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Regeneración democrática de parte; por Elisa de la Nuez, abogada del Estado

18/07/2024
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El día 18 de julio de 2024 se ha publicado, en el diario El Mundo, un artículo de Elisa de la Nuez, en el cual la autora opina sobre el plan de regeneración democrática.

REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA DE PARTE

Tal y como estaba previsto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba este miércoles en el Congreso el “esqueleto” de un plan de regeneración democrática centrado en algunos aspectos tan controvertidos y tan relevantes para la calidad de una democracia liberal representativa como la necesidad de garantizar la libertad de expresión y de información pero, también, el que esa información sea veraz y no contribuya a la desinformación de los ciudadanos. Ciudadanos que, en último término, son los que deciden en una democracia. Aunque ha tratado otras cuestiones, por razones de espacio me centraré sobre todo en lo relativo a la independencia, pluralismo y libertad de los medios de comunicación. Pedro Sánchez ha recordado, lo que es cierto, que estamos ante un problema global y no simplemente nacional, y que los “viejos enemigos de la democracia” tienen ahora nuevos instrumentos tecnológicos a su servicio (como la IA) para interferir en el debate público, máxime si tenemos en cuenta que muchas personas, y muy en particular los jóvenes, ya no se informan a través de lo que podríamos denominar medios de comunicación tradicionales.

En este sentido, es sin duda preocupante que, como también ha dicho Pedro Sánchez, uno de cada cuatro jóvenes españoles piense que vivir en una democracia no es demasiado relevante o que gobiernos de cariz autocrático vayan ganando terreno dentro incluso de la Unión Europea. Pero, claro está, esto no es un problema exclusivamente provocado por los bulos o la desinformación de los pseudomedios de la ultraderecha o por la fachosfera, como él mismo da a entender al tratar las informaciones que afectaban a su cónyuge, ni tampoco es un problema de interpretación de los datos de una manera que al Gobierno de turno le parece inadecuada o poco solvente.

En ese sentido, los ejemplos que ha seleccionado para ilustrar lo que son bulos causan un poco de preocupación: ha considerado como tales, por ejemplo, negar que la economía española “va como un cohete” (por usar su propia expresión) o señalar que la okupación de viviendas no es un problema real, a la vista de los datos, o que los españoles perciben que hay más inmigración de la que realmente hay. Sobre todo, cuando hubiera podido encontrar con facilidad ejemplos de bulos bastante más transversales, valga la expresión, como los que generan un día sí y otro también la propaganda rusa. Que, por cierto, es el tipo de bulos que preocupa más a nivel europeo, y con razón.

Volviendo a uno de los desafortunados ejemplos de “bulos”, si hay un tema complejo informativamente es la economía. En primer lugar, porque el hecho de que la economía vaya bien o mal no es en absoluto un mérito (o un demérito) exclusivo del Gobierno de turno, aunque las buenas o malas políticas públicas puedan influir, claro está. Pero, en segundo lugar, porque cada medio o cada periodista especializado puede poner el foco en aspectos muy diferentes, sin que eso suponga negar el crecimiento del PIB: inflación, desigualdad, pobreza infantil, sueldos, productividad, etc. En fin, sin ser economista y simplemente leyendo informaciones diversas en medios diversos -algo siempre muy recomendable- cualquiera se da cuenta de que es un tema lo suficientemente amplio y complejo para que todos esos focos (o puntos de vista) sean compatibles y no pueda hablarse seriamente de un bulo por negar lo que el Gobierno considera un logro (suyo) indiscutible. Lo mismo cabe decir de las okupaciones: habrá pocas en relación con el parque total de viviendas, pero aunque los números sean pequeños, a la persona en concreto que la sufre no le parece en absoluto un bulo y su historia, aunque no sea la regla general, merece atención. Es legítimo poner el foco informativo ahí, y también pedir reformas legales para desincentivarla. Y podríamos seguir. En eso consiste también la prensa libre, independiente y plural que el presidente ha reivindicado al comienzo de su discurso. La independencia también hay que predicarla con los criterios u orientaciones del Gobierno.

