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Obama: ¿Un vendedor de humo?; por Rafael Navarro-Valls, Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad Complutense de Madrid, Secretario General de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y Director de la Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado de Iustel

09/06/2008
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El día 5 de junio se publicó, en el diario El Mundo, un artículo de Rafael Navarro-Valls en el cual el autor opina sobre Barack Obama. Transcribimos íntegramente dicho artículo.

OBAMA: ¿UN VENDEDOR DE HUMO?

Esta noche puedo pararme frente a ustedes y decirles que yo seré el candidato demócrata para luchar por la presidencia de los EE.UU.”, anunció el senador por Illinois en el escenario del Centro de Convenciones Xcel Energy, en St Paul, Minnesota. Barack Obama es el político con más suerte de los cincuenta estados de la Unión. Así lo proclamaron en 2004 los periodistas que siguieron su campaña cuando fue nombrado senador de los Estados Unidos. Un “fenómeno puntual”, un perfecto desconocido llegaba al Senado por dos golpes de suerte asombrosos. Su fuerte oponente en las primarias del partido demócrata para el escaño senatorial se vino abajo a mitad de la campaña debido a un escándalo de divorcio, que inesperadamente aireó la prensa. A continuación, el oponente republicano a dicho escaño, un rico ejecutivo de la financiera Goldman Sachs, antes de que la campaña tomara fuerza, quedó también fuera de combate por otro escándalo de faldas ¿Ha vuelto a repetirse la historia ? Parece que sí, en vista de lo ocurrido con la decisión del Comité de Normas y Reglamentos del Partido demócrata de otorgar a Obama el 25.9% de los delegados de Michigan, sin haber siquiera aparecido su nombre en las papeletas de votación. A lo que hay que añadir Curiosamente, Obama obtuvo los cuatro delegados que le faltaban en Dakota del Sur, a pesar de perder las primarias de este estado, que asignaba 15 delegados. Con el 99% de los votos escrutados, Hillary vencía por un margen de 12 puntos, consiguiendo el 55% de los sufragios, por 45% de su adversario.

En todo caso, comparando el historial del senador afroamericano por Illinois con el de los restantes contrincantes que Obama ha ido dejando atrás en las primarias a la candidatura presidencial, no hay duda de que el último del pelotón se enfundó inesperadamente el maillot amarillo dejando tumbados en la cuneta a candidatos de mucho mejor historial. La totalidad de sus oponentes –incluida la gran perdedora de este culebrón electoral, Hillary Clinton- llevan en la arena pública hace años: Obama es un recién llegado con una corta experiencia política en el Senado desde 2005. Las ideas, los caracteres y el historial de los restantes candidatos demócratas - desde John Edwards a Hillary Clinton pasando por el gobernador de Nuevo Mexico Bill Richardson – han sido escrutados desde todos los ángulos: el debutante Obama es todavía una página en blanco que no ha dado tiempo a analizar en serio. Joe Klein desde Time habla de “un bajo perfil informativo” en torno al senador aframericano, que no entra a fondo ni en su persona ni en su programa.

¿Será verdad que Barack Obama es tan sólo “una presencia escénica de poderosa retórica” con una enorme brecha entre su oratoria de vendedor de humo y sus verdaderas ideas? ¿Acierta Hillary cuando dice: “Yo resuelvo problemas, Obama hace promesas”? Veamos.

Hay un viento que impulsa a Obama hacia la cumbre: el de los 44 millones de posibles votantes menores de 30 años que acudirán a las urnas este año. El 4 de noviembre se calcula que concurrirán a votar entre 130 y 135 millones de estadounidenses y el 20 por ciento serán votantes de menos de 30 años. Los cantos de sirena del cambio los inclinan hacia Obama. ¿Pero en realidad hay un mensaje especial de “cambio”, distinto al que supone que un afroamericano de 46 años llegue al Despacho Oval?

Estudiando su programa y obra escrita, se concluye que Barack Obama no es muy distinto de un liberal más, similar a los integrantes de la “izquierda del caviar “ que lo apoya: Edwards, Kennedy, Kerry o el lobby de Hollywood: un vago pacifismo y la tendencia a la multilateralidad en las relaciones exteriores; apoyo a las viejas posiciones “pro choice” en aborto; creación de un programa de seguro universal de salud nacional ; retirada –más o menos paulatina - de Irak; hacer de Estados Unidos un líder en el esfuerzo mundial por combatir el cambio climático; cierta ambigüedad en torno a los matrimonios gays; una política fiscal de mayor presión para los ricos etc. Curiosamente los temas centrales de su campaña son muy parecidos a los de Bill Clinton. Aquellos que James Carville –el asesor antes de Bill y ahora de Hillary_- clavó en la pared de la “sala de guerra” en la campaña para la Casa Blanca: “No se olviden de la sanidad”,”Cambio contra más de lo mismo” y “La economía, estúpido”.

Pero el cambio de un presidente por otro es algo más que cambiar las sábanas de la cama en que durmió Lincoln. Cambiar significa triunfar en el intento de imponer tu voluntad a la historia. ¿Podrá hacerlo Barack Hussein Obama? Esa mezcla de Hare Krishnas y Moonies en que, según el Boston Herald, se está convirtiendo la multitud de sus partidarios no lo duda. Su complicidad con el saludo : “Yes, we can” así lo demuestra.

