LA NUEVA CLASE MEDIA (AMERICANA)
El presidente Obama ha elegido de nuevo Galesburg, un pequeño pueblo de Illinois, afectado por la deslocalización de fábricas, como ejemplo y mantra para definir sus prioridades de gobierno, tras un complicado inicio de su segundo mandato. Con buen criterio, el presidente (al que cinco años después las televisiones conservadoras siguen negando este tratamiento y aún llaman Mr. Obama) ha presentado una idea fuerza a partir de la cual hacer propuestas sobre el nuevo presupuesto y el techo de deuda pública en otoño. Se trata de fortalecer a la clase media mediante el refuerzo de la igualdad de oportunidades, motor a su vez de la movilidad social y la pujanza económica.
Sin la posibilidad del ascenso meritocrático, Estados Unidos corre el riesgo de convertirse en una plutocracia, cuyos miembros capturan el proceso político para servir a sus intereses. Obama mismo encarna este sueño americano de progreso económico y social. Piensa que el gasto inteligente en educación, industria e infraestructuras es el camino para competir en la globalización y culpa a los republicanos extremistas de boicotear la acción de gobierno.
John Boehner, el líder republicano de la Cámara de Representantes, ha llegado a decir que sus electores deberían evaluarlos por el número de leyes que rechazan. Obama tiene a su favor que la sensación de recuperación económica empieza a notarse, a pesar del derrumbe de lugares como Detroit. Aunque no consiga resultados inmediatos, su discurso político a favor de la clase media insufla nueva vida en el credo demócrata, lo centra e impulsa a Hillary Clinton en 2016 hacia la Casa Blanca. El quid de la salida a esta profunda recesión es que el centro de gravedad de nuestras sociedades no se desplace de la clase media a los extremos.
Obama recupera un concepto que se puso de moda en la posguerra, de donde sale el “American way of life” y nace el atractivo y la influencia del poder blando americano.
