Alemania ha sido el primer país que se ha atrevido a mirarse en el espejo roto del Brexit y no le ha gustado lo que ha visto de sí misma. Sus elites también pierden terreno electoral ante el populismo y la xenofobia va en ascenso. De la integración europea los medios populares hablan como pesada carga nueve veces de cada diez. El referéndum británico parece atraer muchas crisis pendientes. Por eso la canciller ha pedido abrir un período de pausa, un compás de espera. La más influyente de los europeos teme a los más encendidos partidarios de dar un salto en el gobierno de la zona euro, no sea que ello acelere los sentimientos de los neo soberanistas contra Bruselas. En su dictamen silencioso, pesará sobre todo que poco más se puede hacer en la política monetaria y fiscal que ganar tiempo
La única senda que queda para volver a crecer y mejorar la productividad es el camino cuesta arriba de las reformas, en pleno auge de la anti-política. Así que Berlín busca otros proyectos estratégicos con los que afianzar la UE, desde las cuestiones de seguridad hasta el desarrollo de nuevos ámbitos del mercado interior. A través de esta apuesta por fortalecer el mercado entre 27 Estados aspira también a frenar el reflejo estatista e intervencionista de Francia en el Eurogrupo.
El próximo gobierno español tendrá una oportunidad histórica de coliderar iniciativas europeas con la gran coalición alemana, no solo en el terreno de las reformas económicas, sino aportando experiencia y conocimiento en cuestiones de seguridad interior y en la cooperación con los vecinos del sur sobre flujos migratorios. Tras la pausa post-Brexit y la puesta en marcha de una nueva estrategia europea, el gobierno alemán no descarta la posibilidad de un segundo referéndum en el Reino Unido dentro de dos o tres años. La nueva consulta estaría centrada en los términos concretos del acuerdo de divorcio con la UE. Para entonces es esencial haber dejado atrás el mantra de “más Europa” y acumular nuevos datos que respalden el “juntos mejor”.
