EL ESPÍRITU DE ALGUNOS JUECES
Javier Gómez de Liaño considera que la Sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo que condena a once magistrados del Tribunal Constitucional como responsables de negligencia grave en el ejercicio de sus cargos es una mala noticia porque, en su opinión, cuesta trabajo creer que el Tribunal Constitucional dicte autos y sentencias injustos.
Para el autor es una pésima sentencia, y afirma en su artículo que no es porque exigir responsabilidad a los magistrados del Tribunal Constitucional le parezca mal, sino por el hecho de que la decisión de los magistrados del Tribunal Supremo tiene un entonamiento que se aleja de los términos racionales y jurídicos.
Continua Javier Gómez de Liaño diciendo que desde el nacimiento del Tribunal Constitucional, en 1979, éste órgano ha sido objeto de recelo por parte de los titulares de algunos órganos de la jurisdicción ordinaria, sobre todo y fundamentalmente, por parte del Tribunal Supremo.
En este sentido, recuerda el autor las imputaciones que hicieron los magistrados de la Sala Civil del Tribunal Supremo a los del Tribunal Constitucional cuando éste último dejó sin efecto la Sentencia pronunciada por el Tribunal Supremo conocida como “asunto Isabel Presley”.
Si desde siempre la imparcialidad del juez ha sido una de las exigencias de la justicia, para Javier Gómez de Liaño, todos los magistrados autores y firmantes de la sentencia comentada deberían haberse abstenido o, en su caso, haber sido recusados.
Volviendo a la reciente Sentencia del Tribunal Supremo, opina el autor que, digan lo que digan sus ocho fundamentos de derecho, sólo hay una apariencia de juridicidad, pero nada más.
Según Javier Gómez de Liaño los autores de la sentencia han conseguido sembrar el desconcierto entre la clase jurídica e incrementar la desconfianza de la gente en la justicia.
Continua diciendo en su artículo que los magistrados de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, en su inmadurez, han olvidado que las sentencias, para ser justas, han de adecuarse a la verdad y que encierra un engaño afirmar que dicha sentencia es un fiel reflejo de la justicia y leal aplicación del principio de que todos somos iguales ante los tribunales.
Termina el autor afirmando que la justicia lleva mucho tiempo sin funcionar y que lo primero que hay que hacer es enfrentarnos a nuestra propia realidad judicial. En su opinión, mientras los jueces y políticos disimulen y no arbitren soluciones la justicia no funcionará bien.