SER O NO SER DEMOCRACIA
Las peripecias y vicisitudes que, entre asombrados y abochornados, hemos conocido estos día en relación con el voto por correo, reclaman un breve viaje al fondo de la cuestión. Un viaje que pone de manifiesto aspectos mejorables, muy mejorables, de nuestro procedimiento electoral, precisamente en esta vertiente del voto de los ciudadanos en elecciones. Pero antes, unas pinceladas generales para enmarcan el tema.
La democracia se basa, sobre todo, en dos grandes fundamentos. La limitación del poder, que hoy brilla por su ausencia en tantas latitudes y, sobre todo, la participación ciudadana que se concreta, aunque no solo, en el derecho al voto en elecciones libres. Pues bien, en España, después de no poco esfuerzo, decidimos constituirnos en un Estado social y democrático de Derecho, en un Estado en el que Pueblo soberano otorgó su confianza a sus representantes para que gobernasen en su nombre.
La esencia de la Democracia -y la escribo con mayúsculas- está en que esa confianza del Pueblo -porque es el Pueblo quien gobierna a través de su representantes- se mantenga y no sea defraudada. Si así fuera, sería la prueba de la victoria de la demagogia, hoy tan presente en tantas latitudes, también entre nosotros como se acredita en este tiempo.
Pues bien, para evitar que los demagogos -y los corruptos que los anuncian-puedan dañar esa confianza esencial ante unas elecciones donde el Pueblo es directamente el protagonista de la Democracia, no deben existir situaciones como las que abren estos días los medios de comunicación.
Examinada la cuestión desde la perspectiva jurídica, podemos afirmar que, si se han dejado puertas abiertas, si se han dejado vacíos por donde los corruptos -antesala de los demagogos- han podido campar a sus anchas por caminos que nunca debieron transitar, no esperemos que medidas jurídicas a posteriori -como las propias del Derecho Penal- resuelvan el escándalo. Solo atacando sus causas podremos corregir el rumbo y evitar situaciones como las actuales.
Más vale prevenir que curar. El voto por correo no puede favorecer que los corruptos intenten alterar la voluntad del Pueblo soberano. Y si se tolera, si los legisladores que tienen la responsabilidad de evitarlo lo permiten, es lógico y natural que el Pueblo Español indague sobre las causas del desaguisado.
Porque la Democracia o es, o no es. O el Pueblo soberano confía en que sus representantes han sido libremente elegidos, por sufragio universal, libre, directo y secreto o, si pierde esa confianza, cualquier cosa, hasta la más abyecta, puede ser posible.
En este sentido, tiene razón la Junta Electoral Central cuando recuerda que el artículo 73.3 de la ley del régimen electoral general no exige que el elector personalmente acuda a la oficina de correos a certificar el sobre de votación, sino que puede hacerlo cualquier persona en su nombre, sin que quepa exigir la identificación del elector en el momento de hacer entrega del sobre con el voto.
Este criterio ha sido además avalado por la jurisprudencia, al señalar que el legislador ha cuidado, en la modalidad del voto por correo, que la solicitud del mismo y la recepción de la documentación electoral sean realizados por el elector de forma personal o por quien acredite apoderamiento bajo fe pública.
Por el contrario, una vez recibida la documentación por el elector solo exige que se remita por correo certificado a la Mesa, sin que de manera especial establezca la normativa expuesta que esa remisión deba necesariamente de ser, como debiera, un acto personalísimo, pudiendo encomendarse a una tercera persona (Sentencia del Tribunal de Justicia de Extremadura de 27 de junio de 2003).
No es posible exigir un requisito que no está previsto por la ley electoral, cuando esto se lleva aplicando así desde su aprobación en 1985, sin que el legislador haya entendido que era necesaria su modificación, como ha sucedido con otros aspectos del voto por correo.
Pues bien, la experiencia, especialmente lo que estamos padeciendo estos días, nos ha enseñado que es el momento de modificar el procedimiento. Exactamente igual que el voto en urna debe ser presencial, la exigencia de que la remisión del voto por correo certificado a la Mesa sea presencial y con identificación del votante es hoy una imperiosa necesidad si queremos mejorar la calidad del procedimiento electoral por correo y evitar que nuestro país sea calificado como lo está siendo en el concierto internacional. Es lo lógico y lo razonable.
Seguir igual, sin impedir estás execrables prácticas que de ninguna manera nos merecemos, es inaceptable y hasta podría ser calificado como complicidad con la corrupción. Aprovechemos este infausto momento para hacer las reformas legales que todos esperamos y cuanto antes.
Y si el Pueblo ve, oye y comprueba que no se atajan las causas de la corrupción, entonces no podemos escandalizarnos de la desafección y del pensamiento de muchísimos ciudadanos acerca de la política y sus actores.
Ser o no ser, esa es la cuestión. O la Democracia es el Gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo o será lo que pronosticaba Aristóteles como su contrario: el reino de la Demagogia. Muchos autores, clásicos y contemporáneos, nos lo han advertido. Que su advertencia no caiga en el olvido y que los tristes y corruptos ejemplos que estamos viendo conduzcan a reformas claras y precisas de le legislación electoral.
Necesitamos que la Democracia lo sea con mayúsculas siempre.