UN HILO ROJO
Si se quiere dar con el hilo rojo de la Unión, no lo hallaremos fuera ni lejos, la coherencia lógica permanece agazapada dentro de sus fronteras. La proyección exterior de la Unión parece una pista de despegue en estos días, un aeropuerto a finales de vacaciones, con muchas aeronaves en distintas e inquietantes posiciones de despegue y aterrizaje simultáneos, en el que también hay aparatos en tierra mirando mansamente a los cuatro puntos cardinales.
En el de Cardiff sobrevuela el Air Force One, pilotado por un lento Obama, al que espera entre otros el primer ministro holandés, compatriota de los centenares de turistas que fueron alcanzados por un misil de las milicias prorrusas en Ucrania. La elección la semana pasada de Donald Tusk al frente del Consejo Europeo y de Federica Mogherini como jefa de la diplomacia podría parecer que está dominada por esta agenda exterior, una respuesta ambigua y dual al conflicto en Ucrania.
El polaco es muy crítico con Moscú y la italiana ha preferido hacer negocios con Putin. Pero la razón principal de la política europea sigue siendo interna. El reinado de Angela Merkel se prolonga y la canciller simplemente deja que un aparente equilibrio de poderes entre Estados miembros sirva como principio organizador del reparto de puestos. El impulso europeísta no vendrá por ahora de las nuevas presidencias del Consejo Europeo o de la Comisión, donde Juncker se defiende de las reclamaciones nacionales de cuotas de poder, en contra de las normas y del espíritu de los tratados.
Berlín sigue acumulando capacidad de decisión frente a Bruselas, aunque solo encuentra un aliado sólido en el Gobierno español. La relación personal entre Merkel y Rajoy está en un momento inmejorable y la coincidencia entre los dos líderes de centro derecha en el detalle de las reformas económicas es plena. El momento europeo exigiría más visión y una estrategia de conjunto, pero la canciller se mueve mejor en la táctica y las realizaciones concretas.