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Moralidad y autocontrol en el delincuente vial. Un test parcial de la teoría de la acción situacional. (RI §425553)  


Morality and self-control in the criminal driver. A partial test of situational action theory - Marco Teijón Alcalá

El objetivo del presente estudio es verificar empíricamente los factores y el mecanismo causal que podrían estar detrás de los delitos contra la seguridad vial (DCSV) en España. Para ello, se testan hipótesis clave de la Teoría de la Acción Situacional (TAS). Por un lado, se analiza si la moralidad individual y el autocontrol son factores directos causalmente relevantes de este tipo de delitos. Por otro lado, se examina cómo interaccionan ambos factores en la explicación de la criminalidad vial. A tal fin, se utiliza un cuestionario elaborado al efecto que es administrado a una muestra de potenciales conductores (n = 404) a través de internet. Una serie de modelos de regresión parece confirmar que tanto el (bajo) autocontrol como, especialmente, la (baja) moralidad individual son importantes predictores de delitos contra la seguridad vial (DCSV). Así mismo, una serie de estadísticos específicos sugieren que los efectos del autocontrol en los DCSV son mayores según disminuye la moralidad de los sujetos, siendo irrelevantes para aquéllos que son altos en moralidad. Se analizan y discuten los resultados.

Palabras clave: Moralidad; autocontrol; delincuencia vial; Teoría de la Acción Situacional.;

The aim of this study is to empirically review the factors and causal mechanism that could be behind traffic offences in Spain. For this purpose, key hypotheses of Situational Action Theory (SAT) are tested. On the one hand, this work analyses whether individual morality and self-control are causally relevant direct factors of this specific crimes. On the other hand, this study also examines the interaction of both factors in the explanation of traffic crimes. To this end, a specific questionnaire is administered on internet to a sample of potential drivers (n = 404). A series of regression models seem to confirm that both self-control and, especially, individual morality are relevant predictor of traffic offenses. Likewise, a series of specific statistics reveal that the influence of self-control is greater as individual morality decreases, being irrelevant for those who are high in morality. The results are analysed and discussed.

Keywords: Morality; self-control; road crimes; Situational Action Theory.;

MORALIDAD Y AUTOCONTROL EN EL DELINCUENTE VIAL. UN TEST PARCIAL DE LA TEORÍA DE LA ACCIÓN SITUACIONAL

Por

MARCO TEIJÓN ALCALÁ

Profesor Ayudante Doctor

Universidad Nacional de Educación a Distancia

[email protected]

Revista General de Derecho Penal 38 (2022)

RESUMEN: El objetivo del presente estudio es verificar empíricamente los factores y el mecanismo causal que podrían estar detrás de los delitos contra la seguridad vial (DCSV) en España. Para ello, se testan hipótesis clave de la Teoría de la Acción Situacional (TAS). Por un lado, se analiza si la moralidad individual y el autocontrol son factores directos causalmente relevantes de este tipo de delitos. Por otro lado, se examina cómo interaccionan ambos factores en la explicación de la criminalidad vial. A tal fin, se utiliza un cuestionario elaborado al efecto que es administrado a una muestra de potenciales conductores (n = 404) a través de internet. Una serie de modelos de regresión parece confirmar que tanto el (bajo) autocontrol como, especialmente, la (baja) moralidad individual son importantes predictores de delitos contra la seguridad vial (DCSV). Así mismo, una serie de estadísticos específicos sugieren que los efectos del autocontrol en los DCSV son mayores según disminuye la moralidad de los sujetos, siendo irrelevantes para aquéllos que son altos en moralidad. Se analizan y discuten los resultados.

PALABRAS CLAVE: Moralidad, autocontrol, delincuencia vial, Teoría de la Acción Situacional.

MORALITY AND SELF-CONTROL IN THE CRIMINAL DRIVER. A PARTIAL TEST OF SITUATIONAL ACTION THEORY

ABSTRACT: The aim of this study is to empirically review the factors and causal mechanism that could be behind traffic offences in Spain. For this purpose, key hypotheses of Situational Action Theory (SAT) are tested. On the one hand, this work analyses whether individual morality and self-control are causally relevant direct factors of this specific crimes. On the other hand, this study also examines the interaction of both factors in the explanation of traffic crimes. To this end, a specific questionnaire is administered on internet to a sample of potential drivers (n = 404). A series of regression models seem to confirm that both self-control and, especially, individual morality are relevant predictor of traffic offenses. Likewise, a series of specific statistics reveal that the influence of self-control is greater as individual morality decreases, being irrelevant for those who are high in morality. The results are analysed and discussed.

KEYWORDS: Morality, self-control, road crimes, Situational Action Theory.

1. INTRODUCCIÓN(1)

1. La Delincuencia vial en España

En España, más de un tercio de las causas que conocen nuestros juzgados -y de las medidas judiciales que dictan nuestros tribunales- están relacionadas con Delitos contra la Seguridad Vial (en adelante DCSV) (De Vicente Martínez, 2019). Esto puede deberse, entre otras razones, a una política criminal de expansión punitiva en materia de seguridad vial (Teijón Alcalá, 2022a). Una serie de reformas legislativas penales en los últimos años ha incrementado considerablemente el elenco de conductas típicas (y penas) relacionadas con la seguridad vial previstas en el texto punitivo original de 1995. De esta forma, se ha producido una inversión en la relación entre no punibilidad y punibilidad en materia de tráfico, de manera que el Código penal cada vez llega a más conductas y personas. Esta deriva punitiva en materia de tráfico nos ha llevado a un escenario en el que, según Kaiser (1979, p. 26), <<todo conductor está próximo a la situación delictiva, cualquiera es un delincuente potencial>>. Obsérvese que la cita de este autor, a pesar de que tiene ya más de 40 años, consigna total vigencia en la actualidad. Para Kaiser, la mera conducción de un vehículo a motor o ciclomotor constituye para cualquier conductor <<una situación potencialmente delictiva>> (Kaiser, 1979, p. 26). Por ello, no son infrecuentes enfoques o planteamientos en nuestra disciplina que apuntan a una especie de tipología o especialización en esta forma de criminalidad(2). Es decir, que asumen que existen personas que limitan su delincuencia (se especializan) al ámbito de la delincuencia vial. Se trata, además, de una percepción que subyace con fuerza en la opinión pública aunque también, como decíamos, en algunas esferas de la comunidad científica. La idea sobre la que descansa este planteamiento es sencilla e intuitivamente muy atractiva. Los códigos penales modernos recogen muchos comportamientos muy distintos entre sí. Así mismo, las personas que cometen delitos son igualmente muy diversas y diferentes entre sí. Por lo tanto, no parecería muy razonable pensar que algo tan amplio, heterogéneo y complejo como el delito (o el delincuente) pueda deberse a unas mismas causas y/o pueda explicarse a través de una única teoría general del delito (Serrano Maíllo, 2017, pp. 59-61).

Sin embargo, estos planteamientos son incompatibles (a priori) con uno de los hechos mejor conocidos y documentados en Criminología, como es el de que los delincuentes, al menos la gran mayoría, tienden a participar en conductas delictivas y desviadas de carácter muy heterogéneo, es decir, tienden a ser versátiles (ver Gottfredson y Hirschi, 1993). Existen abundantes pruebas empíricas que a lo largo de los años y en diferentes contextos y sociedades apuntan a la versatilidad del delincuente (y a la generalidad de la desviación) (Britt, 1994, 1996; Farrington, 1979; Haas y Killias, 2003; Hirschi, 1990; Hirschi y Gottfredson, 1994), también en lo que se refiere a la delincuencia vial (Bernabeu Ayela, 2013; Fergusson, Swain‐Campbell y Horwood, 2003; Haas y Killias, 2003; Junger, 1994; Serrano Maíllo y Realpe Quintero, 2015; Sorensen, 1994).

Todo lo anterior abre una serie de interrogantes de gran relevancia teórica (y práctica). A saber: (i) ¿es posible que una única teoría del delito pueda explicar delitos de tan diferente naturaleza? (ii) ¿es posible que pueda explicar la mayor prevalencia de los DCSV? (iii) ¿es posible que una teoría general del delito sea sensible a una mayor especialización en ciertos delitos, verbigracia, DCSV? (iv) ¿es posible que existan unas causas diferentes para unos delitos, por ejemplo, DCSV, y otras para el resto? (v) ¿cuáles serían entonces las causas específicas de la criminalidad vial? (vi) ¿y cuáles serían las del resto de delitos?

El objetivo del presente estudio es tratar de dar respuesta a estas preguntas analizando empíricamente el fenómeno de la delincuencia vial (en España). Todo ello, dentro del marco teórico de referencia que ofrece la Teoría de la Acción Situacional (TAS). De esta forma, abordamos cuestiones de máximo interés para la Criminología en un campo muy específico como es el de la delincuencia vial, que como acabamos de indicar, está muy presente en nuestro país, lo que justifica por sí solo la presente investigación. Además, lo hacemos desde una perspectiva eminentemente empírica, aunque siempre, como no puede ser de otra manera, bajo el sustrato teórico que ofrece la teoría criminológica. En este caso, nos hemos decantado por la originalidad que ofrece la TAS, ya que, como veremos en el siguiente epígrafe, es una teoría relativamente novedosa con potencialidad suficiente para dar respuesta a todas las preguntas planteadas.

