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  • EDICIÓN DE 10/05/2017
 
 

IN MEMORIAM JOSÉ MANUEL PÉREZ-PRENDES

10/05/2017
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A continuación reproducimos varios de los artículos publicados en homenaje al profesor José Manuel Pérez Prendes Muñoz-Arraco, Catedrático Emérito de Historia del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Editorial de Iustel.

bolsamania.com 08.05.17

El último adiós a José Manuel Pérez-Prendes; por Remedios Morán Martín, catedrática de Historia del Derecho en la UNED

Cuando decimos que una persona ha fallecido a los 83 años de edad, solemos pensar en un hombre mayor, que ha vivido una larga vida. Sin embargo, quien conoció a José Manuel Pérez-Prendes, a pesar de verlo caminando en los últimos años despacio y con bastón, no lo veía como hombre mayor, sino como el gran Historiador del Derecho que fue y que seguirá siendo: lleno de ideas y proyectos, renovador, crítico, arriesgado.

Recordado siempre entre los juristas porque por sus aulas han pasado 45 promociones de estudiantes de Derecho de las Universidades Complutense de Madrid, La Laguna, Granada y finalmente de nuevo la Complutense, primero en Políticas y Sociología y luego en Derecho, cuya cátedra llevaba aneja la asignatura de Derecho indiano, en la Facultad de Geografía e Historia, por lo que ha sido profesor de muchas generaciones de juristas, politólogos e historiadores. A ninguno creo que defraudara, porque cuando lo volvían a encontrar, le recordaban sus clases y, cosa singular, él recordaba a los alumnos con nombres y apellidos. Aquí debo también recoger a los alumnos de la UNED que también estudiaron hace años por su manual y que ahora me lo han recordado.

Se jubiló en la Facultad de Derecho en al año 2004, si bien permaneció aún varios años como profesor emérito y desde entonces nunca perdió el vínculo con dicha Facultad.

Este momento suele ser especialmente propicio para que los que nos quedamos resaltemos lo mejor del que se ha ido. No es el caso. Con su partida se ha ido uno de los oradores más brillantes de nuestro tiempo (pueden oírse algunas intervenciones suyas en Internet en el portal iberoamericano de Historia del Derecho http://www2.udg.edu/pihd/PIHD/Entrevistes/tabid/14144/language/es-ES/Default.aspx o en la Universidad de Granada solo unos días antes de su enfermedad: https://www.youtube.com/watch?v=hcKeEEtaEsg) y uno de los pensadores más vivos de las últimas décadas: un jurista que proyectó sobre el Derecho en general y sobre la Historia del Derecho en particular, cuando de renovación se producía en Europa, sin diferenciar disciplinas, sino sabiendo complementar cuando de positivo había en las materias afines al Derecho, inserto en la sociedad, y por lo tanto todo lo que a ésta afecta, afecta al Derecho. Su viveza de pensamiento lo llevó a tener siempre visión de futuro, planteando nuevos temas de interés (para muchos ajenos a la Historia del Derecho, cuestión que a él nunca le importó).

Elaboró un concepto de Historia del Derecho y un método de análisis que fue aplicando a cada uno de los temas que analizaba, pero nunca se dejó encorsetar ni por los temas ni por el método, sino que la evolución del mismo, sin modificar los principios fundamentales, fueron su seña de identidad. Por eso su manual de Historia del Derecho siempre estuvo en elaboración, por eso su biblioteca siempre aumentando con las últimas publicaciones y por eso estaba suscrito a los periódicos y a las publicaciones más punteras de diferentes países.

Su obra es muy amplia y puede consultarse fácilmente (http://josémanuelpérez-prendes.es/), por lo tanto, no voy a resaltar lo evidente, forzando una numeración de temas y títulos. Tampoco de cargos o méritos, que están recogidos en dicha página, fríos, aunque hubo muchos otros que no llegaron a materializarse por el truncamiento final de un candidato “mejor situado”, que no de mayores méritos. Prefiero centrarme en algo de su aportación al mundo del pensamiento en general y del jurídico en particular.

