Las negociaciones en París sobre cambio climático desembocarán en el acuerdo más ambicioso en la historia de la ecología política. La capital francesa necesitaba pasar página del choque emocional de los comandos islamistas y 185 países se han presentado en la ciudad del Sena dispuestos a honrar sus compromisos por la reducción de emisiones. El 95% de las mismas quedarán cubiertas por el nuevo pacto, un resultado deslumbrante si se compara con el Protocolo de Kyoto de 1997. Se pondrá además en marcha un sistema de revision de metas cada cinco años, todo ello con el fin de que la subida de la temperatura a final del siglo no sea más de dos grados, el objetivo 2C. Quedan por atar importantes cabos -un acuerdo China-EEUU, los gigantes contaminantes, en el que el presidente demócrata Obama trabaja con denuedo, y convencer a la India desarrollista de que los países más ricos harán suficientes esfuerzos.
Los más pesimistas advierten de que el pacto de París se basará en una frágil suma de planes nacionales, no en un tratado de obligado cumplimiento y que no basta con estabilizar las emisiones de carbono, sino que hay que presionar hacia una reducción drástica. Estas voces insisten en acelerar la investigación sobre energías limpias, para frenar el uso por países menos desarrollados del carbón y el petróleo, por no mencionar los subsidios. Pero en un contexto internacional inestable, arriesgado y sin liderazgos claros, debe llamar la atención este paso adelante. Se deberá a una inteligente combinación de información y difusión de datos científicos por Naciones Unidas, con el pragmatismo y la conciencia de ciudadanía global. Otros ingredientes esenciales son la flexibilidad negociadora y la persuasión mutua entre altos dirigentes del ámbito público tanto como del sector privado. En menos de veinte años, el sobrecalentamiento atmosférico ha pasado del cielo a la mesa cotidiana de las preocupaciones de cualquier gobierno sensato. El riesgo de catástrofe ecológica en la población y empobrecimiento económico es otra eventual amenaza que no debemos permitir sin actuar ya a largo plazo.