2. La Teoría de la Acción Situacional

La TAS es una teoría integrada idónea para dar respuesta (teórica) a todas estas preguntas. Esta teoría considera que los actos de infracción de las normas morales (como son los delitos) son el resultado de un proceso que se puede dividir analíticamente en dos fases diferenciadas: la fase de percepción y la fase de elección (Wikström, 2010a). Asimismo, se trata de una teoría que incorpora en la explicación del delito elementos tanto de la persona como de su entorno, donde lo relevante, precisamente, es la interacción entre ambos (Wikström, 2004, 2005). Todo ello hace de la TAS una propuesta bastante compleja y, por lo tanto, nuestro objetivo aquí no es ofrecer una explicación exhaustiva y completa sobre la misma, ya que ello agotaría las posibilidades de este trabajo. Por ello, en las siguientes líneas nos vamos a centrar (sin ánimo de exhaustividad) en los aspectos de la teoría que pueden servir para contestar a las preguntas arriba planteadas, y, especialmente, en aquellas premisas de la misma consistentes con el objeto y las hipótesis de la presente investigación.

2.1. Los delitos como acciones morales

La TAS parte de una serie de asunciones sobre la naturaleza humana y su relación con el orden social (Wikström y Treiber, 2009, p. 77). Para la TAS, los individuos son actores guiados por normas morales, que son las que indican u orientan la conducta sobre lo que es correcto (o incorrecto) hacer (o no hacer) en una determinada situación. El orden social, por su parte, encuentra su fundamento en la adherencia a un conjunto de reglas de conducta (Wikström y Treiber, 2013, p. 322). Las normas morales, así las cosas, son concebidas por la TAS como reglas (informales) que guían las acciones consideradas socialmente apropiadas (Wikström, 2010a, 2014; Wikström y Treiber, 2009). El propio Código penal constituye (un subconjunto de) una categoría (más amplia) de norma moral que aglutina una serie de preceptos con los que los sujetos se deben conformar (Hart, 1994). Es por ello que la TAS se presenta como una teoría de la acción que, en vez de aspirar a explicar las diferentes conductas descritas en el texto penal (Barton-Crosby, 2020), pretende ofrecer una explicación sobre cualquier <<acción que infringe una norma moral de conducta establecida por la ley>> (Wikström, 2010a, p. 217; Wikström et al., 2012., pp. 7-14, traducción propia). Por lo tanto, según la teoría, lo que define un delito no es que se trata de una conducta o acción particular, sino que es una acción que viola una norma moral de conducta establecida por la ley (penal) (Wikström, 2010a, p. 217). La teoría, en este sentido, no pretende explicar los motivos (las razones) por los que una persona hace lo que hace (p.ej. por qué una persona conduce un vehículo sin permiso de conducir) -que pueden ser muy heterogéneos y difusos (p.ej., porque necesita utilizar el coche para ir a trabajar o para visitar a unos amigos)-, sino por qué hace lo que hace cuando está prohibido por la ley (penal). De esta forma, la teoría se centra en lo que tienen en común todos los delitos (o infracciones) en todo tiempo y lugar, esto es, que son acciones que contravienen la ley (penal) (ver Wikström y Treiber, 2007). Un atentado terrorista, una violación, un hurto, agredir a tu pareja, defraudar a hacienda, incumplir ciertos deberes familiares o conducir un vehículo a motor bajo la influencia de bebidas alcohólicas son conductas muy heterogéneas entre sí que deben obedecer a motivaciones muy distintas. Todas estas conductas, sin embargo, tienen en común que son acciones de ruptura de las normas (formales) de conducta en la mayoría de los Estados (Wikström, 2010a). En realidad, diferentes motivos pueden estar detrás de una misma conducta delictiva, o incluso un sujeto puede cometer un mismo (tipo de) delito por razones diferentes (Wikström et al., 2012; Wikström y Treiber, 2009). La TAS propone por ello un marco situacional que explica por qué un mismo individuo puede responder de manera diferente a unos mismos (o similares) estímulos en momentos distintos y en diferentes contextos (ver Wikström, 2014, 2017).

En realidad, no hay conducta que sea siempre y en todo lugar delictiva (Phillipson, 1971, p. 5). Una misma acción puede ser delictiva en un país y no en otro (p.ej., conducir a determinadas velocidades); o (dejar de) ser delictiva en un mismo lugar de un día para otro (p.ej., conducir sin permiso). Todo ello sin que signifique necesariamente un cambio en las razones que han motivado la acción (p. ej., su utilidad). La acción siempre es la misma, lo que varían son las leyes que determinan que esa misma conducta es delictiva (Barton-Crosby, 2020, p. 4). Por eso, lo relevante para la TAS (donde pone su atención) es el proceso (causal) por el que ciertas personas violan determinadas normas morales de conductas establecidas por la ley (penal) (Wikström, 2010a).

Los DCSV, así las cosas, representan una forma (especifica) de ruptura de una norma moral y, por tanto, pueden ser explicados por la TAS. La teoría pretende explicar por qué una persona, por ejemplo, conduce tras consumir drogas cuando se trata de una conducta proscrita por la ley penal; en ningún caso aspira a explicar esta acción en sí misma considerada (Wikström et al., 2012).

2.2. Causas del delito a nivel individual

Para la TAS el delito tiene su origen en algún tipo de motivación y es el resultado de un proceso de percepción-elección que se inicia y se encuentra guiado por la interacción persona-ambiente (ver Wikstróm, 2014). La TAS contempla dos tipos de emociones: tentaciones u oportunidades y fricciones o provocaciones. Según Wikström y Treiber (2009, p. 80), las personas tienen una serie de necesidades, anhelos (deseos) y compromisos. Por lo tanto, una oportunidad (que surge en un momento y lugar determinado) para satisfacer estas aspiraciones representa, según la SAT, una importante fuente de tentación. Por otro lado, las fricciones (que surgen en un momento y lugar determinado) representan una importante fuente de provocación. Ambas fuentes de motivación, oportunidades y fricciones son necesarias para el acto criminal, ya que inducen a los individuos a que centren su atención en la posibilidad de actuar, desencadenando así el proceso de percepción-elección; aunque no son suficientes, ya que en el citado proceso son relevantes otros factores (causales). En cuanto al proceso, como señalamos, la teoría diferencia entre la fase de percepción y la de elección. En cada una de estas fases son relevantes unos factores particulares.

Según la TAS, para que una persona cometa un delito primero tiene que percibir esta posibilidad como alternativa de acción (fase de percepción) y después elegir esa conducta del abanico de posibles respuestas a una motivación (fase de elección). Quizá, este sea uno de los aspectos más sutiles y audaces de la teoría. La mayoría de las personas (la mayoría de las veces) no cometen delitos simplemente porque no perciben el delito como alternativa de acción (Wikström y Treiber, 2007, p. 250). Para la teoría, ello es debido a su moralidad individual. Solo cuando la moralidad del sujeto no es lo suficientemente fuerte para sucumbir a una motivación (provocación o tentación) entra en juego el proceso de elección. De esta forma, podemos afirmar que el primer (y principal) elemento relevante para la teoría es el filtro moral, que se compone de la moralidad individual y de las normas morales del entorno (Wikström, 2006). Sin embargo, el hecho de que la persona perciba el delito como alternativa de acción no es suficiente para que este se produzca, sino que es necesario, además, que elija esta opción (de entre todas las posibilidades). En esta fase los sujetos deliberan entre sus posibles alternativas de acción. Que finalmente terminen decantándose por el delito o por otra opción respetuosa con la Ley depende, principalmente, de los controles. A nivel individual el control que pueda inhibir al sujeto de realizar una acción delictiva es interno y tiene que ver su capacidad para ejercer autocontrol cuando se siente tentado (por el entorno) a delinquir. A nivel externo el control relevante para la TAS es la disuasión, que es el proceso mediante el que el nivel (percibido) de aplicación de las normas morales del entorno (al crear preocupación o miedo de las consecuencias) consigue hacer que una persona se adhiera a las normas morales del entorno (que disuaden del delito) incluso cuando estas entran en conflicto con sus propias normas morales (que incitan al delito) (ver Wikstróm et al., 2012).

Como vemos, aquí se entremezclan tanto elementos de la persona (su moralidad individual y su capacidad para ejercer autocontrol) como de su entorno más inmediato (sus normas morales y su capacidad de disuasión). Una de las principales asunciones de la TAS es que las causas directas de los actos de infracción de normas morales (p.ej., el delito) deben ser analizadas situacionalmente, es decir, a nivel de la interacción persona-entorno (Wikström, 2006, 2017; Wikström y Treiber, 2016). Es decir, para la TAS, lo relevante es la concentración (en el tiempo y en el espacio) de personas con moralidad débil y bajo autocontrol (propensión criminal) en un contexto especialmente criminógeno (esto es, que incita a la infracción de las normas). Esta exposición es lo que incrementa la probabilidad de que los individuos perciban y elijan el delito como respuesta a una determinada motivación (oportunidad/fricción) (Wikström, 2009). En este estudio nos vamos a centrar en los factores causalmente relevantes a nivel individual, esto es, en la (baja) moralidad individual y en la (baja) capacidad para ejercer autocontrol. Ambos factores constituyen lo que la teoría denomina propensión criminal, que es definida como la tendencia a ver y, en su caso, a elegir el delito como alternativa de acción (Wikstróm et al., 2012, p. 15).

