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Ocio y negocio; por Federico Fernández de Buján, Catedrático de la UNED

18/12/2017
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El día 16 de diciembre de 2017, se ha publicado en el diario ABC, un artículo de Federico Fernández de Buján en el cual el autor considera que ocio y negocio, bien desarrollados, proporcionan ocasiones de aprender, descubrir y conocer.

OCIO Y NEGOCIO

La Navidad llama a nuestra puerta. Y con ella, unos días entrañables de fiesta y descanso. Su espíritu de paz y amor está enraizado en nuestra cultura. Pertenece a toda persona de buena voluntad. Un nuevo año está a punto también de entrar en nuestra vida. Otro año más mejor que otro año menos. Parece que fue ayer cuando volvíamos del verano. Y con el comienzo del año, una vez más, buenas intenciones y propósitos. Propongo uno, tan viejo en su formulación como frustrado en su cumplimiento: disfrutar de todo lo que llenará nuestra vida, sea ocio o trabajo. Ambos se integran y son necesarios para recrearnos, es decir, para gozar y realizarse.

Se vuelve al negocio después de un periodo de ocio. ¡Dichoso aquel que vuelve feliz, desde un lugar donde le gusta sosegarse a otro en que le gusta trabajar! Entiéndase por “lugar”, no un espacio físico, sino unas “condiciones” -compañía, convivencia, hobbies y ocupaciones- con las que nos sentimos a gusto. Entiéndase por “feliz”, no solo quien disfruta de una situación óptima sino todos quienes tienen una situación aceptable. Lo perfecto no existe. Quien lo busca, encuentra solo frustración. No es justo protestar cuando se descansa y trabaja, razonablemente bien. Hay que valorarlo y dar gracias. Los creyentes a Dios, los demás a “la vida”. Unos y otros agradecidos a quienes hacen nuestra existencia más amable. Hay que pensar en tantos que no tienen trabajo y/o descanso. Y hacer lo que esté en nuestras manos para ayudarlos.

¿Es el ocio un estado ideal y el negocio, o trabajo, una maldición, que algunos dicen “divina”? Sólo una civilización desnortada puede concebir el ocio como una situación estable que se pretende alcanzar como fin: vivir sin trabajar. Además, el ocio actual se configura como ordinario e inútil. Es encarnación estéril del peor “dolce far niente” perpetuado en el tiempo.

Suele malinterpretarse el pasaje del Génesis que narra la expulsión del Paraíso. Se precisa tomar las aguas desde arriba para su comprensión. En el pensamiento judeo-cristiano, inspirador de la cultura occidental, el Supremo Hacedor crea al hombre: “Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gn. 1,26). Obsérvese que la creación lo es del “ser humano”, uno solo; si bien diferenciado, en cuanto que lo crea sexuado: “Varón y hembra lo creó” (Gn. 1,27). Y añade el hagiógrafo: “Puso al hombre en el huerto de Edén, para que lo cultivara”. Dios confió la tierra al hombre para que con su trabajo dominara, es decir, cuidara lo creado. El trabajo es parte del plan genuino del Creador. El castigo, consecuencia de la desobediencia, no es el trabajo sino cansancio que provoca: “Comerás el pan con el sudor de tu frente” (Gn. 3,19). El trabajo es ennoblecido por el cristianismo, pues en el mundo antiguo era menospreciado.

Supuesto el trabajo como consustancial al ser humano, ¿se descansa por haber trabajado, reponer fuerzas y volver a trabajar o bien el descanso no depende del trabajo? Desde un punto de vista ontológico, trabajo y ocio son categorías sustantivas. Uno no es causa del otro, si bien se suceden en todo ciclo vital. Entonces, ¿cuál es antes? Nuestra sociedad contemporánea concibe el descanso como un tiempo para relajarse después de trabajar. El Diccionario de la RAE define el ocio como: “Cesación del trabajo total omisión de la actividad”. La legislación laboral reconoce un derecho a las vacaciones solo después de trabajar. En bella expresión italiana: “Primo lavorare, dopo piacere”. Los periodos prestablecidos y retribuidos de descanso semanal y anual son una conquista recientísima en la historia de la humanidad.

En el mundo grecorromano trabajo y ocio presentaban realidades bien diversas dependiendo de la clase social a la que se pertenecía. El común de los mortales contemplaba el trabajo como una actividad ininterrumpida y el duro bregar diario cesaba solo por imperiosa necesidad vital de descansar, siquiera por la noche. Por el contrario, para los pudientes el otium era el estado permanente en el que el individuo se realiza. El filósofo, jurista, profesor, arquitecto o médico ejercían su officium como forma de ocio. El ocio era un concepto positivo y cesaba cuando comenzaba el negotium, expresión contrapuesta al otium, pues la partícula neg implica negación. La primera acepción de negocio en el Diccionario de la RAE es: “Ocupación, quehacer o trabajo”. En la Grecia o Roma clásicas, la realización de una actividad será negocio u ocio dependiendo de que sea o no retribuida. La tercera acepción de negocio en el DRAE afirma: “Aquello objeto de una ocupación lucrativa o de interés”.

Ocio y negocio, bien desarrollados, proporcionan ocasiones de aprender, descubrir y conocer. Reivindico al homo ludens junto al homo faber. Si trabajar dignifica, disfrutar-descansar es ineludible complemento. Afirma Luciano en siglo II d. C.: “Los que cultivan el atletismo les importa su forma física y cuidan el descanso como parte importante de su entrenamiento los que se dedican a las letras después de largas lecturas de obras profundas deben relajar sus mentes, para hacerlas todavía más penetrantes en los esfuerzos intelectuales futuros”.

Hay un ocio reparador junto a un ocio creador. El primero remite a las fuerzas físicas; el segundo al cuidado del espíritu. Con el primero se relajan las tensiones y se reponen esas energías agotadas; con el segundo la persona puede dedicarse a las aficiones que le agradan y cultivan. El ocio supone cambio de actividad. Si no es así, al final, uno se cansa muy pronto de no hacer nada.

Afirmaba al inicio: parece que fue ayer y ¡ya en Navidad! Fugacidad del tiempo ¡Tempus fugit! Más fugaz cuanto mayores nos hacemos. El tiempo vuela. Se escurre entre los dedos. Sin apenas percatarnos. Al eterno retorno de las estaciones, como ciclos de la tierra, se acompasan los retornos de sus moradores. Solo el ser humano es consciente. Por ello, debemos planificar bien nuestra vida. En ocio y negocio, ¡aprovechemos ese tiempo -bien escaso y preciado- que nos resta!

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