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IRAK: LOS COSTES DE UNA AGRESIÓN; por Araceli Mangas Martín, Catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Salamanca y miembro del Consejo Editorial de Iustel

31/03/2008
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El día 29 de marzo se publicó, en el diario El Mundo, un artículo de Araceli Mangas Martín en el cual la autora analiza las consecuencias de la invasión de Irak. Trascribimos íntegramente dicho artículo.

IRAK: LOS COSTES DE UNA AGRESIÓN

No fue la decisión correcta. Fue una decisión estratégicamente equivocada, además de ilegal. Cinco años después y todavía durante mucho tiempo la población iraquí y la Humanidad en su conjunto seguiremos sufriendo las consecuencias de aquella decisión. No voy a malgastar mucho espacio en argumentar sobre la ilegalidad de la acción armada de Estados Unidos y Reino Unido jaleada de forma bufonesca por el ex-presidente Aznar. La inmensa mayoría de los especialistas de Derecho Internacional de los más variados estados calificaron aquella acción como ilegal. Fue una agresión armada sin fundamento jurídico alguno. El Derecho Internacional no permite usar la fuerza a ningún Estado ni a grupos de estados para derribar una dictadura (por definición, todas las dictaduras violan los Derechos Humanos).

Es bien sabido que EEUU y Reino Unido buscaron con ahínco la autorización de la ONU. Al no obtenerla, declararon que no era necesaria por tener el concurso de varias resoluciones “concatenadas”. Se dijo que no es una en concreto la que legitimaba implícitamente el uso de fuerza sino todas en una lectura “sistemática” y “entre líneas”. Otro argumento fue el de la intervención humanitaria dado que el régimen de Sadam Husein había violado los Derechos Humanos. Tras cinco años de ocupación militar en Irak, la democracia es invisible y los derechos humanos se siguen violando con la misma impunidad por las fuerzas norteamericanas, los mercenarios y las guerrillas locales. El pueblo iraquí ha cambiado de gobernantes pero no de brutal dominación.

Un tercer argumento era la supuesta posesión de armas de destrucción masiva. Era insultante ya entonces, pues todo el mundo pudo seguir en directo diversos informes del jefe de los inspectores de Naciones Unidas al Consejo de Seguridad sobre los resultados negativos de tales inspecciones. Ni los expertos ni la opinión pública habían olvidado que el “temible” ejército iraquí quedó diezmado en apenas seis semanas de campaña militar en 1991 y había sufrido un fuerte embargo y aislamiento desde entonces. También los especialistas de varios continentes aseguraban que era racionalmente imposible que el régimen de Sadam Husein tuviera armas de destrucción masiva, teniendo en cuenta que no las usó en la primera guerra y, sobre todo, porque Estados Unidos no ataca a otro que tenga armas nucleares. Hoy ya todo el mundo sabe, lo han confesado los diversos departamentos del Gobierno norteamericano involucrados, que mintieron; no que se equivocaran en sus análisis, sino que lo hicieron a sabiendas.

Un cuarto argumento: atribuyeron al régimen de Sadam vínculos de apoyo a Al Qaeda para conectar con la legítima defensa reconocida en la Resolución 1368 (2001), tras el 11-S, que legitimó la invasión de Afganistán. Pero ninguna resolución del Consejo vinculó a Irak con el terrorismo internacional; tal vínculo era negado claramente por los expertos debido a las características del régimen iraquí. El tiempo ha demostrado que el trío de las Azores mintió una vez más y, lo que es más grave, que Al Qaeda llegó a Irak con los agresores norteamericanos y británicos... Con Sadam Husein no había el menor cobijo para Al Qaeda.

Por el contrario, los costes fueron previsibles en todos los análisis de la época: violaciones del Derecho Humanitario, desestabilización, aumento del terrorismo internacional, etcétera. De menor a mayor, un primer coste: humillación y deterioro de la ONU por su gestión posterior. Las resoluciones posteriores a la invasión no la mencionan, como si fuera “la guerra que nunca existió”. Es más, la ONU nombró un representante ante las fuerzas de ocupación, levantó las sanciones contra Irak y delegó sus propios poderes de administración del territorio iraquí a favor del invasor a pesar de que el Convenio IV de Ginebra de 1949 no autoriza al ocupante a hacerse con los recursos naturales del ocupado. La ONU claudicó a la voracidad de EEUU y sus nuevos aliados sin prever los costes de credibilidad ante la opinión pública mundial, en especial entre la población y estados árabes, al ver colaborar amigablemente a la ONU en la ocupación.

