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Tormenta en el Supremo de EEUU: nueve alacranes en una botella; por Rafael Navarro-Valls, catedrático y académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación

22/02/2016
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El día 18 de febrero de 2016, se ha publicado en el diario Elconfidencial.com, un artículo de Rafael Navarro-Valls, en el cual el autor considera que “sin estabilidad y continuidad, el derecho se convierte en un juego de azar: pero con la sola estabilidad, el Derecho es como el agua estancada que tiende a la podredumbre".

TORMENTA EN EL SUPREMO DE EEUU: NUEVE ALACRANES EN UNA BOTELLA

Como era de esperar, la muerte del juez del Tribunal Supremo norteamericano Antonin Scalia -aun antes de enterrarlo- se ha politizado. La repercusión ha sido instantánea y brutal. Los puñales republicanos y demócratas se han desenvainado. La lucha entre los dos partidos se ha hecho frontal.

Obama, y con él Harry Reid, el líder de la minoría demócrata en el Senado, han declarado que el presidente enviará al Senado para su confirmación un candidato que sustituya a Scalia, “cuanto antes”. Como reacción, Mitch McConnell, el líder de la mayoría republicana, amenaza con vetar por todos los medios -incluido el “filibusterismo”- a cualquier candidato que envíe Obama al Senado para su confirmación. La tesis republicana es que ha de ser el nuevo presidente que salga de las elecciones de este año quien debe elegir al nuevo juez.

Un alud de nieve en la carrera electoral

El tema, como un alud de nieve en la montaña, se ha deslizado hacia la carrera electoral. Hillary Clinton acaba de arremeter contra la postura republicana de esperar al nuevo presidente para nombrar al nuevo magistrado. Para la candidata demócrata a la presidencia: “esperar un año con la esperanza de que un republicano pueda llegar a la presidencia es irresponsable y vergonzoso, contrario a la Constitución y a nuestra democracia”. Los candidatos republicanos al unísono -de Trump a Cruz pasando por Marco Rubio y Jeb Bush- piden al Senado el bloqueo del posible candidato que envíe Obama. Es muy excepcional, dicen, nombrar a un juez para el TS en plena campaña electoral para la presidencia. Se abre una batalla que será larga y muy dura.

¿Por qué tanto alboroto? En España, la muerte o vacante de un magistrado del TC no suele producir un terremoto, ni político ni mediático. De hecho, la sustitución es menos “dramática”, si se piensa que la vacante con frecuencia es cubierta por persona de similar tendencia, dado el sistema de cuotas. No ocurre así en el TS estadounidense. La designación se opera por un acto complejo en el que la iniciativa de la propuesta corresponde al Presidente, pero su confirmación al Senado, después de un análisis minucioso del candidato. Este sistema ha producido verdaderas batallas entre el ejecutivo y el legislativo. Un ejemplo: en 1987, Reagan intentó nombrar a Robert Bork, como sustituto del juez Powell. Bork era un implacable crítico de la línea “liberal”, mayoritariamente desarrollada por el TS presidido por Earl Warren. La lucha del presidente con el Senado fue memorable. Al final perdió Reagan, que hubo de nombrar a un centrista como Anthony Kennedy, que no cumplió las expectativas del presidente, pues hizo de hombre “péndulo”, votando unas veces con el sector “conservador” y otras con el “liberal”.

Un pequeño organismo con un gran poder

“Un pequeño organismo con un gran poder”, así es definido el TS por los juristas y los políticos norteamericanos. De ahí que pocos nombramientos hechos en el Despacho Oval tengan tanto impacto. Es otro factor que explica la conmoción política en USA. Las opiniones de los magistrados elegidos afectan al curso de toda la sociedad y la vida misma de las generaciones venideras. Basten algunos ejemplos. Cuando el TS ordenó al presidente Nixon entregar las cintas grabadas en el Despacho Oval, precipitó su dimisión por el escándalo Wartergate, con resultados incalculables en la geo-política mundial: Vietnam, China, Europa, Israel, fueron afectadas por los planteamientos de Ford, su sucesor. La decisión del Supremo de detener el recuento de los votos decisivos en Florida, lanzó a George W. Bush a la presidencia, lo que produjo una revolución en las relaciones internacionales: Irak, Afganistán, cambios en la política ecológica de medio mundo, Guantánamo, impacto en las políticas antiterroristas, maridaje Bush/Aznar, pérdida de elecciones por el PP en España, etcétera.

