VUELVE TURQUÍA
Dentro unos días la Unión Europea volverá a negociar con Turquía su adhesión, después de más de tres años de parón y poco progreso cuando soplaba el viento a favor. A mediados de 2010, estaba claro que la emergente potencia mediterránea había dejado de hacer reformas políticas y se alejaba de los estándares democráticos europeos, mientras mantenía una postura obstruccionista en el asunto de Chipre. La respuesta de Francia y Alemania fue dar a entender al régimen de Ankara que bloqueaban la negociación no por razones técnicas sino de fondo, en teoría ya superadas en las deliberaciones comunitarias, relacionadas con sus interrogantes sobre la condición euro pea del país candidato. Los gobiernos de París y Berlín aprovechaban además el caso para lucir discurso identitario ante sus electores, tentados por el populismo. Gracias a la buena situación de la economía turca durante estos años de crisis del euro, coincidentes con su gobierno islamista, y al persistente apadrinamiento británico, Ankara llama de nuevo a la puerta de la Unión.
Pocos creen en los dos equipos negociadores que su trabajo culminará algún día en el ingreso de Turquía como miembro de pleno derecho. En los aledaños de la Comisión Europea, interlocutora oficial de los países candidatos, se interpreta esta recuperación del diálogo como una manera de fortalecer las relaciones de la Unión Europea con uno de sus socios comerciales y estratégicos más importantes.
Se trata de cambiar la dinámica de alejamiento progresivo entre el bloque europeo y el que se puede formar en un futuro en torno a Turquía. El gobierno de Ankara puede desempeñar un papel muy importante en el Mediterráneo en una etapa de transformaciones y de incertidumbre política. La Turquía actual es una de esas penúltimas verdades con las que se hace una política exterior realista, el modelo de éxito relativo que tenemos más a mano y al que nos podemos referir los europeos de forma más natural en las relaciones con nuestra frontera del sur.