2.2.1. La moralidad individual

Para la TAS, la moralidad individual es la característica individual más importante e influyente en la predicción de actos delictivos (Wikström, 2006, p. 101; Wikström y Treiber, 2007, p. 258). Es el factor (causalmente) central en su explicación (Antonaccio y Title, 2008; Barton-Crosby, 2017). La mayoría de las personas no delinque porque su moralidad individual no les permite percibir el delito como una alternativa de acción posible. La TAS define la moralidad individual como <<la función evaluativa de eventos en el mundo basado en valores sobre lo que es correcto o incorrecto hacer (valores morales)>> (Wikström, 2004, p. 15, traducción propia). Para la TAS, la moralidad individual es el resultado de las creencias morales de las personas y de las emociones morales ligadas a esas creencias. Las personas varían en cómo de importante consideran que es (en general) cumplir las normas (creencias morales), en la fuerza de esas normas (emociones morales) y en las reglas morales que consideran relevantes para la acción (normas morales específicas).

En este punto es importante hacer algunas apreciaciones sobre los conceptos recién señalados:

- Las creencias morales son las que guían a las personas sobre lo que es correcto o incorrecto hacer (o no hacer) en una circunstancia particular (Wikström, 2014, p. 76). Son las que guían a las personas hacia el (in)cumplimiento de las normas. Por ello, determinadas normas morales personales débiles son un importante indicador de determinadas conductas delictivas (Pauwels et al., 2011; Svensson, 2015; Svensson, Pauwels y Weerman, 2010).

- Las emociones morales, por su parte, son las que miden la fuerza o importancia de las normas morales. La tendencia de las personas a seguir las normas morales se encuentra influenciada por las emociones morales ligadas al incumplimiento de esas normas. Las dos emociones relevantes para la TAS son la vergüenza y la culpa (Wikström et al., 2012). La vergüenza es una emoción (sobre uno mismo) que provoca sentimientos negativos cuando las acciones transcienden a terceros relevantes. La culpabilidad, por su parte, es una emoción (sobre una acción) que provoca sentimientos negativos cuando se confrontan con las acciones propias (Wikström, 2010a, p. 222).

- Finalmente, de gran relevancia para este trabajo, es necesario destacar que, según la TAS, las personas varían en las normas morales específicas que consideran relevantes. Es decir, la TAS sugiere que los individuos mantienen reglas morales específicas de la acción sobre cómo de correcto o incorrecto perciben ciertos tipos de comportamientos (Wikström, 2010a; Wikström et al., 2012). Según la TAS, los individuos tienen reglas morales específicas de acción, esto es, <<reglas morales que son relevantes para romper normas particulares de conducta>> (Wikström et al., 2012, p. 16, traducción propia). Silver y Silver (2020, p. 5) hablan, en términos similares, de que la <<moralidad es pluralista>>, en el sentido de que <<un individuo puede experimentar diferentes grados de inhibición moral hacia diferentes tipos delictivos>> (traducción propia). Por ello, es posible que una persona determinada acepte de forma general el cumplimiento de las normas, pero considere que incumplir algunas de ellas (en un momento dado) puede ser aceptable, no ser tan grave o estar justificado. La distinción entre delincuencia localizada y generalizada, en este sentido, puede ser indicativa de diferencias en la moralidad específica de la acción (Barton-Crosby, 2017). Ello explicaría, siguiendo está lógica, por qué, por ejemplo, ciertas personas tienen (mayor) tendencia a cometer DCSV y, en consecuencia, por qué hay una mayor prevalencia de este tipo de delitos.

2.2.2. El autocontrol

El autocontrol, como es bien conocido, es la variable nuclear para la Teoría General del Delito -TGD- (Gottfredson y Hirschi, 1990). Para esta teoría, los sistemas de sanciones resultan insuficientes para prevenir el delito y lo único que puede evitar su comisión es el nivel de autocontrol de las personas. Según la TGD, cualquier delito (e incluso conducta negligente o arriesgada) tiene su origen en esa misma causa común (el bajo autocontrol) y no puede ser explicado en términos de causa-efecto. Estamos ante una hipótesis que ha recibido (y sigue recibiendo) un apoyo empírico sin precedentes (ver Pratt y Cullen, 2000). Sin embargo, en la TAS, esta variable viene configurada conceptualmente en un sentido diferente al ofrecido en la TGD (ver Tittle, Ward y Grasmick, 2003). La TAS se refiere al autocontrol como la capacidad <<de inhibición de las alternativas de acción percibidas o la interrupción del curso de acción, que ha entrado en conflicto con la moral del propio agente>> (Wikström y Treiber, 2007, traducción propia). De esta manera, el autocontrol es el resultado del <<proceso por el que una persona consigue adherirse a una regla moral personal cuando esta se encuentra en conflicto con la norma moral (percibida) de un entorno>> (Wikström, 2004, p. 82, traducción propia). Para la TAS <<el autocontrol deber ser analizado como un concepto situacional (un factor en el proceso de elección) más que como un rasgo individual>> (Wikström y Treiber, 2007, p. 237, traducción propia).

Como vemos, para la TAS, la capacidad para ejercer autocontrol es otro de los elementos clave más relevantes en la explicación del delito, que, en este caso, opera en la fase de deliberación. En este sentido, este factor solo es relevante en la causación del delito cuando los individuos se encuentran ante un conflicto entre su moralidad y la del entorno (Antonaccio y Tittle, 2008, p. 482). Es decir, en situaciones donde deliberan (fase de elección) sobre si cometer el delito o no(3).

2.2.3. La interacción entre moralidad y autocontrol

Lo más relevante del autocontrol a los efectos de la presente investigación tiene que ver con cómo y cuándo interactúa con la moralidad individual. Según la TAS, la capacidad para ejercer autocontrol es más influyente según la moralidad de los individuos es más baja (Wikström et al., 2012). Sin embargo, la teoría en este aspecto se muestra algo ambigua -e incluso, contradictoria (ver Hirtenlehner y Kunz, 2016; Teijón Alcalá, 2021). En algunas partes Wikström indica que el autocontrol es irrelevante (no ejerce ninguna influencia) cuando la moralidad del sujeto es alta -ya que no le permite percibir el delito como alternativa de acción (Wikström y Svensson, 2010). Wikström llega a afirmar que la habilidad para ejercer autocontrol es un factor causalmente relevante solo para individuos con baja moralidad (Wikström y Svensson, 2010, p. 398). Sin embargo, en otras partes sostiene que esta capacidad para ejercer autocontrol es un factor causalmente relevante tanto para individuos que nunca perciben el delito como alternativa de acción (debido a su alta moralidad) como para los que solo perciben el delito como alternativa de acción (moralidad baja) -ya que, en estos casos, delinquirían por hábito (esto es, sin deliberación) (Wikström y Treiber, 2007, p. 247). Esta incongruencia -o falta de desarrollo teórico- ha dado pie a que surjan en la literatura diferentes interpretaciones sobre el sentido de la interacción autocontrol-moralidad (ver Antonaccio y Titttle, 2008).

Según una primera interpretación (mayoritaria), el autocontrol no influye en la conducta criminal entre aquellos con moralidad elevada, ya que estos individuos siguen sus códigos morales y se abstienen de la mala conducta, independientemente de su nivel de autocontrol. Por ello, el autocontrol es únicamente relevante para los que no son altos en moralidad (Schoepfer y Piquero, 2006; Svensson et al., 2010; Wikström y Svensson, 2005, 2010). Una segunda interpretación (minoritaria), por su parte, apunta a que el autocontrol es irrelevante tanto cuando las fuertes creencias morales no permiten a las personas considerar el delito como alternativa de acción (alta moralidad), como cuando las personas no consideran un acto delictivo moralmente incorrecto (baja moralidad) y, por lo tanto, no debería ser necesario ajustar un comportamiento a una moralidad personal de la que se carece (y que por sí misma ya incita al incumplimiento de la norma) (Serrano Maíllo, 2017; Serrano Maíllo y Viedma Rojas, 2018; Wikström y Treiber, 2007). Es decir, el autocontrol, según esta segunda interpretación, solo es relevante para los que son medios en moralidad. Finalmente, una tercera interpretación (más residual) sostiene que el autocontrol es únicamente relevante para los sujetos con fuerte moralidad, ya que solo en estos casos puede realzar los efectos de la moralidad en la mala conducta, puesto que las personas que desean ser respetuosas con la ley -debido a sus altos estándares morales-, pero que poseen un autocontrol débil, no siempre podrán hacerlo, mientras que las personas con baja moralidad pueden ofender independientemente de su autocontrol (Antonaccio y Tittle, 2008; Tittle et al., 2004, 2010).

