EL DISCURSO ESPERADO
Por el amplio vestíbulo de la Universidad Nacional de la Defensa de Washington habrá cruzado el presidente Obama en unas pocas horas para pronunciar uno de sus esperados discursos sobre uno de los grandes problemas de toda presidencia de los Estados Unidos, el conflicto entre la seguridad nacional y la garantía de los derechos fundamentales. Aquel edificio está surcado diariamente por una multitud de uniformados alumnos o civiles de corbata, muchos procedentes de países aliados de EEUU. En la puesta al día de su doctrina anti-terrorista, Obama mostrará continuidad con la firme decisión de George W. Bush de defender la democracia norteamericana frente a los que la atacan. Al mismo tiempo, introducirá nuevas garantías y límites legales, más de procedimiento que de fondo. Como todo presidente demócrata, tiene que demostrar capacidad de decisión en cuestiones de defensa -a los republicanos se les supone. Mientras comienza el repliegue de tropas en Afganistán e Irak, han surgido nuevos peligros que no permiten bajar la guardia, por mucho que Al Qaida esté debilitada. Junto con Guantánamo, el caso de los drones es el más difícil: por ahora no se conocen las reglas y procedimientos que regulan su mortífero uso. Se estima que estos aviones no tripulados han eliminado a unos tres mil combatientes. Comenzaron con ataques selectivos a terroristas en sitios como Afganistán y han pasado a eliminar objetivos menos discriminados en zonas que no están en guerra. La discusión sobre quién decide la lista de objetivos, cuándo existe peligro inminente para justificar la operación y con qué controles se lleva a cabo es central. Otro debate encendido es el uso de drones para la eliminación de ciudadanos norteamericanos, como ya ha ocurrido con al menos cuatro miembros de Al Qaida que tenían pasaporte de Estados Unidos. Obama intenta salir airoso de un envite en el que es necesario reconciliar imperativos contrapuestos, una situación que requiere toda su competencia como antiguo profesor de Derecho constitucional.