Con una gran formación en Derecho, Letras y Economía en las Universidades Central de Madrid, Friburgo y Roma, con maestros a lo que siempre admiró y siempre citó como tales: Manuel Torres López, Hans Thieme y Francesco Calasso, respectivamente; así como música, su gran pasión, finalizando los estudios de piano al mismo tiempo que las tres licenciaturas en momentos en los que no había convalidaciones. Gran lector, siempre al día de cuanto se publicaba no solo en Derecho, sino en Historia, especialmente todo lo relacionado con el mundo clásico y Literatura, no solo española, sino de modo muy significativo la Iberoamericana y la francesa. No es vano la última serie que dejó sin recoger en la librería fue las obras completas de Guillaume Apollinaire, que se acaban de reimprimir en la edición de la Bibliothèque de la Pléiade, Gallimard.

Como Apollinaire, Pérez-Prendes fue hombre abierto en sus inquietudes: su obra está llena de simbolismo, de relación entre Derecho, Literatura, Arte y Música, en una suerte de elementos variados que adquieren en ella una armonía propia de una sinfonía. Lo veía así el profesor Carlos Martínez Shaw cuando presentaba su última gran obra: La herencia de Cristóbal Colón. Estudio y colección documental de los mal llamados pleitos colombinos (1492-1541), Anunciada Colón de Carvajal y José Manuel Pérez-Prendes, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2016 (http://josémanuelpérez-prendes.es/novedades.html). Apreciaba en la decadencia del relato de los acontecimientos, tratados jurídicamente como una “petición por justicia”, ese destino trágico de la música de Malher que tanto gustaba al profesor Pérez-Prendes.

Pero aquí y ahora, no quiero hacer creer a quienes no lo han conocido, que es un historiado al uso, ha sido un iushistoriador, como a él le gustaba decir, fuera de lo común, atento al cambio siempre y por eso sus arriesgados trabajos sobre juristas de la postguerra en su trabajo “Relojeros del Derecho” (http://www.rcumariacristina.net:8080/ojs/index.php/AJEE/article/view/103) escrito desde el desgarro de la vivencia personal al colega y amigo perdido, que lo incitó a dar una conferencia sobre el tema, Jordi Günzberg; sus estudios sobre el tema de la mujer, que si bien son de diferentes épocas, nunca deja de relacionarlos con la actualidad y la violencia ejercida sobre nosotras como hilo conductor (Del Mito de Friné al símbolo de Brunegilda: observaciones sobre la percepción histórica del cuerpo femenino; El mito de Friné. Nuevas perspectivas; La Princesa Galaswintha; pero sobre todo lo que él consideró el origen: “Génesis 2.25”, desgarradora exposición. O sus trabajos sobre la violencia de las culturas, enfrentándose al nacionalismo y sus consecuencias que si bien desde la óptica del Derecho, crean esa desazón que nos impide respirar (La violencia y los enfrentamientos de las culturas, Iustel, Madrid, 2004 o Derecho, Estado y patria en la España moderna), etc.

Ningún tema de Historia del Derecho, que él muy a menudo relacionaba con el mundo actual, se escapó a su análisis: crítico, incisivo, sólido, rompedor. Su pluma ha pasado desde el análisis del mito (magistrales sus trabajos sobre el mito de Friné, como la verdad desnuda, a la que tantas veces apeló), a los temas más propios de su disciplina como el Derecho visigodo y germánico (verdadero introductor de dicho elemento en nuestro Derecho histórico, como su maestro Torres lo había sido del elemento canónico) o sus trabajos sobre el Derecho medieval, analizando el sentido de los Fueros, más allá de las meras copias de unos y otros, sino profundizando en su sentido interno y en sus relaciones. Pero a pesar de ser muy conocido por este tipo de estudios quiero destacar aquí dos ámbitos en los que ha profundizado de forma especial: el Derecho común, cuyo último exponente sería el libro citado de Colón, como su última gran obra impresa, aunque no pueden olvidarse sus introducciones y traducciones de obras del siglo XVI, en la colección del Corpus Hispanorum de Pace, coordinada por Luciano Pereña, que tan excelentes resultados obtuvo en su momento. Finalmente sus numerosos estudios sobre constitucionalismo, cuyas aportaciones ha reescrito tan recientemente que están en prensa, como lo está una de sus últimas conferencias: “España a la búsqueda de una Constitución”, en la que como “El grito” de Edvard Munch, que tuvo colgado en su despacho durante años, como símbolo de su obra, clama por la necesidad de una nueva Constitución, no una reforma, en la que se recoja la realidad de España. El que nunca fue nacionalista, considera que se debe recoger la realidad histórica de España, como nación de naciones, con un pacto de lealtad mutua que asegure una Constitución adecuada al momento en el que vivimos.