3. Objetivos de la presente investigación

Como acabamos de ver, la TAS, al menos desde un punto de vista teórico, parece ofrecer respuesta a todas las preguntas planteadas. De acuerdo con la concepción de delito vista, es posible que una única teoría pueda explicar delitos de diferente naturaleza, puesto que la TAS, merece la pena insistir, pone el foco de atención en lo que tienen en común todos ellos, esto es, que son acciones morales que contravienen una norma moral de conducta establecida en la ley (penal). De esta forma, las causas de todo delito deberían ser las mismas. También hemos visto cómo esa moralidad específica a la que se refiere la teoría podría explicar una mayor prevalencia de DCSV; y por qué existiría esa (pretendida) mayor especialización en este tipo delitos. Finalmente, de importancia más sustantiva, acabamos de ver que las causas de la criminalidad vial, como las del resto de los delitos, serían, según la TAS, la (baja) moralidad individual (específica) de las personas y su (baja) capacidad para ejercer autocontrol, siendo la moralidad un factor causal más determinante que el autocontrol (Wikström, 2006, p. 101).

Así las cosas, el objetivo de la presente investigación es, en primer lugar, analizar empíricamente si, tal y como predice la TAS, el autocontrol y, en mayor medida, la moralidad individual son factores causalmente relevantes de DCSV. Por otro lado, también tratamos de evaluar si y cómo interactúan estos factores entre sí en la explicación de esta forma de criminalidad. Finalmente, teniendo en cuenta que la TAS es una teoría en desarrollo, al testar sus asunciones clave, un objetivo adicional es contribuir a su desarrollo teórico y a su fundamento empírico. Todo ello en un país particular (España), un ámbito delictivo específico (delincuencia vial) y, como veremos, con una muestra compuesta íntegramente por personas adultas.

4. Estudios empíricos previos

La TAS ha recibido un gran apoyo empírico en los últimos años (ver Pauwels, Svensson y Hirtenlehner, 2018), también en lo que se refiere a la interacción entre autocontrol y moralidad -en sus diferentes interpretaciones- (Barton-Crosby y Hirtenlehner, 2020; Hirtenlehner y Kunz, 2016; Piquero y Tibbetts, 1996; Schoepfer y Piquero, 2006, Serrano Maíllo, 2017; Serrano Maíllo y Viedma Rojas, 2018; Silver y Silver, 2018; Svensson, 2010; Teijón Alcalá, 2021; Wikström y Svensson, 2005, 2010). Salvo alguna excepción, donde los resultados han sido más bien mixtos (Antonaccio y Tittle, 2008; Tittle et al., 2010), los resultados han sido muy favorables para la teoría. Todo ello en estudios implementados en diferentes países, con metodologías muy variadas y con muestras (y medidas de delincuencia) muy diferentes entre sí.

Uno de los primeros estudios que se conoce es el implementado por Schoepfer y Piquero (2006) en una ciudad americana con una muestra de 382 jóvenes-adultos posgraduados. Para ello, recurren a la técnica de los escenarios y a análisis de regresión Tobit. Sus resultados indican que tanto el autocontrol como la moralidad predicen las intenciones de robar y de agresión (siendo superiores los efectos de la moralidad en todos los modelost) y que el autocontrol solo influye cuando los sujetos son bajos en moralidad (excepto con la intención de agresión, que también influye levemente en individuos altos en moralidad).

Antonaccio y Tittle (2008), por su parte, analizan la misma hipótesis con una muestra de 500 personas adultas en la ahora sufrida ciudad de Lviv (Ucrania), cuya característica más relevante (por entonces) es que reportaba mayores niveles de violencia que en los países occidentales. Aquí los autores utilizan medidas de autocontrol tanto de carácter conductual como cognitivo y analizan 7 tipos diferentes de conductas delictivas. De todas ellas, los autores observan que solo una interacción (para delitos contra la propiedad) alcanza la significancia estadística, en el sentido de que solo aquéllos con alta moralidad ven reducidas sus probabilidades de delinquir debido a los efectos del autocontrol.

Svensson y su equipo (2010) analizan está hipótesis interactiva en tres países europeos (Bélgica, Suecia y el sur de Holanda) formando tres muestras independientes. Los resultados en todos ellos confirman que los efectos del autocontrol en un índice compuesto de hasta 14 tipos de delincuencia dependen del nivel de moralidad de los individuos. Sin embargo, encuentran que estos efectos son significantes en todos los niveles de moralidad, aunque los efectos, tal y como sugiere la interpretación mayoritaria, son mucho más fuertes para los sujetos que son bajos en moralidad. Estos resultados son consistentes con los obtenidos en otro estudio posterior por el propio Svensson, ahora junto a Wikström. En este caso, estamos ante estudio longitudinal que cuenta con una muestra de1.957 adolescentes residentes en la ciudad de Peterborough (Reino Unido)(4). Una serie de análisis de regresión MCO señala que los valores del autocontrol dependen de la moralidad de los jóvenes y que el bajo autocontrol tiene efectos en diferentes formas de delincuencia (general, robo, hurto y agresión) para los que son medios y -en mayor medida- bajos en moralidad; pero no para los que son altos.

Tittle y sus colaboradores (2010) también analizan los efectos interactivos entre la moralidad individual y el autocontrol (también añaden la utilidad esperada por el delito) en dos grandes ciudades (Atenas y Nizhni Nóvgorod) de dos países diferentes (Grecia y Rusia, respectivamente). Sus resultados revelan que solo tres (todos ellos en Atenas) de los ocho test ejecutados alcanzan la significancia estadística, y que solo uno de ellos revela que el alto autocontrol tiene mayores efectos de contención del delito (contra la propiedad) para individuos con baja moralidad.

Hirtenlehner y Kunz (2016), ahora en Alemania y con una muestra de personas adultas (de entre 50 y 80 años), encuentran pruebas favorables a la TAS, aunque solamente analizan a sujetos altos y bajos en moralidad, lo que no permite tener en cuenta la influencia del autocontrol en sujetos con moralidad moderada.

En España, nuestra hipótesis interactiva también ha recibido atención. Serrano Maíllo y Rojas Viedma (2018), con una muestra de personas adultas internas en Centros de Inserción Social (CIS) revelan que, como sugiere la interpretación mayoritaria, los efectos del autocontrol son más elevados según la moralidad de los sujetos es más baja. Lo más relevante de este estudio es que la variable dependiente viene definida la percepción de los internos sobre sus probabilidades de reincidir cuando salgan de prisión. Por otro lado, Teijón Alcalá (2021), esta vez con datos de una muestra de atletas residentes en España, analiza los efectos de la interacción autocontrol-moralidad en la explicación de ciertas infracciones que son habituales en el contexto de la competición/actividad deportiva. Los datos revelan que el autocontrol es más influyente en la prevención de este tipo de infracciones según la moralidad de los deportistas es menor; a la par que deviene irrelevante para aquéllos que son altos en moralidad.

Otros estudios recientes (Barton-Crosby y Hirtenlehner, 2020; Serrano Maíllo, 2017; Silver y Silver, 2020) también han ofrecido resultados favorables para (la interpretación mayoritaria de) la teoría.

II. EL PRESENTE ESTUDIO

1. Datos y muestra utilizada

Para la recogida de datos se elaboró un cuestionario ad hoc similar al utilizado por Wikström et al. (2012), pero adaptado al ámbito de la delincuencia vial. De esta manera, el cuestionario recoge las medidas de las principales variables de interés para la TAS, con preguntas específicas de acciones y situaciones relacionadas con esta forma de criminalidad. Se trata de un cuestionario sencillo administrado por internet (ver Callegaro, Lozar Manfreda y Vehovar, 2015) que fue diseñado con el objetivo de ponderar exhaustividad con brevedad (Saris y Gallhofer, 2014). El cuestionario fue sometido previamente a un pretest utilizando técnicas cognitivas de entrevista. Tras realizar las modificaciones y ajustes oportunos, el cuestionario fue presentado a una muestra indeterminada de personas a través de las redes sociales y de diferentes medios de comunicación social. Para ello utilizamos una aplicación informática de encuestas autoadministradas mediante internet <<1KA Oneclick Survey>> (Callegaro et al., 2015) que permite recoger toda la información y descargarla en los formatos habituales para el análisis estadístico (ej. SPSS.SAV, EXCEL.XLS, CSV, etc.). La recogida de datos se realizó mediante el sistema CAWI (Computer Assisted Web Interviewing), que, como es conocido, es una técnica muy habitual en Ciencias humanas y sociales, debido, entre otras cosas, a su facilidad de administración y a su mayor potencial alcance. Este sistema, además, permite garantizar el anonimato, lo que favorece la honestidad de las respuestas y ayuda a evitar problemas de deseabilidad social (Vakhitova et al., 2019). Los datos se recogieron entre los meses que van de marzo a septiembre de 2021, ambos incluidos.

Es importante advertir que el sistema de recogida de datos no se basó en técnicas de muestreo probabilístico. Es decir, estamos ante una muestra más cercana a las denominadas de conveniencia donde el objetivo era obtener un número suficiente de observaciones (n =414) y la variabilidad necesaria para la inferencia estadística y el test de hipótesis (Serrano Maíllo, 2018).