Un segundo coste: se ha perdido autoridad moral por la hipocresía del discurso de EEUU y de las democracias europeas sobre el respeto a los Derechos Humanos. La invasión de Irak en 2003 pasará a la Historia por los aberrantes crímenes de guerra y contra la Humanidad cometidos por las Fuerzas Armadas norteamericanas y británicas, de los que tuvimos abundantes pruebas desde la primavera de 2004 (cárcel de Abu Ghraib) sin que hayan cesado totalmente. Los informes del Comité Internacional de la Cruz Roja son rotundos en la exposición de los hechos. Ante todo el mundo civilizado y, en especial, ante el mundo árabe y musulmán se ha perdido fuerza moral y legitimado el terrorismo internacional. La doble moral ha sido descubierta, no ya por Al Qaeda y sus células dispersas por todo el mundo, sino por la gran mayoría de la población musulmana. Y, además, algunos estados democráticos, como Estados Unidos y Reino Unido, responden al terrorismo islamista desmantelando el Estado de Derecho. Al Qaeda sabe que su victoria está en la respuesta histérica a sus brutales ataques.

Tercer coste: fue una guerra estratégicamente equivocada. Si pretendían luchar contra el terrorismo internacional, los invasores lo han fortalecido. El Irak de Sadam era una dictadura, como la que padecimos con Franco; como otras muchas dictaduras con las que EEUU y los europeos hacemos negocios, pero no era un régimen islamista sino “laico”. El vacío de poder que existe desde mayo de 2003 lo provocó irremediablemente Estados Unidos con su forma de hacer tabla rasa de las estructuras civiles y administrativas del país y con su persecución de los suníes dejando el control a las milicias chiíes (próximas a Irán). Los terroristas islamistas, que se vieron forzados a dispersarse tras la invasión de Afganistán, encontraron cobijo en la anarquía propiciada por los invasores de Irak. La invasión forzó el reclutamiento y la concentración de los criminales que comulgan con la lucha de Al Qaeda. La invasión fortaleció a los chiíes en la región y provocó el enfrentamiento armado entre ambas facciones musulmanas, y en ese río revuelto Al Qaeda ha encontrado su vivero de yihadistas. Por fin, en 2007, EEUU percibe el error y cambia de aliados, propiciando la alianza con sus antiguos enemigos, los suníes, rearmando a antiguos integrantes del ejército de Husein para que combatan a Al Qaeda y puedan hacer frente al dominio chií en la zona que ellos favorecieron y a la casi inevitable guerra civil.

Cuarto coste: Estados Unidos lanzó un mensaje siniestro al mundo favoreciendo la proliferación nuclear horizontal. Atacaron a Irak porque no tenía armas nucleares. Quien tenga el arma nuclear tiene un seguro de no agresión. Los EEUU jamás atacarán a un Estado con armamento nuclear. Ahí está la prueba: a la brutal dictadura norcoreana se la tolera y se negocia con ella o al dictador pakistaní se le tolera su política de una de cal y otra de arena con los talibán refugiados en su territorio y los viveros de terroristas de sus madrasas; por ello, Irán se apresura a tener el arma nuclear. Y algún caudillo sudamericano sueña con tenerla.

Quinta consecuencia: por si fuera poco lo anterior, el mayor error estratégico fue eliminar el dique de contención sobre Irán. Irak era un aliado de Occidente para contener al Irán fundamentalista. Y le apoyó en su guerra contra Irán de 1980 a 1988. Pero la moderación de los sucesores del Ayatolá, Rafsanyani y Jatami (1989-1997) hizo caer en un espejismo a EEUU que, desorientado, se inventó otro enemigo. Al derrocar a Sadam desestructurando a Irak, se perdió el contrapeso a Irán y al fundamentalismo chií. El régimen suní de Irak era el mejor dique de contención del provocador régimen chií de Irán. Otra prueba más de la suicida e insensata política norteamericana es su intermitente aproximación a Irán recabando ahora su ayuda para controlar a Irak... O haciendo depender su entendimiento con Irán de una ascendente Rusia.

Controlar y reconstruir Irak será imposible. Estados Unidos se inventa sus propios enemigos o los multiplica. Con el único argumento de su fuerza militar, ha demostrado que no tiene capacidad de liderazgo global. Tras la derrota en Vietnam, añade esta segunda colosal derrota militar y política: ha fortalecido el terrorismo internacional y el ascenso fundamentalista propiciando la desestabilización de los regímenes musulmanes moderados y ha favorecido el triunfo del chiísmo (Hamas ganó las elecciones en Palestina, Hizbulá provocó la guerra en Líbano y humilló a Israel, se protegió a la minoría chií en Irak) convirtiendo a Irán en la potencia determinante de Oriente Próximo. ¿Alguien de buena fe puede decir que invadir Irak fue una decisión correcta?

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