SOBRE LA DEMOCRACIA Y ALGUNOS MALENTENDIDOS
Considera Ignacio Sánchez Cámara, que aunque todos hablan de democracia, no todos al hacerlo hablan sobre lo mismo. Por ese motivo no faltan las tergiversaciones y suplantaciones, y, también, los malentendidos.
Para el autor algunos de los ejemplos de estos malentendidos son cuando el Gobierno considera que las críticas de la Iglesia católica a su proyecto de extender la institución del matrimonio a las uniones homosexuales entraña una falta de respeto al Parlamento y, por ello, a la soberanía nacional y una ilegítima intromisión en la política, o cuando la mayoría parlamentaria en las comisiones de investigación impide comparecencias solicitadas por una minoría.
El autor entiende la democracia en el sentido representativo y liberal, como una forma o método político que posee valor moral, pero que no garantiza la moralidad de sus resultados, pues éstos dependerán, sobre todo, del criterio y de la formación moral de la mayoría de los ciudadanos. El acuerdo de voluntades es una excelente fórmula para determinar el contenido de las leyes, pero no para discernir entre el bien y el mal en sentido moral. La democracia es una forma de gobierno, no un método científico ni un criterio de la moralidad. Es una condición necesaria, pero no suficiente, de la justicia, pero no tiene nada que ver con la verdad, ni en sentido filosófico, ni científico, ni moral. Expresa un acto de voluntad, una forma de tomar decisiones colectivas. Pero la mayoría no tiene necesariamente razón. Lo que tiene es la fuerza democrática. Si abusa de ella, degenera en tiranía.
Para Ignacio Sánchez Cámara, la formación de la opinión mayoritaria requiere la existencia de determinadas condiciones sin las que la democracia no puede existir. Así, el respeto a la decisión mayoritaria debe ir unida al respeto a las minorías y a la libertad de crítica. Cuando una minoría o un grupo o institución discrepan de la decisión de la mayoría no vulneran la democracia sino que, por el contrario, la ejercen.
Según el autor, ni las leyes lógicas ni las teorías científicas se oponen a la democracia. Tampoco las verdades reveladas de la religión o las pretensiones de las doctrinas filosóficas de alcanzar la verdad. Donde, desde luego, no se encuentra la verdad es en las Ejecutivas de los partidos ni en las votaciones parlamentarias. Entre otras razones, porque no es su misión la de determinar lo verdadero y lo falso.
Así, en el caso de que el Parlamento español legalizara el matrimonio entre personas del mismo sexo tan demócrata sería quien está favor como quien está en contra, mientras no aspirara a imponer su criterio por la fuerza sino mediante la convicción. Tan antidemócrata sería la minoría que, salvo el caso de objeción de conciencia, incumpliera la ley y pretendiera imponer por la fuerza su criterio, como la mayoría que impidiera la libertad de crítica y tildara al discrepante de antidemócrata. Decir lo que se piensa y proclamar lo que uno estima que es la verdad nunca es contrario a la democracia.
Finalmente considera que mayoría ha de tener el derecho a gobernar, si bien no de forma absoluta e incondicionada, pero no el derecho a legislar en el ámbito de la moral, propio de la conciencia y no de la opinión pública.