2. Medidas

2.1. Variable dependiente

Nuestra variable dependiente viene formada por una serie de conductas que podrían ser constitutivas de delito según nuestro Código penal vigente. A saber: conducir (i) habiendo consumido alcohol [cerveza, vino, cubatas, licores, etc.]; (ii) habiendo consumido drogas [marihuana, hachís, cocaína, etc.]; (iii) sin tener permiso de conducir en vigor [por no habértelo sacado nunca, por haber perdido todos los puntos o porque te lo había retirado un Juez]; (iv) a más de 200 km/h. Los encuestados fueron interrogados sobre la frecuencia con la que habían conducido en estas circunstancias durante los dos últimos años (2019 y 2020) y lo que había transcurrido de 2021. A las preguntas le siguen 5 opciones de respuesta tipo Likert que va desde (1) <<Nunca>> a (5) <<Muchas veces>>. Los 5 ítems observados (Alpha = ,815) se sometieron a un Análisis de Componentes Principales de tipo Exploratorio (ACPE), arrojando una solución de un único factor que explica más del 73% de la varianza total y que cuenta con un autovalor superior a la unidad (2,196). La prueba de esfericidad de Bartlett es altamente significativa estadísticamente (p<0,0005) y el l KMO indica una aceptable adecuación muestral (0,677).

2.2. Variables independientes

En este estudio, nuestras dos variables independientes son el autocontrol y la moralidad individual.

2.2.1. Autocontrol

Para obtener medidas de esta variable, siguiendo aquí también a Wikström et al. (2012), hemos utilizado la escala del temperamento [elaborada originalmente por Grasmick et al. (1993)] en su versión reducida (ver Serrano Maíllo, 2013)]. Esta versión consta de 8 ítems mediante los que se pregunta a los encuestados por su grado de acuerdo o desacuerdo con respecto a una serie de afirmaciones(5). La escala de 5 respuestas va de (1) <<Muy en desacuerdo>> a (5) <<Muy de acuerdo>>. Las puntuaciones obtenidas se han recodificado inversamente para que valores altos sean indicadores de un alto autocontrol. Los 8 ítems observados (Alpha = ,783) también se han sometido a un ACPE, ofreciendo una solución de dos factores superiores a la unidad que, conjuntamente, explicarían más del 55% de la varianza total. La prueba de esfericidad de Bartlett es estadísticamente significativa (p<,0005) y el KMO indica una buena adecuación muestral (0,787). Sin embargo, en este caso, razones de carácter teórico (y estadístico) aconsejan utilizar la información de un único factor, que explica por sí solo más del 40% de la varianza total (Teijón Alcalá, 2021)(6).

2.2.2. Moralidad individual

Para obtener medidas de esta variable hemos seguido el proceso por pasos llevado a cabo por Wikstrom et al. (2012) en el estudio del PADS+. En primer lugar, presentamos los procedimientos empleados para obtener medidas de cada una de las variables independientes. A continuación, se señalan las operaciones realizadas para conseguir la variable que aquí hemos denominado moralidad individual.

- Creencias morales. Para obtener medidas de esta variable se ha preguntado a los encuestados sobre (su percepción sobre) lo correcto o incorrecto de realizar las acciones definidas en el apartao anterior. La escala de respuesta cuenta con 5 opciones que van desde (1) <<Muy correcto>> a (5) <<Muy incorrecto>>. Los 4 ítems observados (Alpha = ,836) se han sometido a un ACPE que arroja un único factor superior a la unidad (autovalor = 2,749) y que llega a explicar más del 68% de la varianza total. La prueba de esfericidad de Bartlett es altamente significativa estadísticamente (p<0,0005) y el KMO indica una buena adecuación muestral (0,795). Altas puntuaciones en esta variable se identifican con fuertes creencias morales (en lo que se refiere a estas conductas específicas).

- Emociones morales. Las emociones morales relevantes para la TAS, como vimos, son la vergüenza y la culpabilidad. Para obtener medidas de estas emociones se ha preguntado a los encuestados, respectivamente, si: (a) se sentirían culpables; o (b) sentirían vergüenza (si su entorno más cercano se enterara) tras conducir en algunas de las circunstancias previstas anteriormente (con alcohol, drogas, sin permiso de conducir o a más de 200km/h). En ambos casos se ha empelado una escala Likert con 5 opciones de respuesta que va, respectivamente, desde (1) <<Nada culpable>> a (5) <<Muy culpable>>; y de (1) <<Ninguna vergüenza>> a (5) <<Mucha vergüenza>>. Los 8 ítems observados (Alpha = ,897) han sido sometidos a un ACPE que ha arrojado un único factor que explica más del 58% de la varianza total y que cuenta con un autovalor superior a la unidad (4,674). La prueba de esfericidad de Bartlett es altamente significativa estadísticamente (p<0,0005) y el KMO indica una más que aceptable adecuación muestral (0,771). Puntuaciones altas de esta variable indican fuertes emociones morales (con respecto a estas conductas específicas).

Finalmente, se sumaron las puntuaciones de las creencias morales y de las emociones morales para obtener un índice compuesto (estandarizado) de moralidad individual.

2.3. Variables de control

Para la TAS, los factores personales causalmente relevantes de actos de infracción de las normas son el bajo autocontrol y una moralidad débil (propensión criminal). A nivel ambiental, lo relevante, y lo que, junto a la propensión criminal, constituye lo que la teoría denomina el Modelo Situacional, es la exposición criminógena (Haar y Wikström, 2010). Esto es la exposición a un entorno cuyas normas morales incentivan o promueven el incumplimiento de las normas (entornos que ofrecen amplias oportunidades y fricciones; y escasa capacidad de disuasión y control). En este estudio se incluyen, por tanto, una serie de variables que, tomadas en su conjunto, podrían ser indicador de un contexto criminógeno específico (ver Teijón Alcalá, 2022b).

Amigos infractores. Para obtener medidas de esta variable se ha solicitado a los encuestados que indiquen la cantidad de amigos que conducen habitualmente realizando las conductas ya mencionadas. A cada una de estas infracciones le siguen 5 opciones de respuestas que van desde (1) <<Ninguno>> a (5) <<Muchos>>. Los 4 ítems (Alpha = ,750) han sido sometidos a un ACPE que devuelve un único factor que explica más del 57% de la varianza total y que cuenta con un autovalor superior a la unidad (2,303). La prueba de esfericidad de Bartlett es altamente significativa estadísticamente (p<0,0005) y el KMO indica valores muy próximos a una aceptable adecuación muestral (0,745).

Consumo de sustancias. Mediante esta variable se pregunta a los encuestados por la frecuencia con la que habitualmente consumen bebidas alcohólicas (cerveza, vino, copas, cubatas, licores, etc.) y drogas (marihuana, hachís, cocaína, etc.). Las 5 opciones posibles de respuestas van desde (1) <<Nunca>> a (5) <<Muy a menudo (todos los días o casi todos los días)>>. Con los resultados de ambas medidas (alcohol y drogas) se ha creado un índice sumatorio (estandarizado) del consumo de sustancias autoreportado por los encuestados.

Uso de vehículo. Mediante esta variable se evalúa la frecuencia con la que los conductores utilizan sus vehículos para realizar actividades de diferente signo(7). A las preguntas en cuestión le siguen 5 opciones de respuestas que van de (1) <<Nunca>> a (5) <<Muy a menudo (todos los días o casi todos los días)>>. Un ACPE con las tres variables observadas (Alpha = ,815) revela un único factor que explica más del 73% de la varianza total y que cuenta con un autovalor superior a la unidad (2,196). La prueba de esfericidad de Bartlett es altamente significativa estadísticamente (p<0,0005) y el KMO indica valores muy próximos a una aceptable adecuación muestral (0,677).

Edad. La edad ha sido codificada según el número de años del encuestado, con edades comprendidas entre los 18 y 65 años.

Sexo. El sexo ha sido codificado en respuesta dicotómica, correspondiendo el <<0>> a la mujer (183; 48,3%) y el <<1>> al hombre (196; 51,7%).

La Tabla 1 muestra los estadísticos descriptivos de las variables empleadas en el presente estudio.

Tabla 1. Estadísticos descriptivos

3. Hipótesis

A partir de los desarrollos teóricos precedentes se presentan las siguientes hipótesis sustantivas sobre predicciones clave de la TAS en un enfoque de hipótesis alternativas.

H1. Existe una relación entre autocontrol y DCSV, en el sentido de que los sujetos con bajo autocontrol son los que, en mayor medida, tienden a cometer DCSV.

H2. Existe una relación entre moralidad individual y DCSV, en el sentido de que los sujetos con baja moralidad son los que, en mayor medida, tienden a cometer DCSV.

H3. La moralidad individual es un factor causalmente relevante más importante que el autocontrol en la predicción de DCSV, en el sentido de que, si bien ambos factores predicen la comisión de DCSV, la (baja) moralidad ejerce más influencia que el autocontrol (bajo).

H4. Existe una interacción entre autocontrol (X) y moralidad individual (W) en la predicción de DCSV (Y), en el sentido de que los efectos del autocontrol (X) en los DCSV (Y) se encuentran condicionados (en tamaño o fuerza) por la moralidad individual de los conductores (W). Se espera que según la capacidad de los conductores para ejercer autocontrol sea más baja cometan más DCSV en la medida que su moralidad sea más débil; y que sea irrelevante para los que tienen una alta moralidad.

