IGUALDAD ANTE EL DOLOR
Tras su victoria en las primarias del pasado martes todo indica que Mitt Romney disputará a Barack Obama la presidencia en otoño. Pero nadie se cree del todo al millonario mormón y el debate sobre la reforma de la sanidad no le ayuda. Los estrategas republicanos concentran sus esfuerzos en apoyar a los candidatos a al Congreso que también se elegirán en noviembre. De este modo, dan a entender que la victoria de Obama es más que posible y optan por prepararse a bloquear de nuevo desde el poder legislativo la acción de gobierno del presidente demócrata en un segundo mandato. Romney es competente y moderado, mas no entusiasma ni a los suyos, por no hablar del rechazo que causa en la potente ala radical del partido republicano. Carece de visión y de discurso y no tiene autoridad para criticar a Barack Obama por su reforma más importante, la de la sanidad pública, ya que él mismo impulsó una muy parecida cuando era gobernador de Massachussets. Este asunto será central en los próximos meses, por el recurso pendiente ante el Tribunal Supremo. Todo indica que los nueve jueces vitalicios más poderosos del mundo podrían declarar inconstitucional parte del plan de sanidad de Obama. Se trata de una reforma que extiende el seguro médico a más de treinta millones de americanos, excluidos de toda cobertura salvo en casos de urgencia. El sistema anterior era tan injusto como caro y ni siquiera respondía al contrato social norteamericano, por mucho que ponga el acento en la libertad individual frente al Estado. La reforma de Obama ha puesto encima de la mesa algo tan básico como la igualdad ante el dolor. El presidente ha pasado ya a la ofensiva para defenderla y ha advertido al alto tribunal que en materia de legislación social y económica casi siempre hay que respetar la voz de la mayoría.