EL ENIGMA SOTOMAYOR
A menos que suceda un desastre, usted será confirmada. La profecía del senador republicano Lindsey Graham al principio de las audiencias se ha cumplido. Con una holgada mayoría, Sonia Sotomayor fue confirmada por el Senado el pasado jueves como nueva magistrada del Tribunal Supremo de EEUU.
El debate ha sido bastante pacífico. Nada que ver con los ataques demócratas a los jueces Robert Bork (propuesto por Reagan) o Clarence Thomas (propuesto por Bush padre). El primero fue políticamente crucificado, de modo que las tácticas utilizadas contra él fueron tan violentas (no fue confirmado por el Senado) que en la terminología jurídica acabó acuñándose el verbo to bork (recogido por el diccionario inglés de Oxford) para definir el ataque brutal y sistemático contra un candidato a un cargo público para impedir su elección. Aunque el candidato conservador afroamericano Douglas acabó siendo confirmado por el Senado, confesó que el tratamiento de choque que le aplicaron los senadores demócratas fue la versión moderna del linchamiento de los negros en la época de discriminación racial.
Desde luego Sotomayor ha sido sometida a un exhaustivo interrogatorio. En especial por la acusación de un supuesto racismo al revés, basado en dos datos. El primero, al comentar en un discurso que la mujer latina sabia está más cualificada para juzgar con sentido común que un hombre blanco. El segundo, al recibir desde el TS -del que ahora es magistrada- un fuerte varapalo al rechazar éste la sentencia Ricci vs. De Stefano -que ella contribuyó a redactar- y en la que se anulaba el nombramiento de una serie de bomberos blancos por no haber seleccionado el Ayuntamiento de New Haven también a alguno de los candidatos afroamericanos. El TS falló que: La voluntad de evitar una discriminación no intencionada [contra negros] no puede justificar la discriminación claramente intencionada [contra blancos]. La respuesta de Sotomayor a esta acusación no parece haber satisfecho a los senadores republicanos, que en su mayoría votaron contra ella.
¿Qué supone este nombramiento? Ante todo, algo así como el milagro Obama, segunda parte. El sueño americano no se encarnaría ahora en un afroamericano de origen keniano y raíces islámicas, sino en una latina del Bronx que, desde una humilde familia portorriqueña, llega a la cúspide del poder judicial. Si además se piensa que, de los 111 jueces que ha tenido el TS, 107 han sido hombres de raza blanca y sólo dos han sido mujeres, ya se entiende que el nombramiento de una tercera acrecienta la importancia de la juez Sotomayor. El sueño se devalúa algo cuando se constata que el primer magistrado latino del TS no ha sido Sotomayor (como se está afirmando), sino Benjamín Cardozo, judío sefardí, de origen portugués-hispano. En todo caso, la minoría hispana estadounidense se revalúa notablemente con este nombramiento, al igual que la minoría afroamericana se potenció con Obama.
Otro dato de interés es que, con su nombramiento, se produce el hecho insólito de que seis de los nueve magistrados del TS son católicos, lo cual arroja al agujero negro el tradicional prejuicio anticatólico americano. Esta antigua versión del malvado papista se atenuó con la elección de Kennedy, se diluyó por el alto porcentaje de precandidatos católicos (seis) en las elecciones presidenciales del 2008, y prácticamente ha dejado de existir dado el alto número de católicos congresistas, políticos y, ahora, jueces del TS. Esta la ideología tendrá su influencia en los futuros votos en la Corte.
Sotomayor ha sido bastante enigmática en temas que hoy dividen a la sociedad americana. Analizando sus declaraciones en la audiencia del Comité Judicial del Senado uno queda perplejo por la abundancia de respuestas ambiguas, sin comentarios directos que expliquen claramente su ideario y su filosofía social. En los temas polémicos -aborto, pena de muerte, derecho a las armas, relaciones poder estatal y poder federal- la candidata se atrincheraba en el drew the line, es decir, trazando una línea y distanciándose del asunto: Debo permanecer al margen de casos particulares que pueden llegar luego al TS.
Ha sido un juego de estrategias, en el que a la astucia de los senadores al insistir en asuntos en los que se ponía a prueba la coherencia o las contradicciones de la nueva magistrada, ha correspondido Sotomayor amparándose en el valor de los precedentes judiciales y eludiendo el peligro de intentar vender su ideología o demostrar que no la tiene. Así pues, el enigma que durante años representó el dimisionario magistrado (David Souter) se prolongará con Sotomayor.
¿Cuál será, por ejemplo, la postura de la nueva magistrada (55 años, divorciada, sin hijos) en materia de aborto? Para poder hacer una previsión de futuro conviene pulsar la evolución de la sociedad americana respecto a dos problemas: igualdad racial e interrupción voluntaria del embarazo. Así como hay precedentes que han unido a los estadounidentes firmemente en torno al ideal de la igualdad racial, el consenso entre el pueblo norteamericano en relación a sentencias más tolerantes con el aborto se está resquebrajando. Una encuesta demuestra que sólo el 18% de los americanos está a favor de la legalización del aborto en todos los casos; el 28% afirma que debería ser ilegal en la mayoría de los casos, y el 16% entiende que debería ser ilegal en todos los casos. Es decir, el 72% de los norteamericanos se oponen al aborto sin restricción y sólo el 18% está a favor. Algo parecido ha concluido Gallup en su última encuesta. Al analizar estos datos se puede observar que los norteamericanos, por un margen de más de tres a uno, desean leyes más duras en esta materia. Éstas, normalmente provendrán de los propios estados y algunas de ellas llegarán por recurso hasta el TS. ¿Qué hará Sotomayor?
PARTIENDO del principio jurídico de que los precedentes en el derecho americano son importantes, pero no están esculpidos en la piedra, puede que se alinee con los cinco magistrados del TS que desean devolver a los estados la competencia sobre el aborto o cabe que se aferre a los precedentes, manteniendo la actual regulación permisiva. Si hace lo primero, apostará por el cambio; si es lo segundo, no será acusada de políticamente incorrecta.
Hace años, al comentar el nombramiento del actual presidente Roberts, me referí al TS como un pequeño organismo con un inmenso poder y al analizar las contiendas jurídicas que se producen en su interior comparaba a los nueve jueces con nueve escorpiones en una botella. La ventaja de Sotomayor sobre los anteriores nominados es su experiencia. Pocas veces llega a la Corte Suprema alguien con 17 años sobre el estrado. Una carrera impulsada por un republicano -Bush padre, que la nombró juez de distrito en Manhattan, convirtiéndose, un año después, en la primera juez federal hispana en Nueva York- ha culminado con este nombramiento de Obama. ¿Confirmará los temores republicanos o defraudará las expectativas demócratas?
Seamos cautos, pues es difícil prever lo que ocurre en la psique de un juez del Supremo. El juez Frankfurter, que tuvo la oposición de los sectores conservadores del Senado por sus tendencias izquierdistas, acabó convirtiéndose en el líder conservador del TS. Al contrario, Black, con fama de ultra (fue del Ku Klux Klan), se puso a la cabeza de los liberales