UNA POTENCIA HERBÍVORA
El contraste entre el peso económico de Alemania y su retraimiento en los asuntos de defensa que atañen a la comunidad internacional se hace aún más marcado en período electoral. Angela Merkel avanza hacia la victoria en pocas semanas, dispuesta a convertir su nuevo mandato doméstico en legitimidad para germanizar todavía más la política europea, al tiempo que enmudece en las negociaciones sobre Siria en torno al G-20.
En la cumbre de San Petersburgo, los protagonistas son los representantes de Estados Unidos, Rusia y Francia. Una vez más, David Cameron se ha disparado de nuevo en el pie en el manejo de un asunto internacional e Italia ha dado un paso atrás. La canciller alemana optó por la misma opción pacifista en el conflicto de Libia, cuando su país se abstuvo en el Consejo de Seguridad, y no apoyó a sus socios europeos ni a Estados Unidos, despidiéndose tal vez para siempre de que Alemania se convirtiese un día en miembro permanente de un Consejo de Seguridad reformado.
Desde 1994 su tribunal constitucional ha reinterpretado las normas constitucionales que limitaban las misiones militares en el exterior. Un gobierno alemán claramente pro-atlántico podría contribuir en el caso sirio no solo con medios para ayudar a los refugiados y hacer frente a la catástrofe humanitaria en la región. Sin embargo, la relación especial entre Moscú y Berlín, centrada en asuntos energéticos, hace más cautelosa a Merkel y el espionaje masivo de EE.UU. a sus aliados ha hecho especial mella en Alemania. Conseguido el apoyo de la comisión de Exteriores del Senado, el presidente Obama batalla con la díscola Cámara de Representantes para obtener un respaldo que no necesita a la anunciada intervención, limitada a castigar el uso de armas químicas en nombre de la comunidad internacional. Mientras tanto, la primera potencia europea mira hacia el pasado y deja el campo libre para que un día el entendimiento entre París y Londres aceleren los pequeños pasos de la defensa europea.
