EL HOMBRE DE LA EUROZONA
Jean Claude Juncker saldrá victorioso de la cumbre europea que empieza hoy en Ypres. Los dirigentes de la UE lo designarán como presidente de la Comisión, a pesar de la oposición ya en solitario de David Cameron, desprovisto del derecho de veto en este asunto por los Tratados. A través de este nombramiento se afirma el principio democrático, pese a las limitaciones del Parlamento Europeo, una legitimidad social débil y una representación bastante remota de los ciudadanos. Pero sobre todo, la llegada de Juncker al Berlaymont es un triunfo de la eurozona, como núcleo del proceso de integración, después de tantas zozobras e improvisaciones para mantener a flote la moneda común.
El luxemburgués participa de lleno en la política europea desde hace más de veinte años y ha estado en la cocina de todos los pactos sobre el euro, con justa fama de negociador infatigable. La gran duda es si la Comisión que presidirá tendrá peso político propio o si quedará convertida en un grupo de agencias burocráticas, encargadas de ejecutar los designios de los jefes de gobierno, o de los ministros de Economía. Por dentro, la desmoralización de la institución destinada a ser motor del proceso de unificación es muy profunda. La sensación extendida es que nunca la Comisión ha recibido tantos poderes y tareas, como la supervisión de los presupuestos nacionales y las reformas económicas en los Estados miembros. Al mismo tiempo, se percibe una clara falta de liderazgo y de visión política en su cúpula anterior -la nueva deberá superar los hearings de la cámara de Estrasburgo, que pueden ser de verdad y auténticamente fiscalizadores. En Ypres los miembros de los ejecutivos nacionales debatirán un programa para los próximos cinco años, con un Matteo Renzi en alza, capaz de dialogar con Angela Merkel de tú a tú y seducir con su afán reformista y su propensión a pensar en grande. Juncker tiene por delante el reto de trabajar de forma estrecha con este cónclave en la puesta en marcha de sus propios planes.