Junto con David Cameron, John Major fue el líder conservador que más padeció los ataques del ala euroescéptica de su partido. Esta semana, ha explicado con particular acierto cuál es la batalla principal de Cameron en Bruselas, conseguir reformas en el funcionamiento de la UE para evitar que gane el sí en el referéndum en 2017 sobre la permanencia del Reino Unido.
A día de hoy, la salida es una posibilidad muy real, a pesar de que tendría consecuencias muy negativas para este país y para el conjunto de la Unión. El veterano político sugirió desde su escaño en los Lores que el intento de que Jean-Claude Juncker no sea finalmente el presidente de la Comisión es un objetivo secundario. El primer ministro de China, Li Keqiang, de visita estos días en Londres, también ha dado a entender que espera que el Reino Unido siga formando parte de la península euroasiática, por razones de tamaño.
Sin embargo, Cameron se ha empeñado en competir con el partido a su derecha, UKIP, en el rechazo al luxemburgués, respaldado por el Parlamento Europeo y finalmente por Angela Merkel. La decisión sobre Juncker se ha tomado en el seno del Partido Popular Europeo, del que los conservadores se fueron en su día. Hoy esta formación británica comparte grupo parlamentario en Estrasburgo con el partido anti-euro Alternativa por Alemania, algo que indigna a Merkel, quien exigió a Cameron que votase en contra de su incorporación, aunque no tuviese escaños suficientes para bloquearla.
La fijación con Juncker es un error de cálculo tan grave como la torpe negociación que hizo el primer ministro en 2012 para bloquear el pacto fiscal, en la que quedó arrinconado en compañía de los checos. Es cierto que la competencia de los anti-europeos del UKIP es feroz, pero la actual UE responde en no pocas de sus políticas a una visión británica. Si Cameron quiere, hay espacio para ayudarle desde Bruselas a declarar victoria primero y luego ganar un referéndum fatídico.