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La naturaleza de las cosas; por Enrique López, Magistrado

09/03/2010
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El día 8 Marzo de 2010 se publicó, en el diario La Razón, un artículo de Enrique López en el cual el autor opina que la prueba de la existencia de un régimen democrático es la existencia de prensa libre, y la prueba de la calidad democrática de un sistema de libertades es la calidad y responsabilidad de sus periodistas. Trascribimos íntegramente dicho artículo.

LA NATURALEZA DE LAS COSAS

Decía Cicerón que no existe justicia si ésta no consiste en la naturaleza, pues la basada en la utilidad que reporte es destruida por la propia utilidad; añadida que “si el fundamento del derecho lo constituyera la voluntad de los pueblos, las decisiones de los jefes o las sentencias de los jueces, sería conforme a derecho, robar o falsificar documentos, si tales actos fueran aprobados por votación o por aclamación de la multitud”. El problema radica en ponernos de acuerdo a la hora de describir la naturaleza de las cosas, y eso resulta muy difícil, pero ello no debe en modo alguno deseperanzarnos de tal cometido y abandonar todo a la suerte de las mayorías coyunturales. Es cierto que una democracia se basa en la regla de las mayorías, y que lo que legitima una ley es alcanzar el número necesario de votos exigido por las normas que rigen el proceso legislativo, pero no es menos cierto que una obligación básica del legislador es respetar esa naturaleza de las cosas y no pervertirla; cuando una iniciativa legislativa divide a una sociedad, por más que esté sustentada en la legitimidad de la mayoría democrática habrá que reflexionar sobre su naturaleza y si realmente no se está yendo contra la misma. La democracia real no sólo está basada en la posibilidad de que el ciudadano pueda intervenir directamente en los asuntos públicos, fundamentalmente cada vez que es llamado a elegir a sus representantes en las instituciones democráticas, sino y además, en la conformación de la opinión pública; ahora bien en esta conformación influyen de forma decidida los medios de comunicación. Cuando Guillermo de Orange, aquel rey ingles de origen holandés, al que los Whigs subieron al trono en la Revolución Gloriosa de 1688, no podía imaginar las consecuencias históricas de aceptar el Bill of Rights como garantía de las libertades constitucionales de todos los ingleses; la tolerancia se adueñó de la política del país, e hizo desaparecer la censura, convirtiéndose en el primer país que desarrolló la libertad de prensa, constituyéndose su ejercicio en la cinceladora de la opinión publica. Pronto se entendió que la prensa no sólo debía ser libre para contar noticias, sino también para insertar comentarios en los primeros diarios de la época. Este papel dota al periodista de una especial responsabilidad y esta debe estar inspirada también en una ética de valores, donde debería primar la objetividad, por más que esta pueda ser buscada desde legítimas ideologías. Pero lo que esto no permite nunca es faltar a la verdad. El sistema de fuentes de información se ha ido ampliando cada vez más, y así a las fuentes directas como las únicas que debería sustentar una noticia, hoy se le suman las indirectas, las de referencia, las inferidas, y esto nos puede llevar a un ejercicio pernicioso de la libertad de prensa. El periodista como titular de un nuevo poder del estado, no sólo ostenta potestades y derechos, sino y también deberes, y el sometimiento a la objetividad debe ser uno de ellos. Hay que ser conscientes de que la posibilidad de conformar a la opinión pública determina un gran poder, pero a la vez una gran responsabilidad. Se debe intentar separar con nitidez información y opinión, porque de lo contrario la lejanía al verdadero ejercicio del derecho sería tan grande que lo haría irreconocible. Lo que tampoco podría imaginarse el rey Guillermo es que siglos después de su muerte todavía existirían países en el mundo, como es el caso de Cuba, en el que este derecho sólo se puede soñar, pero no ejercer. Las comparaciones son odiosas, pero hay realidades que ningún atisbo de oportunidad debe soslayar. A pesar del viejo principio de derecho internacional de la prohibición de no injerencia en los autos internos de un país, la existencia de regímenes monopartidistas, sin prensa libre, autoritarios y con un filfa de sistema democrático, no debe nunca caer en el olvido, y en la mente de los demócratas deben esta siempre presentes; lo que resulta increíble es que haya demócratas que puedan justificar la existencia de estos regímenes. La prueba de la existencia de un régimen democrático es la existencia de prensa libre, y la prueba de la calidad democrática de un sistema de libertades es la calidad y responsabilidad de sus periodistas. De lo que no cabe duda es de que cuantos más medios de comunicación haya, mas pluralidad se dará, mas posibilidad habrá de que la conformación de la opinión pública, como real asidero de la democracia, sea plural, y haya más cauces de información y comunicación. Debemos ir avanzado más hacia un sistema de libre constitución de medios de comunicación, televisión, radio, etc., e ir abandonando el de las concesiones administrativas. La Red se está encargando de ir acabando con los monopolios de medios y este debe ser el camino, ya no se le pueden poner puertas al campo.

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