4. Estrategia analítica

La estrategia analítica diseñada para el presente estudio se fundamenta en los marcos teóricos analizados, en la distribución de nuestras variables de interés y en la naturaleza de las hipótesis planteadas. Para nuestras tres primeras hipótesis recurrimos a los tradicionales análisis de regresión múltiple mediante el método de los Mínimos Cuadrados Ordinarios -MCO- (Allison, 1999). Con respecto a nuestra hipótesis interactiva (H4), su naturaleza causal requiere de un análisis estadístico de moderación simple (Hayes, 2018), lo que se conoce tradicionalmente como el test de interacciones. Mediante el análisis de moderación simple se analiza si los efectos de una variable antecedente (X), en una variable respuesta (Y) se encuentran influenciados o dependen (en tamaño, signo o fuerza) de una tercera variable moderadora (W) (ver Hayes, 2018. p. 220). En la literatura se utilizan tradicionalmente dos enfoques para el test de interacciones: el análisis factorial de varianza y el procedimiento basado en el análisis de regresión (Hayes, 2018, p. 223). La naturaleza continua de nuestra variable moderadora aconseja el enfoque de regresión múltiple MCO. Para este tipo de análisis hemos utilizado la aplicación estadística PROCESS (Versión 3.5), que es una herramienta especialmente útil y ágil para este tipo de análisis que se basa en el modelo de regresión y que puede ser utilizado con el paquete estadístico SPSS (Hayes, 2018, p. 223). Esta aplicación calcula directamente el término multiplicativo (X*W) y nos permite estimar los intervalos de confianza mediante bootstrap. También nos ofrece una serie de estadísticos específicos que nos permiten testar y explorar la interacción. Para la interpretación de la interacción seguimos a Friedrich (1982), que ofrece una explicación sencilla. De acuerdo con Friedrich (1982), mediante una interacción se evalúa <<cómo el efecto de una variable independiente sobre la variable dependiente varía con los cambios en otra variable independiente [que aquí llamamos moderadora] y cuál es el efecto de una variable independiente sobre la variable dependiente en cualquier nivel especificado de otra variable independiente>> (traducción propia). Según la literatura especializada, la mejor forma de investigar si existe una interacción utilizando análisis de regresión MCO es examinar si los efectos de la interacción son estadísticamente significativos y si existe variación suficiente en ciertos estadísticos de bondad de ajuste del modelo (ver Cohen y Cohen, 1983; Jaccard, Turrisi y Wan, 1990). En cualquier caso, la principal razón para incluir una interacción tiene que ser de carácter teórico (ver Wikström y Svensson, 2008); de lo contrario, existirán grandes dificultades para explicar sus efectos (Aiken y West, 1991).

Por otro lado, para explorar con algo más de detalle la interacción, recurrimos a dos enfoques tradicionales. Ambos enfoques facilitan la interpretación de los resultados (Hayes, 2018, p. 220). El primero de ellos es el conocido como la aproximación <<pick-a-point>>. Este enfoque permite calcular el efecto condicional de una variable independiente (X) sobre la dependiente (Y) en diferentes niveles de la variable moderadora (W). Para ello, establece tres grupos o niveles de la variable moderadora (bajo, medio o alto) según sus cuartiles o, en este caso, según sus desviaciones típicas (Serrano Maíllo, 2018; Teijón Alcalá y Birkbeck, 2019). Ello nos va a permitir conocer la magnitud del efecto del autocontrol sobre las infracciones reportadas en cada nivel de moralidad. El segundo procedimiento es el conocido como la técnica de Johnson-Neyman (Hayes, 2018, p. 249). Esta técnica suele ser preferible a la anterior en supuestos como el presente, donde la variable moderadora es continua, ya que, establece un rango bastante mayor (de hasta 22 valores) que la aproximación <<pick-a-point>> y, en consecuencia, aporta mucha más información. Todo ello permite ver, entre otras cosas, en qué momento (a partir de qué valores), los efectos de X sobre Y empiezan a ser estadísticamente significativos. Todo ello, además, se puede visualizar fácilmente en un gráfico específico (Hayes, 2018).

III. RESULTADOS

En la Tabla 2 se muestran las correlaciones bivariadas entre todas nuestras variables de interés. Los resultados observados ya ofrecen información relevante sobre la presente investigación. En primer lugar, comprobamos que tanto el autocontrol como la moralidad se relacionan con los DCSV en la dirección esperada, siendo el coeficiente de determinación para la moralidad (r = -,449) mayor que el del autocontrol (-165). Ello indicaría que según el autocontrol y -especialmente- la moralidad de los encuestados son más bajos, existe mayor probabilidad de que reporten delitos de este tipo. De entre las variables de control, también observamos que los coeficientes de determinación para amigos infractores (r = ,430) y para consumo de sustancias (r = ,411) son muy altos y que variables como la edad y el sexo se comportan como cabría de esperar en nuestra disciplina(8). Otro dato relevante que aporta la Tabla 2 es que parece descartar problemas de multicolinealidad entre nuestras variables de interés(9).

Tabla 2. Correlaciones bivariadas

La Tabla 3, por su parte, incluye los tres modelos de regresión con los que vamos a contrastar las hipótesis planteadas. El primer modelo presenta los resultados de un análisis de regresión múltiple en el que se evalúan los efectos del autocontrol y de la moralidad individual (sin controles) en los DCSV. Los resultados, de forma muy parecida a los mostrados en la Tabla 2, informan de que, incluidos en un mismo modelo de regresión, el autocontrol [coeficiente = -0,15; error típico =0,05; p<0,01] y la moralidad individual [coeficiente = -0,44; error típico =0,05; p<0,0005] influyen de forma estadísticamente significativa en nuestra variable dependiente. El coeficiente negativo indica que según el autocontrol y la moralidad de los encuestados es mayor, disminuyen las infracciones reportadas. Dicho en sentido contrario, según los encuestados son más bajos en autocontrol y más débiles en moralidad tienden a reportar más DCSV. De importancia igualmente sustantiva, tanto los coeficientes estandarizados como los no estandarizados (que, en este caso son prácticamente idénticos) sugieren que la moralidad individual es más influyente que el autocontrol.

Estos resultados, por lo tanto, nos permiten confirmar tres de las cuatro hipótesis planteadas, ya que apuntan claramente a que tanto el autocontrol (H1) como la moralidad individual (H2) son dos factores causalmente relevantes de DCSV, siendo la moralidad individual más influyente que el autocontrol (H3).

Tabla 3. Análisis de Regresión lineal y de Moderación simple (DCSV)

En el Modelo 2, por su parte, se incluye la interacción y se analiza si, tal y como reza nuestra cuarta hipótesis, los efectos del autocontrol en la predicción de DCSV dependen (en tamaño o fuerza) de la moralidad individual de los encuestados. Los resultados indican que la interacción (autocontrol*moralidad individual) alcanza la significancia estadística [coeficiente = 0,21; error típico =0,04; p<0,0005], lo que por sí mismo es ya un buen indicador de su influencia en la predicción de DCSV. No obstante, una serie de pruebas específicas para el test de interacciones (Cohen y Cohen, 1983) indican, por un lado, que existe un cambio (de 0,071 puntos) en el coeficiente de determinación del Modelo 2 (0,293) con respecto al del Modelo 1 (0,222) que es estadísticamente significativo; y, por otro, que existe una diferencia significativa de casi dos puntos (de 1,93) en los valores del estadístico F del Modelo 1 (52,20) con respecto a los del Modelo 2 (50,27). En definitiva, los resultados parecen confirmar la influencia del término multiplicativo y nos permiten aceptar igualmente nuestra cuarta hipótesis sustantiva (H4).

Finalmente, el Modelo 3 introduce en la ecuación las diferentes variables de control. Los resultados no producen ningún cambio reseñable con respecto a los modelos anteriores, y la interacción sigue siendo estadísticamente significativa en la dirección esperada por la teoría [coeficiente = 0,16; error típico =0,03; p<0,0005]. Este modelo, por su parte, sigue dejando patente que la moralidad individual es el factor causal más influyente. En cuanto a las bondades de ajuste de este tercer modelo, observamos que tanto los valores en estadísticos R2 como R2adj aumentan significativamente con respecto a los modelos anteriores, a la par que el estadístico F disminuye también considerablemente. Todo ello apunta a que los datos ajustan mejor en este tercer modelo que en los modelos anteriores.

A continuación, presentamos una serie de estadísticos que nos van a permitir explorar con algo más de detalle los efectos de la interacción (Hayes, 2018, p. 220). Una de las cuestiones teóricas que, como mencionamos, ha suscitado mayor atención (y controversia) en el marco de la TAS tiene que ver con el umbral de moralidad a nivel individual (alto, medio o bajo) a partir del cual el autocontrol despliega sus efectos (o deviene irrelevante). Las presentes pruebas van a ofrecer algo más de luz sobre el sentido de la interacción. Desde un punto de vista estadístico, nos van a permitir evaluar en qué punto concreto de la distribución de nuestra variable moderadora (o sea, en qué niveles de moralidad) el autocontrol tiene efectos estadísticamente significativos en nuestra variable dependiente.

