LA PRUEBA IMPOSIBLE
Es el momento de ponerse a pensar en el marco jurídico de represión del dopaje que nos hemos dado. Se trata de un marco que cree en la responsabilidad objetiva -es igual que se haga queriendo o no, para beneficiarse o no, o para obtener ventajas-. Es un marco que afecta a los derechos de los deportistas que se ven obligados explicar su paradero en condiciones no proporcionales, que son privados de la jurisdicción ordinaria y sometidos a un pseudo tribunal convertido para ellos (quieran o no) en juez natural y excepcional. Todo ello en aras de la limpieza del deporte y de la nueva religión de quienes solo encuentran en esto el ataque a los principios esenciales del deporte como si todos los demás que le afectan fueran una anécdota.
A partir de aquí los procedimientos en materia de dopaje son procedimientos simbólicos, centrados en los problemas de forma, y en los que nunca es posible la prueba alternativa porque la prueba negativa (de lo que no se ha hecho) es ciertamente difícil. Sobre esta base hemos construido un Ordenamiento que ni da garantías ni asegura la eficacia pero se caracteriza porque cuando descubre a uno le castiga ejemplarmente: la cabeza de alguno por la moral de todos.
Frente a esto es necesario abrir un debate sobre las sustancias, la seguridad de su inclusión, la seguridad de los medios de detección, la proporcionalidad de los medios para conseguir la detección y ofrecer una seguridad mayor para aplicar un régimen sancionador tan severo. Cuesta entender que cuando no se sabe si es un filete, un producto o un dopaje consentido, el resultado sancionador sea igual. Pero este es uno de los razonamientos más claros que hace el laudo del TAS. Da igual el origen. No creemos que sea contaminación de la carne, porque no consta que exista en España, no creemos que sea dopaje y nos inclinamos por pensar que es un producto complementario. ¿Para qué especulan si el resultado es el mismo?
Los tiempos no están para debates. Las organizaciones internacionales, conscientes de la dificultad de la batalla de la normatividad de su Ordenamiento y de la imposibilidad de someter a los Estados, han pasado al ataque indirecto y les han dado a éstos donde más les duele: aceptación o inhabilitación para el desarrollo de competiciones internacionales. A partir de aquí, la aceptación incondicionada, la rendición de los Estados.
Y claro, aquí vienen los problemas. Las normas que se están produciendo no son compatibles con el Ordenamiento europeo, tampoco con el español, y el dopaje se convierte en un problema para todos, para quienes lo analizamos teóricamente y para quienes lo viven en la práctica. Surgen muchas preguntas: ¿Dónde está Europa en este proceso? ¿Pensando en los intereses de los organizadores? Todo esto es compatible con indicar que la lucha contra el dopaje es necesaria, imprescindible y pausible. Pero el fin no justifica los medios.