Partiendo de esta base, quizás la pregunta más importante es si un plan de estas características puede elaborarse sólo desde el Gobierno o incluso desde el Gobierno con el apoyo de sus actuales socios parlamentarios en un ambiente de extrema polarización. En este sentido, si de verdad el propósito no es puramente partidista -como teme la oposición, no sin razones- este plan debería tener el más amplio consenso posible entre todos los partidos pero, además, debería contar con la propia ciudadanía a través de las organizaciones de la sociedad civil que llevan años trabajando en estas cuestiones. Y, por supuesto, con los principales afectados, que son los propios profesionales del periodismo, con los medios públicos y privados. En ese sentido, esperemos que efectivamente se abra un diálogo serio, porque ya les adelanto que el (también) anunciado “Plan de Gobierno abierto” no sirve para nada, y hablo desde la experiencia. Simplemente les diré que aunque ni ustedes ni nadie lo hayan notado, España está desarrollando nada menos que el IV Plan de Gobierno abierto donde se convoca a las organizaciones civiles básicamente para cubrir el expediente. Eso sí, luego tenemos todos los días trámites de urgencia y plazos exiguos para las consultas públicas, cuando las hay, y la transparencia, cuando al Gobierno no le interesa dar determinada información, brilla por su ausencia.

Por tanto, en un tema tan enormemente delicado sería muy conveniente y también muy tranquilizador reunir todos los consensos posibles. En ese sentido, el presidente del Gobierno ha señalado como un logro que la aprobación del Reglamento Europeo sobre la Libertad de los Medios de Comunicación ha sido el producto de un amplio consenso en el Parlamento europeo del que solo ha quedado excluido la ultraderecha (sin mayor precisión, dado que ahora hay varias). Razón de más para intentar algo parecido en el desarrollo normativo que pueda hacerse a nivel nacional allí cuando sea necesario -en algunos casos lo será- porque ciertamente el Reglamento europeo me parece un instrumento jurídico adecuado, equilibrado, que establece garantías proporcionadas para luchar contra la desinformación y que es básicamente respetuoso con los principios y valores básicos de las democracias liberales representativas y además, como es sabido, es de directa aplicación a partir de agosto de 2025. ¿Por qué no intentar conseguir algo parecido a nivel nacional? Esta sería la prueba del algodón para que este plan generase confianza a partidos, medios y ciudadanos.

En suma, no nos deberíamos alejar demasiado de esta norma más allá del desarrollo que resulte imprescindible, como puede ocurrir con cuestiones relativas a la regulación de la publicidad institucional, al derecho de rectificación y, de forma muy destacada, a la transparencia acerca de la información sobre accionistas y propietarios, mecanismos de financiación (también pública) y medición de audiencias. En este apartado, para que la credibilidad sea mayor, no deberíamos olvidarnos de los medios de comunicación públicos, que pagamos directamente los contribuyentes. Muchos de ellos no son solo muy reacios a proporcionar información sobre costes de sus programas, contratos, sueldos, etc. (información pública por definición), sino que además son utilizados muy desacomplejadamente como órganos partidistas por los gobiernos de turno.

Por último, creo que habría que apelar a la responsabilidad de los propios profesionales de los medios de comunicación. Pedro Sánchez ha empezado su alocución recordando que el periodismo no sólo es esencial para una democracia saludable, sino que también muchas veces es una profesión de riesgo. Para los que admiramos, y mucho, a tantos y tantos periodistas que actúan como auténticos contrapesos al poder (lo ostente quien lo ostente) y no como sus voceros o terminales mediáticas, que están dispuestos a jugarse no sólo su bienestar material y su reputación sino incluso su vida en condiciones extremas, a investigar de verdad caiga quien caiga, pero también a ser humildes y a rectificar si cometen errores, a no caer en el click fácil, a verificar las informaciones (especialmente cuando coinciden con los sesgos propios), a escuchar a los que piensan diferente y a estudiar en profundidad un asunto cuando hace falta es una buena oportunidad. Una oportunidad para defender su dignidad profesional, y autorregularse, garantizando la profesionalidad y la decencia, dos cualidades que en el ámbito periodístico -como en tantos otros de la vida- tienen que ir de la mano.

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