EL MEJOR ALCALDE DE MADRID
En el corazón de Nápoles, cerca del Palacio Real construido por el virrey español Ruiz de Castro, me encontré con la calle Miguel Cervantes. Situada en los Quartieri spagnoli, en el Barrio Ferdinando, así denominado por Fernando IV, que sucede a su padre cuando renuncia para ocupar el trono español.
Al pasear por esa elegante calle tuve, de nuevo, la gozosa sensación de sentirme como en casa. Mi sentimiento no es particular, sino que los italianos suelen encontrarse en España como en su tierra y los españoles en Italia como en la nuestra. De los pueblos de la romanidad, ninguno es tan semejante y está tan unido como Italia y España.
En Nápoles -por las celebraciones allí programadas- está muy presente el tercer centenario del nacimiento de nuestro querido Rey Carlos III. Madrileño de cuna. Nace en el Real Alcázar, siendo el tercer hijo varón de Felipe V. Con 18 años, es Rey de Nápoles y la trasforma en una gran capital política, cultural y social. Construye, entre otras, el Teatro San Carlo, el más grande de Italia y una de las sedes líricas más prestigiosas del mundo; y el Albergue de los Pobres, para acoger a todos los necesitados del Reino, siendo el mayor complejo arquitectónico de Europa.
Durante su reinado se descubren Pompeya y Hercolano y promueve sus excavaciones. Además, al ordenar construir una carretera, se halla la ciudad de Paestum, con importantes templos griegos y el monarca se preocupa de su cuidado. Despliega un gobierno ilustrado, preocupado por promocionar bienestar material y cultural. Él y su esposa fueron Reyes muy queridos y despedidos con duelo. Se cuenta que, en el instante de embarcar para España, se quita un anillo que siempre llevaba, que había encontrado en Pompeya y dice: Es de los napolitanos. Tengo la impresión de que los actos programados en Madrid, por instituciones públicas y privadas, no han tenido la pertinente repercusión en los medios. Es de justicia rendirle honores.