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¿Referéndum, a costa de un conflicto?; por Santiago González-Varas, Catedrático de Derecho Administrativo

05/09/2017
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El día 2 de septiembre de 2017, se ha publicado en el diario El Economista un artículo de Santiago González-Varas, en el cual el autor considera que es preciso hacer ver aquello que significa racionalmente el referéndum.

¿REFERÉNDUM, A COSTA DE UN CONFLICTO?

Intentando entender a los políticos independentistas, estos alegan sentirse forzados ante su electorado que les presiona para celebrar un referéndum (argumento democrático). Sin embargo, la pregunta formulada completa sería: ¿quieren ustedes un referéndum o una independencia a costa de poder llegar a provocar un conflicto y hasta una posible catástrofe?

Esto es lo que significaría, racionalmente hablando, un referéndum tal, en cualquier lugar del mundo, pues no conozco que se proclamen independencias por referéndum en ningún lado y la regla general es que el Estado agredido reaccione y se provoque un conflicto. Por tanto, lo que tienen que observar los políticos, de PDeCat-ERC, de sus votantes no es si quieren sin más un referéndum, sino si, a ese coste o con tales riesgos, tales votantes quieren un referéndum, considerando lo que este significa en términos racionales en cualquier lugar. En consecuencia, pregunten esto, señores políticos de PDecCat-ERC-CUP y observen qué quiere su electorado, y actúen entonces democráticamente, como ustedes dicen.

Así pues, argumento democrático desmontado, porque ese resultado no es lo que quieren sus votantes y porque eso es lo que significa tal referéndum en cualquier lugar, como regla general, pues no se observan procesos así ni en Córcega, ni el País Vasco francés ni en la Cataluña francesa por cierto, ni en Baviera, etc (y la excepción fue Cameron y si, aun así, se convocó un referéndum fue solo porque las encuestas inicialmente daban al comienzo poco más de un 10 por ciento de independentistas en Escocia y casi al final hasta lo pierde; no seamos ingenuos).

Además de que es este su significado real en cualquier lugar del mundo, los catalanes (como los demás españoles) saben bien que la idiosincrasia de España no ha sido nunca pusilánime y que más bien ha habido continuados ejemplos en la defensa de lo contrario, baste recordar la reacción que hubo en la guerra de la Independencia cuando Napoleón hirió el orgullo del pueblo español y amenazó su territorio, entre otras gestas, o el reciente caso de F. Echeverría, etc. Y, por si fuera poco, Puigdemont se ha dedicado a ofender sistemáticamente al Estado español, en sus intentos de desautorizar nuestra democracia, lo que es especialmente grave cuando lo hace en el extranjero, buscando unos apoyos que, por cierto, no ha encontrado; dato este que, nuevamente, alimenta la idea de que, teniendo aquel la batalla perdida en el exterior, España no se quedaría con los brazos cruzados ante posibles agresiones de la Generalitat. Además, España se juega mucho en todo este proceso, ya que no se trata solo de la independencia de Cataluña, sino también de otros territorios después (País Vasco, etc.), ya que bastaría con que en cualquier Comunidad Autónoma se produjera una coalición anti- española para que hubiera nuevas secesiones, llegando al caos. A mayor abundamiento, una vez se produjera una supuesta independencia de Cataluña se producirían graves tensiones (entre Cataluña y España) respecto de Baleares y Valencia.

Tenemos que respetar la sensibilidad de algunos catalanes, pero es hora de que los votantes de PDeCat-ERC-CUP consideren que también ha de respetarse la sensibilidad de los demás españoles con su territorio y con su historia. En efecto, otro argumento para quitar ese sentido de responsabilidad que arguyen los políticos independentistas con su electorado, es que una cosa es lo que uno quiere y otra cosa lo que, en política, puede hacerse cuando hay dos partes. Es decir, en estos casos no siempre es lo que uno quiere, sino que también cuenta lo que el otro siente y opina.

Ayudemos, pues, a dar argumentos a tales políticos frente a sus votantes, para que no hagan aquellos lo que estos realmente no desean.

Podríamos, así todo, ceder y reconocer en una Constitución que Cataluña es lo que sea, en aras de llegar a una solución pacífica, que es lo importante. Podríamos llegar a suprimir las CCAA en el resto de España para que catalanes (y vascos) vean que son más diferentes aún. Eso sí, solo una cosa sería, al menos, exigible, en tal escenario: dejar claro (en el preámbulo) que todo esto, aunque se afirma, no es verdad (que es lo que llamo verdades de conveniencia). Esto no es baladí porque, al final, por el hecho de tener que dar solución a un asunto, todos terminamos creyendo como verdades cosas que no lo son. Porque da la impresión de que, por ejemplo Pedro Sánchez, eso de que "España es una nación de naciones" se lo ha creído ya. Y, al final, nos terminaríamos hasta creyendo también eso de que "España roba a Cataluña" y, si hace falta, lo firmamos también; pero, eso sí, después que nadie se lo crea, por favor (vayan ustedes por las provincia de Tarragona y Palencia, y comparen quién roba a quién).

Las soluciones a estas alturas deben buscarse dentro de los mecanismos del propio sistema donde se ha generado el problema tras años cometiendo errores. Por eso, el gobierno español hace bien, respondiendo con prudencia y con educación, a las provocaciones de mal tono que recibe. En suma, se impone el argumento de la legalidad; pero en último término, es preciso hacer ver aquello que significa racionalmente el referéndum y que no es eso lo que se quiere por las familias catalanas que votan a esos partidos mencionados. Esto no es solo un sí o no a una independencia.

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