La Taba 4 muestra los resultados obtenidos mediante la aproximación <<pick-a-point>> (en el que también se incluyen las variables de control). Los resultados indican, en primer lugar, que para los encuestados con una fuerte moralidad la relación entre autocontrol y DCSV no alcanza la significancia estadística. Esto quiere decir que entre los sujetos con alta moralidad, el autocontrol no ejerce ninguna influencia en la causación de infracciones viales. Los resultados, sin embargo, sí revelan efectos estadísticamente significativos para sujetos con moralidad media [coeficiente = -0,12; error típico =0,04; p<0,01] y, en mayor magnitud, para sujetos con moralidad baja [coeficiente = - 0,28; error típico =0,05; p< 0,0005]. En este caso, tal y como pronostica la interpretación mayoritaria de la teoría, los resultados nos permiten confirmar (más claramente) cómo el autocontrol es irrelevante para los sujetos con alta moralidad y cómo sus efectos (coeficientes) son más elevados según disminuye su moralidad. Un test de comparación de coeficientes Z (Paternoster et al., 1998) confirma que la diferencia entre los coeficientes de los encuestados que son bajos y medios en moralidad es estadísticamente significativa (Z = -2,3695; p< 0,05). Por lo tanto, los resultados apuntan a que según la moralidad de los encuestados es más débil, su (baja) capacidad para ejercer autocontrol tiene una mayor importancia en la predicción de DCSV, y que es irrelevante para los sujetos que son altos en moralidad.

Tabla 4. Efectos condicionales del autocontrol sobre DCSV.

A continuación, los resultados mostrados en la Tabla 4 se representan gráficamente en la Figura 1, donde se pueden observar las líneas de regresión para cada grupo de moralidad. La línea que representa a los sujetos que son altos en moralidad se encuentra prácticamente plana con una pequeña inclinación en ascenso, que, en este caso, indica ausencia de relación entre las variables de interés. Como acabamos de mencionar, esto equivale afirmar que el autocontrol es irrelevante para los sujetos con una fuerte moralidad. La línea que representa a los sujetos con moralidad media, sin embargo, ya muestra una tendencia claramente descendente, lo que indicaría que según aumenta el autocontrol de los encuestados tienden a reportar menos DCSV. Finalmente, la línea que representa a los sujetos que son bajos en moralidad muestra una mayor pendiente que la anterior, lo que confirma que los efectos del autocontrol (bajo) en la predicción de DCSV es mayor aún para los sujetos que son más bajos en moralidad.

Figura 3. Líneas de regresión MCO de autocontrol para la predicción de DCSV en tres grupos de moralidad (baja, media y alta).

Finalmente, de gran relevancia para entender el sentido de la interacción (H4), presentamos los estadísticos Johnson-Neyman. Aquí, las puntuaciones de moralidad se dividen en hasta 22 valores y se calculan los coeficientes de regresión de autocontrol en DCSV para cada uno de estos valores (también controlando por el resto de variables). De esta forma, se puede definir con mayor precisión a partir de qué valor o valores de moralidad, la asociación entre autocontrol e infracciones alcanza la significancia estadística. Los resultados de estas pruebas indican que a partir de un valor de 0,2479 de moralidad, el autocontrol deja de tener efectos (estadísticamente significativos) en los DCSV reportados. Por encima de este valor (donde se encuentra, aproximadamente, la mitad de la muestra), el efecto del autocontrol en DCSV dejan de ser estadísticamente significativos. Es decir, según estos resultados, para algo más de la mitad de los encuestados (50,14%), su (in)capacidad para ejercer autocontrol es irrelevante, ya que son sujetos altos en moralidad (que no perciben el delito como alternativa de acción). Para el resto, la capacidad de ejercer autocontrol no es solo es que sea relevante, sino que, además, tiene más influencia según disminuye su nivel de moralidad.

En la Figura 4 se puede observar lo que se denomina la región de significancia estadística que ocupa la práctica totalidad del gráfico. Por encima, (parte superior derecha del gráfico), los intervalos de confianza incluyen el cero, lo que no permite confirmar que el efecto condicional del autocontrol en DCSV tenga influencia estadísticamente significativa para sujetos que puntúan en esos altos valores de moralidad.

Figura 4. Región de significancia Johnson-Neyman.

IV. DISCUSIÓN

Los resultados en este estudio parecen revelar que, tal y como predice la TAS, la moralidad es el factor causalmente relevante de DCSV más importante. Todo ello, tal y como indicábamos más arriba, debido a que las personas con una moralidad baja son las que ante una determinada motivación (tentación o provocación), más probablemente perciban (y, en su caso, elijan) la infracción de la norma (moral) como alternativa de acción (Wikström et al, 2012). Nuestros resultados también parecen confirmar que el autocontrol es otro factor causalmente relevante de DCSV, aunque algo menor que la moralidad. En este caso, como vimos, porque según la TAS, la baja capacidad de las personas para ejercer autocontrol impide que consigan adherirse a una regla moral personal (respetuosa con la ley) cuando esta se encuentra en conflicto con la norma moral de un entorno (que incita al incumplimiento) (ver Wikström, 2010a).

Como vemos, existe aquí una diferencia conceptual de fondo con respecto al papel explicativo de la criminalidad que juegan, por una parte, la moralidad; y el autocontrol, por otro. La primera actúa (principalmente) en la fase de percepción, guiando las diferentes alternativas de acción del sujeto; mientras que la segunda actúa (exclusivamente) en la fase de elección o deliberación, inhibiendo el delito. Es decir, la moralidad, según una interpretación ortodoxa de la teoría, no inhibe, en realidad, a las personas de cometer delitos, tal y como sugieren ciertos autores (p. ej., Antonaccio y Tittle, 2008; Silver y Silver, 2020), sino que guía la conducta humana (restringiendo las posibles alternativas de acción) hacia el comportamiento respetuoso con la ley. Es el autocontrol (junto a la disuasión) el que tiene esa función inhibidora de acciones delictivas una vez que los sujetos deliberan sobre su comisión (Barton-Crosby, 2017, p. 48).

En cuanto a la interacción de ambos factores en la explicación de DCSV, nuestros hallazgos parecen confirmar que el (bajo) autocontrol ejerce mayor influencia según la moralidad de los sujetos es más débil, lo que implica que este factor tenga una gran influencia para los sujetos que son bajos y medios en moralidad, y ninguna para los de moralidad alta. Los resultados encontrados en este estudio están en línea con los reportados en otras investigaciones previas (Schoepfer y Piquero, 2006; Svensson et al., 2010; Wikström y Svensson, 2005, 2010)y son muy similares a los obtenidos en otros estudios implementados en nuestro país (Serrano Maíllo y Rojas Viedma, 2018; Teijón Alcalá, 2021). La principal aportación del presente trabajo con respecto a estos otros estudios implementados en nuestro país es que, a pesar de tener igualmente un carácter transversal, emplea una metodología diferente, a la par que se desarrolla en un contexto muy específico y particular (el de la delincuencia vial). Los resultados obtenidos en todos ellos serían consistentes con la interpretación mayoritaria (Serrano Maíllo, 2017, pp. 213-214). Recordamos que, según la misma, cuando las normas morales del entorno incentivan a la persona a incumplir normas en las que ella misma cree solo aquéllos que tengan un bajo autocontrol tenderán a sucumbir a estas necesidades, deseos y compromisos que le ofrece el contexto y a elegir el delito como alternativa de acción (Wikström y Svensson, 2010). En estos supuestos, el autocontrol sirve para gestionar las seducciones, tentaciones o provocaciones que se le presentan a un individuo en una situación o contexto particular para que actúe en contra de su propia moralidad individual (respetuosa con la ley). En definitiva, el autocontrol sería irrelevante para sujetos con alta moralidad, ya que, como venimos mantenido, no les permite ver el delito como alternativa de acción (y, por tanto, traspasar la fase de percepción).

Sin embargo, aunque nuestros resultados son consistentes con esta interpretación mayoritaria, no se puede confirmar que contradigan la minoritaria. Según la misma, como ya sabemos, los efectos del autocontrol tampoco deberían tener efectos para los sujetos con moralidad baja, porque cuando los sujetos tienen una moralidad especialmente baja solo perciben una alternativa de acción viable (el delito), y por ello, actúan por hábito (no hay proceso de deliberación (ver Wikström y Treiber, 2007). Para estos autores, <<la habilidad para ejercer autocontrol no es un factor relevante cuando se cumple o infringe la norma por hábito>> (p. 247, traducción propia). Wikström y Svensson (2010, p. 396), hablan de <<hábitos morales>>, refiriéndose a ellos como <<respuestas automáticas a una circunstancia familiar basada en una habituación moral a actuar de una manera particular como reacción a una circunstancia determinada>> (traducción propia). En este sentido, es bien sabido en Criminología que una pequeña parte de la población es responsable de la mayoría de los delitos que se comenten en una sociedad (Moffitt, 1993). En cualquier estudio empírico se viene observando con carácter general que la prevalencia de sujetos que cometen delitos suele ser más bien baja. Nuestros datos, por ejemplo, muestran que la gran mayoría de los encuestados no han reportado DCSV alguno(10). Por otro lado, los resultados obtenidos mediante los estadísticos Johnson-Neyman informan de que más de la mitad de las personas de nuestra muestra puntúa alto en moralidad. De esta forma, si tenemos en cuenta que son muy pocos los sujetos que cometen delitos y, muchos menos aún, los que actúan por hábito, todo parece indicar que, quizá, el escaso tamaño de nuestra muestra no ha permitido que este tipo de delincuentes se hayan vistos representados en nuestro estudio. Nuestra muestra, por lo tanto, podría tener un sesgo hacia sujetos con moralidad alta (y alto autocontrol(11)), todo ello a pesar de que Wikström y Treiber (2007, p 250), precisamente, mantienen que muchos DCSV son cometidos por hábito.

