El gobierno griego sigue jugando al póker sin cartas, aunque empieza a ser muy consciente de que sus compañeros de mesa lo saben. Alexis Tsipras ha sido el primero en parpadear y por fin hace 48 horas solicitó la prórroga del actual rescate seis meses más. Al pedirla, cruza sus líneas rojas, como lo eran la suspensión del programa de privatizaciones y el aplazamiento del servicio de la deuda, banderas que ahora quedan atrás. Por no volver a casa con los bolsillos vacíos, el líder de Syriza regatea, quiere etiquetar el rescate con otro nombre y aliviar en lo posible unas condiciones ya negociadas y firmadas. Su meta es dar cuerda a la negociación y su problema encontrar suficientes aliados, mientras el reloj corre inexorable. Alemania se reafirma en el No. Grecia podría obtener quizá facilidades del BCE, a cambio de presentar resultados en sus proclamas de lucha contra el fraude fiscal, pero no mucho más.
En medio de rumores en Atenas de medidas de control para frenar la fuga de capitales, la absoluta dependencia de los bancos helenos de la financiación de emergencia del BCE ha empujado a la izquierda ganadora no hace un mes a reconectar con la realidad. Por si acaso, el Secretario del Tesoro de EE.UU. insta a un acuerdo y el comisario francés Pierre Moscovici entreabre la puerta a una menor austeridad en la Eurozona, pero sus colegas de la Eurozona no consienten en premiar la táctica radical de un socio que rompe con la lógica pactista europea. El mismo Miércoles de Ceniza Juncker pasaba de acusar a Tsipras de no saber de lo que habla a confesar que la troika ha pecado contra la dignidad de los griegos. Pero esa es una exageración verbal que incendia otras dignidades de Portugal, Irlanda, España... o Finlandia y Alemania, ensanchando la brecha entre países acreedores y deudores. La contención del fuego griego debería servir para hacernos ver por una vez que la Unión sabe manejar a la vez férreamente su poder sin perder la capacidad de atracción de los europeos de a pie, ni excluir a quienes votaron este 25 de enero en Atenas.