Cuando en 1973 el TS aprobó la ampliación del aborto en Roe vs. Wade, no solamente desató una brutal avalancha de abortos en EEUU (más de dos millones por año, unos 60 millones hasta 2014), sino que produjo un efecto dominó en bastantes legislaciones extranjeras. Y la reciente sentencia Obergefell et al. vs Hodges, al declarar inconstitucional la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo, produce que casi 20 estados norteamericanos -partidarios del matrimonio heterosexual- deban cambiar sus leyes. El voto de un solo juez (Kennedy) rompió el empate en el seno del tribunal, dejando el marcador en 5-4.

Un niño fotografía el lugar que ocupaba Antonin Scalia en el Tribunal Supremo, en Washington (Reuters).

Nueve alacranes en una botella

Solía decirse del TS estadounidense que era algo así como “nueve alacranes encerrados en una botella”, apuntando a las feroces guerras intestinas entre sus componentes. Eso se atenuó con el nombramiento de Scalia: implacable en el razonamiento jurídico conservador, pero flexible como un junco en el trato con las personas. Su buen humor, su mano tendida a sus colegas “liberales”, su sentido común y su ausencia de rencores lo habían hecho, al tiempo que el más conservador de los jueces del TS, el más popular entre los “hermanos” (como se llaman entre sí los nueve jueces o magistrados).

Siempre sorprendió la franca amistad de Scalia con las “reinas” progresistas del Supremo, Ruth Bader Ginsburg y la superliberal Elena Kagan. Al duo Scalia/Ginsbur se le llamaba la “extraña pareja”, ante el regocijo del magistrado italo-americano. Solía decir para justificarse: “Si no estás dispuestos a disentir de tus colegas en materia jurídica y, al tiempo, conservar la amistad, hay que buscarse otro trabajo”. Y la magistrada Ginsburg, recordando a su “precioso amigo”, concluía remedando una opereta: “Hacia el final de la opera teatral ‘Scalia/Ginsburg’, ambos cantaban este dueto: 'Somos muy diversos, pero en el fondo una misma cosa. Diversos en la interpretación de los versos escritos, pero una sola cosa en el respeto a la Constitución y las instituciones que servimos'”.

Además, el nombramiento del sustituto de Scalía es especialmente delicado, pues la muerte del italo-americano deja un empate en el seno del Tribunal. Me refiero que ahora mismo hay un equilibrio entre liberales y conservadores: 4 a 4, con un interrogante acerca de a qué sector se adscribirá el que sea nombrado. No es dudoso que si lo nombra Obama el candidato será cercano a la ideología demócrata; si lo nombra un nuevo presidente que sea republicano, será próximo a los cánones conservadores. Las prisas de Obama, además, tienen cierto tufillo de 'vendetta'. Cuando el TS decidió (5/4) un problema de financiación de partidos, contrario a los intereses de Obama, el presidente afroamericano tuvo un feo gesto, fruto de su cólera. En pleno Congreso, y ante varios magistrados del TS, arremetió contra la sentencia de marras, humillando al sector conservador. Ahora tiene a su alcance -si le deja el Senado- sacarse la espina de la sentencia polémica.

En fin, la vida política norteamericana está llena de luchas entre los tres poderes. En este sentido el TS es un “agente político” más. De ahí que la batalla de las primarias se mezcle con la batalla por un puesto en el TS. Pero los juristas sabemos -y esperemos que los mismos políticos- que “sin estabilidad y continuidad, el derecho se convierte en un juego de azar: pero con la sola estabilidad, el Derecho es como el agua estancada que tiende a la podredumbre".

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