¿Cuál es la razón de esta “obamanía” que se ha desatado en determinados sectores del espectro político y social de Estados Unidos? En mi opinión, la causa estriba en que Barack Obama cumple todos los requisitos para ser lo que viene llamándose una “bomba mediática”. Su equipo de campaña dirigido por los veteranos David Plouffe y David Axelrod se dieron cuenta enseguida y diseñaron una campaña que busca suscitar las sensaciones políticas que encauzó Jack Kennedy y a las que no llegaron dos candidatos demócratas con “glamour”: Gary Hart y Howard Dean. Como ha dicho Darrell West, experto en medios de la Universidad Brown (Rhode Island ): “Obama representa la novedad del año y los periodistas aman lo que es nuevo”.

Todo en él es noticia: su pasado, su presente y su eventual futuro. El hecho de ser hijo de keniata negro y americana blanca de Kansas, hijastro de indonesio, alumno de una escuela musulmana y otra católica de Yakarta, primer afroamericano designado para dirigir la Revista de Derecho de Harvard, alguien que ha confesado sin ambages sus incursiones en el alcohol, la marihuana y la cocaína, el primer afroamericano del Senado y tal vez el primero que puede sentarse en el Despacho Oval, el “ Kennedy negro”, en fin : todo parece conspirar para esa “sacralización” de su candidatura que ha barrido al resto de los “dramatis personae” en estas interminables primarias. En un exceso verbal ha llegado a decirse: “Esta no es una campaña electoral para la presidencia de Estados Unidos, es un movimiento para cambiar el mundo”.

Todo esto es estupendo, pero, como dijo Mario Cuomo, “se hace campaña con la poesía, pero se gobierna con la prosa”. La poesía que llevó a Kennedy a la Casa Blanca, no llegó a concretarse en una prosa efectiva. Pasados los años, en la reconstrucción del Camelot kenediano, comienza a cundir la impresión de que “ la nueva frontera” de Kennedy saltó en pedazos, entre otras cosas, con ese error mayúsculo que fue su indecisión en la tragedia de la invasión de Bahía de Cochinos; con su aparente firmeza frente a Kruschev en la crisis de los misiles, que ocultaba en realidad una cesión vergonzante de los misiles Júpiter de Turquía por los misiles rusos de Cuba; una ambigua política de derechos civiles, que sólo se puso verdaderamente en marcha con su sucesor Johnson, y una guerra incubada en Vietnam que marcaría durante decenios a todo el pueblo americano.

Naturalmente, no todo es marketing en Obama. Es un político con sólidas virtudes: voluntad de consenso, integridad personal y una buena cabeza. Hay, sin embargo, un problema en su temperamento, un problema que inicialmente parece una virtud pero luego puede tener consecuencias devastadoras: su tendencia a ver en las decisiones a tomar demasiados trazos grises. Esto puede conducirle a una cierta parálisis operacional en momentos claves. Analizando su carácter y su obra escrita la impresión que da es que para el senador por Illinois “es mejor debatir una cuestión sin resolverla que resolver una cuestión sin debatirla”, como diría el filósofo Joseph Joubert. En la Casa Blanca no se puede hacer como los “cabezas de huevo” en la Universidad. El propio Obama confiesa que al estudiar las propuestas de ley que se presentaron a votación durante sus años en el Senado, comprobó “que votar según mis principios no iba a ser tan fácil como había creído; que sentiría remordimientos tanto si votaba que sí como si votaba que no”. Para Obama todo es duda: “Me veo desprovisto hasta de la certeza de la incertidumbre, pues puede que en algunos casos las verdades absolutas sean de verdad absolutas”. Si un líder se dedica a meditar demasiado en el acierto de sus decisiones, acaba por sentirse paralizado.

Puede acabar pasándole lo que le ocurría a Jimmy Carter: se angustiaba ante las grandes decisiones y le preocupaban demasiado los detalles. Al Despacho Oval no llegan los temas fáciles: estos se deciden en niveles inferiores. Son los difíciles los que debe resolver el presidente. Una personalidad dubitativa corre el riesgo de paralizarse ante los interminables argumentos que le presentan enérgicos colaboradores y que suenan igualmente convincentes.

Según la mayoría de analistas, los hispanos serán junto con los jóvenes, la clase obrera blanca y los habitantes de las zonas rurales y las pequeñas ciudades estadounidenses decisivos en las elecciones generales del 4 de noviembre. No todos están con Obama. De ahí la importancia del vicepresidente que elija. Lo más directo sería intentar convencer a Hillary Clinton. Pero si nunca es fácil la relación entre el presidente y su vicepresidente - después de todo, “es desconcertante tener junto a sí una persona cuya ambición en la vida sería posible sólo por la muerte del otro” - en el caso de Obama/Hillary es un tema delicado. La senadora por Nueva York es mujer dominante y de “mecha corta”, pronta al estallido y la cólera. No parece sencillo que se resigne a desempeñar “el cargo más insignificante que jamás haya podido crear el ingenio humano”, como decía el primer vicepresidente John Adams.

El dilema para Obama es elegir o bien una vicepresidenta con la que el ticket demócrata subiría muchos enteros -pero cuya cohabitación podría ser un martirio-, o elegir un vicepresidente tipo John Edwards, con buenas sensaciones pero sin el gancho de Hillary. Es decir, sacrificar el futuro por la eventualidad de la victoria en el presente, o hacer más ardua la victoria con un futuro más bonancible. Entretanto, el GOP y afines preparan ya su artillería contra el joven senador. Veremos como responde ante la prueba de fuego que supone el choque de trenes entre él y McCain. En su entorno cruzan los dedos para que no ocurra como Ségolène Royale en Francia: un estupendo arranque en las primarias para acabar perdiendo ente Nicholas Sarkozy.

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