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Obituario

Gil Carlos Rodríguez Iglesias, un jurista de enorme prestigio; por Araceli Mangas Martín

25/01/2019
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El pasado día 17 de enero falleció en Madrid Gil Carlos Rodríguez Iglesias, quien fuera juez del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (1986-2003) y su presidente entre 1994 y 2003. Dieciocho años en la institución que más ha contribuido a la integración real de los europeos. Ningún español ha estado tanto tiempo en una institución internacional del más alto rango y al frente de ella.

El Mundo 24.01.19

Este asturiano (Gijón, 1946), que estudió en la Universidad de Oviedo, llegó a la cúspide judicial europea por sus propios méritos a los 40 años. No por pertenecer a ninguna formación política y aprovecharse de los beneficios del clientelismo partidario como se ve tantas veces. Nadie le regaló nada.

Tras licenciarse en Derecho en 1968 por la Universidad de Oviedo, estuvo varios años en la Universidad alemana de Friburgo. Ya doctorado, y de la mano del maestro Manuel Díez de Velasco, prosiguió su carrera profesional en la Universidad Complutense de Madrid (1974-1982), con larga estancia posdoctoral en el Instituto Max-Planck de Heidelberg.

En 1982 logró la Cátedra de Derecho Internacional Público de forma competitiva -como se lograban antes, y no ahora por correspondencia rellenando casillas-. Tuvo un paso muy breve por la Universidad de Granada, apenas tres años; no obstante, el más fructífero de España pues dejó sembrada esa universidad -y luego las de Almería, Jaén y Cádiz- de discípulos de alta calidad.

En 1986, España ingresó en las Comunidades Europeas. El Gobierno de Felipe González buscó enviar a los universitarios más brillantes de los cuerpos del Estado o de fuera de ellos para poblar las instituciones europeas con lo mejor de la España constitucional. Gil Carlos Rodríguez era el jurista español con un conocimiento refinado del complejo Derecho comunitario. Además, dominaba el francés (el Tribunal sólo delibera en esa lengua), el inglés y el alemán a la perfección.

En la cumbre judicial europea, ya fuera como ponente ya como presidente, influyó en grandes sentencias que han cambiado el rumbo del Derecho en el mundo. Baste recordar la sentencia Francovich que inició el principio de la responsabilidad patrimonial del Estado por incumplimiento de normas de la UE. O los fallos que darían un giro espectacular a la tutela judicial efectiva de los derechos, incluida la suspensión cautelar de leyes de poderosos parlamentos nacionales. En una situación de urgencia, conforme a los tratados -sin necesidad de reunir el Pleno-, ordenó al presidente de Alemania suspender una Ley federal a fin de proteger los derechos de las personas (transportistas).

Rodríguez Iglesias era un hombre extremadamente educado, prudente y discreto. Un hombre tranquilo e íntegro. Consciente de la trascendencia de su labor judicial, no era dado a cultivar los medios de comunicación ni la vida política interna. No volvía a España para pastorear con políticos y buscar acomodos para su futuro. Era un jurista muy apreciado fuera de nuestro país y tuvo innumerables distinciones de los mejores colectivos de juristas y de instituciones públicas en el Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, Estados Unidos, Irlanda, Grecia y otros muchos países.

Aquella generación de españoles de la Transición, que daría proyección e influencia internacional a España hasta el siglo XXI, fue una excepción en nuestra Historia. Hemos vuelto a desdeñar los méritos de las personas preparadas por culpa del clientelismo de los partidos o del secular dominio de los linajes familiares. La falta de igualdad de oportunidades por origen socio-económico y vinculación política condena a la muerte civil a lo mejor de España. Ese clientelismo ha contribuido al declive internacional y europeo de España y a su mediocre clase política interna.

Cuando Rodríguez Iglesias regresó a España en 2003, ninguna institución política española fue capaz de poner al servicio de nuestro país su capital jurídico y de reconocimiento internacional. Al menos la Universidad Complutense de Madrid le ofreció volver a sus aulas en un concurso de traslado. Hoy ni tan siquiera sería posible algo así frente a los chusqueros -atrincherados sin enseñar ni investigar, y sin competir- en la decadente universidad española. Incluso años más tarde un ministro no diplomático de Asuntos Exteriores de Rajoy se permitió ser despectivo con el español que más prolongada presencia e influencia jurídico-internacional ha tenido España.

A Europa, a sus compañeros y amigos, a sus discípulos, siempre nos quedará la satisfacción de la integridad de un ciudadano ejemplar de España.

Gil Carlos Rodríguez Iglesias, jurista, nació en Gijón el 26 de mayo de 1946 y murió en Madrid el 17 de enero de 2019.

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