SER Y NO SER, DE ESO SE TRATA
¿Puede algo ser y no ser al mismo tiempo?. Esto nos preguntaban en clase de filosofía. Se trata del principio de no contradicción que se formula así: es imposible ser y no ser a la vez y en el mismo sentido. Quien esté familiarizado con estos temas advertirá que es un postulado de la filosofía del ser -o del sentido común- y es que el primer juicio que hace la mente sobre algo es que es, luego no puede haber contradicciones en el ser... hasta que se lee la prensa, añado.
A propósito del encausamiento de Garzón por el Tribunal Supremo leo estos pareceres: Justicia abierta al fascismo, el destino del juez Garzón está en manos del pueblo español, no de los malos jueces, lo que está sucediendo supone un gran desprestigio para la justicia española, el precedente se estudiará entre los disparates judiciales; se instaura la lógica de la depuración de todo juez que interprete la ley de modo distinto al Supremo; el Supremo, ¿cómplice del fascismo? o el peor golpe desde el 23-F. Ésta era la tormenta que descargaba la semana pasada sobre el Supremo cuando, repentinamente, se abrió un claro y entró el sol: el Supremo vapulea al PP por la querella contra Chaves, el Supremo fulmina la campaña del PP contra Chaves, el Tribunal Supremo ha colocado las cosas en su sitio, varapalo.
¿Qué ha pasado para que, a la vez, los mismos que aborrecen al Supremo, le enaltezcan? La explicación más simple es que cuando un tribunal me favorece, es el mejor del mundo; cuando me perjudica, el peor. Con todo el análisis es superficial porque ahora hablamos no de un litigio concreto, sino de cómo se entiende la Justicia, el Estado de Derecho y no pocos de los que han protagonizado esos episodios de censura y alabanza, son profesionales del Derecho, lo que ya es inquietante.
Leo un artículo. Su autor dice que el instructor de la causa contra Garzón pertenece a Jueces para la Democracia; según él, que esté siguiendo un criterio contrario a su asociación obedece a razones en cierto modo misteriosas. El articulista escribe en defensa de la independencia de Garzón, y no concibe que un juez actúe al margen de consignas asociativas. Desde esa idea de la independencia, un juez siempre actúa por alguna razón y como no cae en que sea la ley, concluye que será alguna razón misteriosa. El Derecho no pocas veces es complejo, pero de ahí a que encierre razones misteriosas hay un buen trecho.
Cuando intervengo en algún debate, mesa redonda o conferencia, al acabar y abrirse un coloquio siempre llega -inevitable- la misma pregunta: ¿qué opina usted del juez Garzón?.Y mi respuesta es siempre la misma: yo hablo sobre la Justicia, sobre los jueces, luego no sobre Garzón. No porque le niegue algo evidente, su condición judicial, sino porque lo que le rodea escapa a la normalidad del sistema judicial español y a la actuación de los jueces. Y hay contrastes llamativos.
Pienso, por ejemplo, en la condena -también por ese Tribunal Supremo enemigo de la independencia judicial- del juez Ferrín, cuyos excesos tanto verbales como procesales censuré y que le han llevado a ser condenado por prevaricación. Son casos distintos pero ¿por qué los que aplauden esa condena censuran esa otra investigación? De nuevo podría acudirse al análisis superficial: Ferrín se habría enfrentado al colectivo gay, atentó contra postulados del pensamiento único y Garzón, más inteligente, sería uno de sus iconos (del pensamiento único). Como persona que vivo del y para el Derecho creo que ese análisis es pobre pero no descaminado y lo que leo estos días ofende a quienes creemos en el Derecho, en el Estado de Derecho.
Se nos está diciendo, casi coactivamente, que el Derecho no existe, que nos olvidemos de él; que todo es conveniencia; que lo que es justo puede ser injusto a la vez: que una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido. Esa aberración filosófica lleva a esa aberración jurídica lo que no es otra cosa si no puro relativismo jurídico. Esto es la destrucción del Estado de Derecho y va de suyo que si el Derecho es sólo un entramado retórico, de coartadas fina o burdamente razonadas, no hay garantía alguna sino arbitrariedad. Se está a merced del Poder o del matonismo de unas bandas ideológicas que ocupan la plaza pública.
En uno de esos artículos Paolo Flores dArcais advierte de que con el encausamiento de Garzón está en juego la democracia liberal en Europa. Nada más y nada menos. Ya me gustaría que Flores dArcais hubiese ejercido de liberal cuando La Sapienza, universidad de la que es profesor, prohibió a Benedicto XVI que pronunciase un discurso. Pero como hablo de arbitrariedad y relativismo le dejo una reciente cita de Benedicto XVI sobre la antigua Alemania comunista: En la dictadura comunista, ninguna acción se consideraba mal en sí misma ni siempre inmoral. Lo que era útil para los objetivos del partido era bueno, aunque pudiera ser inhumano. En esto estamos.