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¿Un Estado federal?; por Bruno Aguilera-Barchet, Director del Instituto de Estudios Jurídicos Internacionales de la Universidad Rey Juan Carlos

30/12/2013
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El día 30 de diciembre de 2013, se publicó en el diario La Razón, un artículo de Bruno Aguilera-Barchet, en el cual el autor opina que la fórmula federal es un brindis al sol que no detendrá el envite nacionalista.

¿UN ESTADO FEDERAL?

Me preguntan mis colegas norteamericanos cómo es posible que en España algunos políticos propongan como alternativa al Estado central la fórmula del Estado federal. Porque para ellos ambos conceptos son sinónimos, ya que un Estado federal es un super Estado fuerte, con un Ejecutivo potente, que se impone a rajatabla a los diversos estados en aquellas áreas que la Constitución norteamericana le asigna.

Los Estados Unidos en sus orígenes no eran ni mucho menos una gran potencia sino una reunión endeble de trece estados independientes, cuyos delegados, bajo el marco constitucional de los Artículos de Confederación, sólo se reunían ocasionalmente en un Congreso. No es de extrañar que en aquel tiempo, los Estados Unidos no tuviesen ni para reunir un ejército para someter al granjero Shay que se rebeló contra el Estado de Massachusetts cuando los tribunales le quitaron su granja por no poder pagar la hipoteca. Aquella sublevación se redujo gracias a que un grupo de banqueros financiaron de su bolsillo una fuerza armada, pero algunos de los padres de la recién estrenada patria norteamericana, como Washington, Hamilton y Madison, comprendieron que hasta ahí había llegado la Confederación y empezaron a presionar para que se reuniese una Convención constitucional dirigida a crear un Estado federal fuerte, que se situara por encima de los intereses de las clases políticas de cada uno de los estados. Después de un gran debate nacional, en la Convención de Filadelfia y en el ulterior proceso de ratificación, laactualConstitucióndelos Estados Unidos entró en vigor en marzo de 1789, pocos meses antes de que estallara la Revolución francesa.

El federalismo norteamericano no fue sin embargo fácil de consolidar. Primero porque Jefferson trató de dar marcha atrás al ganar las elecciones presidenciales de 1800, aunque el presidente del Tribunal Supremo, el federalista John Marshall, se lo impidió tres años más tarde con su famosa sentencia Marbury vs. Madison, en la que estableció el principio de que el alto Tribunal tenía poder para declarar inconstitucionales las leyes votadas por el Congreso y por el mismo motivo oponerse a los nombramientos presidenciales. También fue necesario superar la sangrienta guerra civil en la que el Estado federal hubiera desaparecido si la Confederación se hubiese impuesto en el terreno de las armas. Por suerte para los Estados Unidos, el federalismo presidencial se impuso y por ello se convirtieron en la nación más poderosa del mundo.

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