Quizás lo mejor que puede extraerse de la lectura de su obra es la enorme gama de matices que aborda, la facilidad de encontrar temas de estudio para el lector atento, ejemplo de ello quizás podría poner su artículo Angustiae Iuris. Si bien sus trabajos son tan sólidos que parecen que están acabados, sin embargo a lo largo de las páginas siempre va dejando temas de análisis, distintos a veces, relacionados otras, solo espigados la mayoría de las veces.

Ahora, que escribo estas líneas sin que él pueda leerlas, auguro que en algún momento su obra será reconocida como no ha sido en vida por los cortocircuitos de pequeños que nunca llegarán a trascender de los ámbitos de su grupo de clac. Recuerdo el mensaje de la obra de Norman Lebrecht que me regaló el profesor hace años, ¿Por qué Mahler? Cómo un hombre y diez sinfonías cambiaron el mundo (Alianza, 2011): cien años después la obra de Malher es reconocida como el mejor compositor europeo, que cambió la forma de concebir la música.

A pesar de las dificultades de la formación universitaria actual, convertida en una maraña de competencias y resultados de conocimiento no adquiridas por la trepidante presión de estudiar en un cuatrimestre lo que exige el reposo de varios cursos, sé que habrá algún jurista que se fije en su pensamiento, que como los grandes juristas, alemanes o italianos, de los que aún bebemos, el profesor Pérez-Prendes seguirá siendo reconocido y su obra, tan llena de sugerencias, será analizada con otros ojos, ajenos a los turbios lacayos del mérito inmediato a cualquier precio.

Granada Hoy 09.05.17

José Manuel Pérez-Prendes, catedrático de Historia del Derecho

El 1 de mayo falleció en Madrid el Profesor Pérez-Prendes. Toda la prensa nacional se ha hecho eco de tan importante y dolorosa noticia (por todos, "Un intelectual completo", en ABC del día 6). Era en efecto un maestro de primer orden. Sus trabajos escritos son muchos y magníficos, pero era con la palabra donde encontraba la perfección. Un docente -un orador- sencillamente extraordinario.

En estas líneas debe subrayarse su breve paso (1973-1976) por la UGR, de cuya Facultad de Derecho llegó incluso a ser Decano. Estuve (con Manolo Cueto, Eduardo Calvo, José Luis Pérez Serrabona, José Antonio Sánchez Galiana, María Luisa Moreno Torres, Luis de la Higuera, Alfonso López-Jurado, Alejandro Gálvez, Almudena Souvirón y otros muchos, por cierto todos ellos con unas carreras profesionales brillantísimas a partir de la licenciatura en 1979) entre quienes tuvimos la suerte, en 1974-1975, en el franquismo terminal, de encontrárnoslo en el primero de los cursos, cuando nosotros contábamos apenas con 17 años y proveníamos de un Bachillerato que en casi todos los casos se había desarrollado en colegios religiosos. De Pérez-Prendes puede decirse que fue quien nos abrió a la modernidad intelectual. Recuerdo que, apenas empezadas las clases, nos sometió a la prueba (en aquel contexto, durísima) de pedirnos por escrito nuestra opinión sobre lo que habían sostenido Carlos Marx y Max Weber acerca de las relaciones entre economía e ideología. Aquello nos sorprendió en nuestra ignorancia adolescente y tuvimos que estudiar muchísimo y en pocos días para salir del paso en condiciones mínimamente dignas.

