UNA CARRERA ABIERTA
Barack Obama y Mitt Romney han celebrado la fiesta nacional del 4 de julio con la sensación de que no hay nada decidido en la carrera electoral por la presidencia. Las encuestas los sitúan a solo tres puntos (44 a 47) y la leve ventaja de Obama no significa todavía nada El presidente, sin embargo, contempla con cierto alivio sus números en los doce Estados en los que pueden ganar tanto republicanos como demócratas. En todos ellos Obama mantiene por poco la posición de favorito y en especial ha mejorado en Florida, Ohip y Pensilvania. Romney es percibido como más preparado en asuntos económicos, mientras que el presidente gana en asuntos internacionales, siempre que la crisis del euro no se agrave e irrumpa en la campaña. La sentencia del Tribunal Supremo convalidando la nada popular reforma sanitaria es un triunfo que incomoda a Obama Por un lado, le permite reivindicar el principal logro de su presidencia, pero por otro tiene que hacer frente al argumento envenenado del juez John Roberts, que presenta su ley como parte de la prerrogativa del poder federal para crear impuestos. En general, más ciudadanos se muestran dispuestos a votar a Romney como manera de ir en contra de Obama que al revés, gracias a que los numerosos anuncios negativos de los republicanos dan sus frutos. En el fondo, asistimos a una contienda electoral entre dos candidatos moderados, cuyas decisiones principales en los años próximos estarán muy condicionadas por la crisis económica y la revisión del papel de Estados Unidos en el mundo. Existe el temor fundado de que si Romney es elegido finalmente acabe siendo tan prisionero como Obama de un poder legislativo en manos del ala radical del partido republicano. A cambio, los votantes de Obama confían en que las experiencias difíciles de este primer mandato le conviertan en un presidente más preparado para dejar huella.