La sociedad brasileña no queda indemne a las características de la sociedad del riesgo, donde el síntoma del miedo impera y se acentúa por actuación mediática. Ello se nota en la expansión da la dimensión legislativa del Derecho penal, no solo a través de la creación de leyes incriminadoras, sino principalmente de normas violadoras de los principios fundamentales del Estado Social y Democrático de Derecho. Tales normas, meramente simbólicas, no se dirigen hacia la criminalidad verdaderamente importante, la criminalidad organizada, sino en la aplicación de una política criminal del enemigo, donde el enemigo se identifica con el socialmente excluido.