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Reformar antes de que oscurezca; por Francisco de la Torre, inspector de Hacienda del Estado

09/05/2013
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El día 9 de mayo de 2013, se ha publicado en el diario El Mundo, un artículo de Francisco de la Torre, en el cual el autor considera que la imprescindible reforma fiscal debe ir encaminada a ampliar bases, limitar beneficios fiscales y repartir el excesivo peso fiscal que soporta el trabajo.

REFORMAR ANTES DE QUE OSCUREZCA

2012 fue un año en el que vivimos peligrosamente por muchas razones, entre otras, porque fue el de las mayores subidas fiscales que se recuerdan. Aún así, la Agencia Tributaria sólo ha recaudado, después de la corrección de la contabilización de las devoluciones por Eurostat, un 2,5% más que en 2011. De hecho, estamos recaudando, sin tener en cuenta la inflación, después de sucesivas subidas de impuestos, un 20% menos que en 2007. Más inquietante aún es la evolución de la recaudación de las cuotas de Seguridad Social, con una caída de más de 5.000 millones de euros sólo en 2012. El desempleo está haciendo estragos en las cuentas públicas.

Hay varias razones por las que no conseguimos enderezar la recaudación. En primer término, porque de los salarios, vía IRPF y cuotas de Seguridad Social, obtenemos buena parte de nuestra recaudación. En consecuencia, dado el aumento del desempleo, lógicamente, recaudamos menos.

Además, con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, los impuestos ligados a la construcción, y los que gravan las compraventas inmobiliarias, como el ITP, sencillamente apenas recaudan. Por otra parte, en la medida en que las empresas ya no pueden vender en España, han pasado a hacerlo en el exterior. Las ventas interiores pagan IVA e impuestos especiales, en su caso. Sin embargo, las exportaciones están exentas, pues se pagan en el país donde se consumen los bienes. Además, los beneficios de las filiales de nuestras multinacionales están salvando sus cuentas de resultados, pero no pagan Impuesto de Sociedades en España. En fin, todo esto mina nuestra recaudación, y son factores estructurales.

Por último, tampoco podemos olvidarnos del fraude fiscal que soportamos. En los estudios que lo cuantifican, España siempre está a la cabeza de Europa. Pero aún más preocupante es que ha aumentado con la crisis. Un sencillo ejemplo: en 2008 ya estábamos en crisis, pero las empresas debían pagar el Impuesto de Sociedades según los beneficios de 2007, que según la central de balances del Banco de España fue el ejercicio de mayores beneficios de la historia. El resultado, increíblemente, fue una caída recaudatoria del 40%, 18.000 millones de euros menos que el año anterior.

Con esta situación, seguir insistiendo como hasta ahora en subir, aún más, los impuestos a los que ya los pagan no es una solución. Nuestros tipos del IRPF, nuestras cotizaciones sociales y nuestro Impuesto de Sociedades son de los más elevados de la OCDE, y el IVA acaba de experimentar la mayor subida de su historia, una que la economía española aún no ha digerido.

Por otra parte, si no se hace nada, recaudaremos cada vez menos, aunque volviésemos al crecimiento, lo que no parece nada probable a corto plazo.

Aún así, dentro de este sombrío panorama, los mercados financieros nos han dado un respiro y las condiciones de financiación del Tesoro son las mejores en mucho tiempo. No sólo ha disminuido la prima de riesgo, sino que también se han podido colocar cuantías récord de deuda. Sin embargo, esta financiación no ha llegado ni a empresas ni a familias. Es decir, el sector público tiene un respiro, pero eso no se traducirá en crecimiento, creación de empleo, ni por tanto recaudación fiscal. Por otra parte, todos sabemos que la situación favorable de los mercados financieros nunca dura indefinidamente.

Ante esto, como muchas de las causas de la caída recaudatoria son estructurales, las administraciones públicas, y en particular las CCAA, responsables de buena parte del gasto corriente, que increíblemente lleva aumentando durante toda la crisis, deberían recortar gastos. No sólo es deseable, es imprescindible para que las administraciones no agoten todo el crédito disponible.

Lo que no se debería tolerar bajo ningún concepto es que un nivel de fraude fiscal como el que tenemos se convierta en estructural. Para eso serían necesarios más medios, pero sobre todo convencer a los españoles de que deben pagar sus impuestos, la medida antifraude más importante de todas. Para eso, las recetas son ejemplaridad y transparencia, no escándalos y amnistías fiscales.

Por último, la imprescindible reforma fiscal debe ir encaminada a ampliar bases, limitar beneficios fiscales y repartir el excesivo peso fiscal que soporta el trabajo. No sólo es una cuestión de justicia, sino también de impulso al crecimiento y al empleo.

Por último, emprender una reforma global, en profundidad, daría mucha más seguridad jurídica, lo que favorecería las inversiones mucho más que los continuos ajustes, recortes y novedades tributarias. Hay que reformar ahora que podemos, antes de se vuelvan a cerrar los mercados y lleguen las urgencias: antes de que oscurezca.

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