Los cristianos, y en general la cultura occidental, ha vidido un año más la Semana Santa. Esa que rememora los acontecimientos más trascendentales de nuestra fe. La pasión, muerte y resurrección de Cristo. Esa muerte inicua, en el proceso más injusto de la Historia, sentenciada por el Sanedrín y autorizada por el procurador romano.
Poncio Pilato es prefecto imperial de Judea entre los años 26 a 36. En 1960 se descubre en Jerusalén la inscripción: “Pontius Pilatus, praefectus”. Roma respeta el poder religioso y político del Sanedrín. En el proceso contra Jesús se le imputan dos acusaciones religiosas: su afirmación de destruir el Templo y su identificación con Dios. Caifás pregunta: “Te conjuro a que digas si eres el Mesías... “. Responde Jesús: “Tú lo has dicho”. El Sanedrín sentencia: “Reo es de muerte”. Y lo conducen a la residencia del prefecto.
La potestas romana comprende mando militar, rentas del fisco e ius gladii, que es la facultad de autorizar la ejecución de una pena capital. Los sanedritas saben que el prefecto autorizará o no dependiendo de la conculcación del Derecho romano. Así, cambian la acusación y le imputan: “Impedir pagar impuestos a Roma y pretender ser rey”. Del interrogatorio Pilato deduce su inocencia. Utiliza su derecho de gracia para ofrecer la libertad de Cristo, pero los sacerdotes persuaden a la muchedumbre para pedir la de Barrabás. Pilato afirma: “Nada ha hecho digno de muerte. Lo corregiré y lo soltaré”. Lo condena a verberatio, pena de flagelación y lo presenta escarnecido: “Ecce homo” para mover a piedad a la masa. Tampoco lo logra. Y le amenazan diciendo: “Todo el que se hace Rey es enemigo del César”. Es la coacción demagógica de la masa manipulada, frente el ejercicio timorato del gobernante corrupto.
Y el prefecto se arredra, si bien declara: “Soy inocente de esta sangre de este Justo”. Nunca un prevaricador reconoció que lo es. La violencia prevalece sobre la ley y la injusticia sobre el Derecho. Una lección de la historia que se repite. Es la victoria de la conveniencia sobre la conciencia.