PRAGMATISMO
Desde el nacimiento de este movimiento filosófico en los Estados Unidos a finales del siglo XIX hasta nuestros días, el pragmatismo ha cumplido una misión importante en el debate intelectual aportando la idea básica de que no existen verdades absolutas, lo que implica renunciar a la búsqueda de las certezas últimas y por lo tanto a cualquier género de dogmatismo. Seamos falibilistas. Aceptemos que ni la ciencia ni la filosofía son capaces de proporcionar un conocimiento absolutamente cierto sobre las cuestiones básicas que plantea la vida.
A nivel popular el pragmatismo está creciendo espectacularmente en su acepción menos válida, una acepción que refleja con toda exactitud la frase siguiente: “Déjate de utopías, hay que ser pragmático”. En esta época es justo lo contrario. Lo que tenemos que decir es: “No seas pragmático, se utópico”. Es una época en la que la humanidad va a tener que demostrar su maravillosa capacidad de lucha para afrontar todo género de riesgos y superarlos. Con actitudes pragmáticas nos hundiremos en la mediocridad, en la trivialidad y en la vulgaridad.
A la vista del comportamiento del estamento político -que está alcanzando niveles de insensatez desconocidas- y del silencio de una sociedad civil acobardada, lo que hace falta en la vida pública es gente con valores que los defienda con grandeza y asumiendo todos los riesgos que puedan surgir.
No necesitamos, en verdad, gente pragmática, gente que se conforme con el mal menor, gente que anteponga su propia comodidad a la obligación de evitar daños ajenos, gente que justifique su actitud pasiva o su falta de compromiso ante situaciones injustas en el miedo a consecuencias negativas para sus intereses.
La pandemia sanitaria va a tener un impacto negativo grave en la vida económica y en la convivencia social, y va a requerir que se respeten sin reservas las decisiones que propongan los expertos en estas materias por más que sean a veces incompletas o cambiantes. Y los expertos deben hacer lo necesario para contrastar sus opiniones con sus colegas para así evitar errores graves o situaciones de incertidumbre absoluta.
En todo caso, los ciudadanos tendremos que ser conscientes de que en estos momentos la solidaridad es además de una virtud, una obligación socia estricta y, por si fuera poco, el único camino seguro para superar esta situación dramática.
En resumen: no hay otro remedio que ser utópico.