LA GUÍA DEL ELEFANTE
Paso a paso, las conversaciones para formar otra gran coalición avanzan en Berlín. Desde que en las elecciones de septiembre, se quedó a la puerta de la mayoría absoluta, Angela Merkel teje sin prisas la trama de un Gobierno estable con el SPD, con quien ya pactó en 2005 un mandato que le propulsó al liderazgo europeo.
La ventaja de obtener mediante este pacto un claro predominio en el poder legislativo compensa el riesgo de dejar la oposición en manos de grupos pequeños, algunos de ellos, radicales. La negociación se parece más a una tediosa conferencia de expertos en política económica y social que a una pugna entre rivales políticos por conseguir más cuota de poder en el nuevo ejecutivo.
El encargado en la americana NSA de escuchar estos días el móvil de Merkel puede morir de aburrimiento. Los programas electorales no son líneas rojas, sino puntos de partida para formular un consenso, con una versión final que, aun cuando se vote por cada formación política, se alejará de cualquier visión partidista y cerrada. El voluminoso contrato de coalición resultante se redacta para no humillar al socio menor del acuerdo, a las bases populares de la socialdemocracia alemana, aunque el prestigio de la canciller dentro y fuera es tal que contará con margen de maniobra ante los imprevistos de ruta.
La reedición del gran pacto gusta mucho a los alemanes, tal vez porque entienden que es preferible aparcar diferencias ideológicas y son más conscientes de la magnitud de sus retos, desde acuñar otro diseño de la moneda común, a proseguir las reformas en su Estado de bienestar, sin perder el tren de la reindustralización, y exportar su made in Germany por Europa y el globo. La división de la eurozona en países acreedores y países deudores distorsiona las percepciones respectivas. Aún así, desde la realidad española es fácil admirar la metódica búsqueda de consensos entre los dos grandes partidos alemanes por el bien de su país.