los europeos tenemos que convivir con Rusia, es vital para nuestras economías y para la paz; son nuestros vecinos, con los que hemos convivido y debemos seguir haciéndolo.

HACIA UNA NUEVA GUERRA FRÍA. El lobby armamentista norteamericano, tan poderoso en los medios de comunicación europeos, siembra odios pasados y quiere volver a la Guerra Fría, utiliza a Estados del Este (los bálticos, Polonia...) que sufrieron la bota comunista y resucita los tambores de guerra total. La crisis en el invierno de 2013 tiene mucho que ver con el acoso norteamericano a Rusia utilizando de ariete a la UE. La infinita torpeza de la Alta Representante comunitaria, la británica Catherine Ashton, se evidenció cuando fue a negociar un tratado de asociación con Ucrania y se trajo la mayor crisis desde 1989 dejando el territorio ucraniano fracturado -por la invasión rusa- y en guerra civil.

Claro que unos años antes, para debilitar a un socio tradicional de Rusia, de la época de los zares y de la de Putin, la UE también se puso en 2008 al servicio de EEUU para romper la integridad territorial de Serbia sin hacer los esfuerzos adecuados ni mostrar paciencia para ayudar a convivir a serbios y kosovares. Sin medir las consecuencias para la unidad nacional de otros Esta- dos europeos, como España, bajo la coartada del “caso único” o especial. Las recurrentes guerras de Israel en los territorios ocupados, respondiendo de forma tan desproporcionada y brutal al gobierno terrorista de Hamas en Gaza con métodos que constituyen crímenes de guerra, no han llevado a la UE a idear soluciones como en Kosovo. Para Palestina, paciencia y masacre de su población civil, en especial los niños y sus escuelas.

ENEMIGOS EQUIVOCADOS. Los errores de la última década llevan a Europa y a Occidente a un futuro preocupante. Sin olvidar los cometidos por EEUU durante medio siglo en Vietnam, Chile, Líbano, Libia, Irak, o como lo sucedido en los años 80, donde para debilitar la presencia rusa en Afganistán organizó, entrenó, armó y financió a los grupos de muyahidines que formaron Al Qaeda... Y cuando EEUU quiso hacer frente a su protegida, que tanto daño les hizo en el 11-S, demostró que carece de inteligencia diplomática y estrategia político-militar para luchar contra un enemigo no convencional: se vengó sin saber de qué y atacó sin saber a quién, dejando tras su derrota en Irak y Afganistán, como antes en Vietnam, Estados fracasados y en manos de sus peores enemigos como nunca antes lo habían estado. No haber tenido voluntad para solucionar el problema palestino después de 70 años sólo ha generado odio y violencia infinita que ahora se incrustan y se expanden en dos continentes -África y Asia-, que hacen la pinza a Europa. Estados Unidos y la UE juegan con mentiras haciendo creer que el enemigo es Rusia o determinados dictadores (antes Sadam Husein y Muamar Gadafi, ahora Bashar Asad).

Nuestro enemigo se extiende y controla desde el África Occidental, Sahel, Norte de África (Libia), pasa por Oriente Medio, y llega a Siria, Irak, Pakistán y Afganistán. Es una impresionante franja contaminada a un alto nivel y con rapidez asombrosa de radicalismo islamista terrorista y de crueldad extrema.

El yihadismo radical es nuestro enemigo, un enemigo escurridizo y contra el que el negocio norteamericano de la guerra no sirve. Están en nuestro patio trasero, de España y de la UE, acercándose a gran velocidad a través de Estados frágiles o desestructurados. En vez de priorizar el acoso a Rusia para provocar una gran guerra, lo que nos debe importar es el seguimiento de los acontecimientos que tienen lugar en nuestra vecindad europea (y nacional española). La UE deberá decidir por sí misma.

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