EN 1977 SE TRASLADÓ A MADRID DONDE COMENZÓ A DAR CLASES EN LA FACULTAD DE POLÍTICAS

Tal vez alguno de nosotros maldijera a un profesor tan exigente, pero, vistas las cosas con un poco de distancia, fue lo mejor que nos pudo haber pasado para el desarrollo de nuestra capacidad de pensar. Con 17 años no dispone uno de mucho criterio sobre la calidad de los docentes, pero recuerdo que nosotros, quizá por influencia del propio Pérez-Pendes, sí fuimos cayendo en la cuenta de que nos había tocado la lotería. Su personalísima explicación sobre el Código de Eurico como norma de alcance subjetivo universal en el territorio, aplicable también a los hispano-romanos la sigo teniendo en la cabeza como el primer día y cada vez estoy más convencido de que es históricamente la buena.

En 1977, Pérez-Prendes se trasladó a Madrid, donde comenzó a dar clase en la Facultad de Ciencias Políticas, sucediendo nada menos que a Luis García de Valdeavellano. Y entre 1980 y 1982 tuvo un efímero paso por la Dirección General de Ordenación Universitaria del Ministerio de Educación, que entonces (no había Comunidades Autónomas) era mucho más importante que ahora. En 1983 se reincorporó a lo suyo, la investigación y en la docencia, de nuevo en la Complutense y ya siempre en su Facultad de Derecho hasta su jubilación en 2004. Fueron entonces los alumnos madrileños los que tuvieron la suerte de la que nosotros habíamos gozado antes. Muchísimas gracias, José Manuel querido, en nombre propio y en el de mis compañeros de promoción. Fuiste -y no exagero nada- importantísimo para nosotros.

ABC 06.05.17

Un intelectual completo; por Faustino Martínez Martínez, Profesor de la UCM

Con la desaparición de J. M. Pérez-Prendes, se va también una época de la Universidad española en su conjunto, tan necesitada de figuras honestas y ejemplares como la suya. Estamos en presencia de uno de los últimos intelectuales completos que ha sido capaz de generar la vida universitaria, a la que consagró de modo coherente toda su vida y obra. Un hombre de vasta cultura y erudición, gran orador, de discurso profundo, embelesador y atractivo, políglota y melómano, poseedor de una magnífica biblioteca, un jurista total que dio a la Historia del Derecho una dignidad superior, consciente como era de que la única forma de entender el mundo jurídico pasaba por aceptar y desarrollar el conocimiento histórico. Un profesor capaz de engarzar todos los saberes y disciplinas para tratar de entender y explicar lo justo en su dimensión temporal. Un historiador no al uso, sino interdisciplinar, completo, total, con muchos intereses y con muchos frentes abiertos, también comprometido pues acudió a desempeñar puestos de responsabilidad cuando las circunstancias lo requirieron.

Era de la estirpe irrepetible de los grandes maestros: aquellos que saben, que intuyen, que además saben transmitirlo sin pedantería, de modo claro y directo, sin subterfugios, siempre inspirado e inspirador, los que orientan, marcan, trazan, pero con libertad, respetando la voz y el criterio del otro, aceptando la discrepancia bien fundamentada, aquellos que saben exigir a sus discípulos, que los forman con la paciencia de un orfebre silencioso, conocedores de las fortalezas y de las debilidades de aquellos, que los tratan paternal y lealmente.

Doctorado bajo la dirección de Torres López, completó su formación en la Alemania de la posguerra, bajo el magisterio del que consideró su otro gran maestro: Hans Thieme. Catedrático en La Laguna, Granada y en la Complutense, formó a varias generaciones de juristas hasta su jubilación en el año 2004, docencia que continuó como emérito hasta el año 2007. Si esta labor docente fue inmensa, no lo es menos su capacidad investigadora. Prácticamente abordó con maestría, sin eludir la polémica, todos los momentos históricos más relevantes de nuestro pasado jurídico. Trabajos que ocupan varios volúmenes y que aúnan cantidad con una excelsa calidad, buena escritura y amplia erudición. Ha fallecido un hombre sabio, prudente, un maestro a la vieja usanza, duro y tierno, exigente y cariñoso, pero, sobre todo, un hombre bueno que ayudó a sus discípulos y a quienes no lo eran (por ejemplo, quien estas líneas escribe), a los alumnos y a sus colegas, de allende y aquende el océano. A todos. Un maestro de verdad que no atesoró para sí esa sabiduría inmensa, sino que generosamente la dio y la compartió para hacer de la Universidad (y del mundo) un lugar mejor. Y creo que, en buena medida, lo consiguió.

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