En cualquier caso, los que sí parece claro, es que existe cierta incongruencia teórica en cuanto al principio de relevancia condicional de los controles (Hirtenlehner y Kunz, 2016; Teijón Alcalá, 2021). Cuando Wikström y sus colegas (2012, pp., 16-26) afirman que la <<habilidad para ejercitar el autocontrol es de importancia (solamente) en los casos en que los individuos son externamente animados a romper una regla moral que ellos tienen>> (énfasis añadido), esto es <<normas morales que desalientan a los sujetos de cometer un acto criminal>> (traducción propia), están sugiriendo, en realidad, que esos sujetos tienen una alta moralidad (Teijón Alcalá, 2021). Por lo tanto, decir que la habilidad para ejercer autocontrol solo entra en juego cuando los sujetos son animados a romper una norma moral propia (que es consistente con lo establecido por la Ley), es lo mismo que decir que solo es relevante cuando los sujetos tienen moralidad alta, siendo aquí donde se produce tal incongruencia. Hirtenlehner y Kunz (2016) tratan de resolver esta incongruencia haciendo referencia al orden temporal en el que transcurren los procesos de percepción y de elección. En primer lugar, los autores, afirman que la interpretación mayoritaria es consistente con la definición de autocontrol que emplea Wikström. Por ello, en una primera etapa (fase de percepción) el autocontrol es irrelevante para personas con moralidad alta, ya que estas no perciben el delito como alternativa de acción (y, por ello, no hay nada que controlar). Los autores, por otro lado, consideran que en la segunda etapa, después de que el delito ha superado el filtro moral, el autocontrol sirve como una segunda (última) apelación a los valores morales propios, que serían consistentes con las leyes del lugar (Hirtenlehner y Kunz, 2016, p. 397). Teijón Alcalá (2021), por su parte, alude a que, en realidad, al autocontrol sería irrelevante solamente ante valores extremos de moralidad, bien sean estos muy altos (lo que la literatura especializada denomina moralidad verdadera <<true morality>>(12)), o bien sean muy bajos (donde los sujetos delinquen como respuesta automática a una situación familiar <<hábito>>).

Finalmente, para terminar este apartado, indicamos una serie de limitaciones con las que cuenta el presente estudio. En primer lugar, ya hemos mencionado que nuestra muestra, además de no se representativa (obtenida mediante criterios probabilísticos), no cuenta con muchas observaciones, lo que implica, como es sabido, que nuestros resultados no se pueden generalizar, y que nuestros análisis podrían presentar problemas de falta de potencia estadística. Además, observamos que la falta de respuesta en algunas de nuestras variables de interés ha provocado una reducción considerable del tamaño de la muestra para algunos modelos(13). Sin embargo, en la presente investigación no se buscaba la generalización de resultados, sino la contrastación empírica de hipótesis. En este sentido, lo relevante es que la muestra cuenta con variabilidad de datos y observaciones suficientes para testar nuestras hipótesis de interés (Serrano Maíllo, 2018, p. 96). Nuevos estudios deberían contemplar muestras representativas de conductores. Otra limitación, habitual en estudios de esta naturaleza, tiene que ver con el carácter transversal de nuestra investigación, lo que no permite establecer el orden causal entre nuestras variables de interés. Sin embargo, aunque serían preferibles estudios longitudinales, hay que tener en cuenta que nuestras variables independientes (moralidad y autocontrol) son características de los individuos que, según la TAS (Wikström et al., 2012), tienden a aparecer pronto en las vidas de las personas y, por lo tanto, ser anteriores a la comisión de infracciones. Es decir, los individuos adquieren una determinada moralidad (y capacidad para ejercer autocontrol) a través de procesos psicosociales de educación moral durante su desarrollo (Wikström y Treiber, 2019). Una última limitación tiene que ver con las medidas de moralidad empleadas. Todas ellas están directamente relacionadas con las medidas de delincuencia vial utilizadas en este estudio, en este sentido, tautológicas; de ahí, su fuerte correlación (Agnew, 2014, p. 15; Antonaccio y Tittle, 2008, p. 492; Gottfredson y Hirschi, 2020, p. 121; Silver y Silver, 2020, p. 6; Tittle et al., 2010, p. 1037). En este caso, si bien con carácter general sería recomendable desligar las medidas de ambas variables (Silver y Silver, 2020, p. 6), no podemos olvidar que en este estudio tratábamos de analizar los efectos de una moralidad (y criminalidad) específica (ver también Barton-Crosby, 2017).

V. CONCLUSIONES

En la presente investigación partíamos con dos grandes objetivos. Uno de carácter general, que era ofrecer un nuevo test para la TAS (con una muestra de personas adultas residentes en España y en el contexto de la criminalidad vial). Con ello se buscaba contribuir al desarrollo teórico de la TAS y, especialmente, a su fundamento empírico. El otro objetivo tenía un contenido más específico e iba dirigido a evaluar empíricamente algunos de los principales fundamentos teóricos de la TAS. Para ello se testan hipótesis muy relevantes para la TAS, especialmente en lo referente a la interacción entre moralidad individual y autocontrol.

Nuestros hallazgos parecen ser consistentes con la TAS y apuntan a que los factores causalmente relevantes de los DSCV son, por un lado, una moralidad individual (específica) débil, que hace que los sujetos no vean incorrecto, grave o que encuentren justificado cometer este tipo de delitos; y por otro, una escasa capacidad para ejercer autocontrol, que no les permite inhibirse del delito cuando se encuentran ante una motivación específica.

Estos resultados, por lo tanto, serían inconsistentes con la política criminal seguida en los últimos años en nuestro país, que parte, como ya es tradición, del endurecimiento de las penas y de la criminalización de nuevas conductas al volante. Todo ello, cuando la investigación empírica, en consonancia con la Criminología positiva mayoritaria, parecen apuntar a que las sanciones formales (en sus tres dimensiones: severidad, certeza y celeridad) tendrían unos efectos limitados en la prevención de estas conductas, ya que las mismas estarían gobernadas o causadas, en mayor medida, por fuerzas que operan extramuros de los sistemas de sanciones (Gottfredson y Hirschi, 1993, p. 13).

También hemos visto que la mayor prevalencia de este tipo de delitos puede deberse a una moralidad individual específica(14). Y es que, tal y como apunta Barton-Crosby (2017, p. 42), las personas no son indiferentes ante la ley, no todas ellas necesariamente aceptan y están de acuerdo con todas las leyes (ver Hart, 1958, p. 603). Por eso, algunas leyes son más normativas que otras, y cuanto más ampliamente aceptadas y aplicadas son, menos probable es que se infrinjan (ver Wikström y Treiber, 2009, p., 93; Wikström, 2010b, 2014). Incluso dentro del ámbito de la seguridad vial, algunas acciones cuentan con mayor rechazo social que otras (ver Bautista Ortuño y Miró Llinares, 2015; González-Iglesias et al., 2014). Por eso, cuando (no) existe correspondencia entre las normas morales de los sujetos y las recogidas por la ley, más difícil es que los sujetos consideren (in)cumplirlas (Wikström, 2010a). En este punto, es muy importante destacar que al definir los actos delictivos como actos que violan las reglas morales formales, la TAS no está tomando una posición sobre si los individuos (o las propias leyes) son inmorales (o virtuosos) como resultado de sus acciones o inacciones (Wikström, 2006, 2010a, 2017). La TAS no busca justificar o dar una explicación del contenido de la ley, la moralidad de la ley, o cómo o por qué se han creado leyes particulares (Wikström, 2006; Wikström et al., 2012). La TAS simplemente trata de ofrecer una explicación sobre el mecanismo causal que lleva a ciertas personas a realizar determinadas acciones de rupturas de las normas morales. De hecho, la TAS ha sido aplicada en campos muy distintos y específicos, con resultados muy favorables para la teoría. Bouhana y Wikström (2010), por ejemplo, la han aplicado al terrorismo; Schils y Pauwels (2016) a la violencia política; Teijón Alcalá (2021) y Shadmanfaat et al. (2020) a las competiciones deportivas; Hirtenlehner y Hardie (2016) a los hurtos en tiendas; y Barton-Crosby (2017) a la violencia hacia la pareja.

Finalmente, en cuanto al análisis sobre el papel y sentido de la interacción moralidad/autocontrol, hemos visto que nuestros resultados se alinean con la interpretación mayoritaria, aunque, como se indicó en el apartado anterior, no se puede afirmar que nuestros resultados son concluyentes en ese sentido. Lo que sí parece claro, que tanto la baja moralidad como la baja capacidad para ejercer autocontrol (de forma independiente), y, especialmente, su interacción, son importantes predictores de DCSV.

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NOTAS:

(1). Quisiera agradecer la labor de los revisores anónimos, que gracias a sus acertados comentarios han contribuido a la mejora sustancial del presente trabajo.

(2). La especialización es definida tradicionalmente como la tendencia a repetir el mismo tipo específico de delito en diferentes ocasiones (Paternoster et al., 1998).

(3). En este punto, es importante señalar que el autocontrol, según la TAS, puede verse afectado momentáneamente por circunstancias como el consumo de determinadas sustancias (Wikström y Treiber, 2007). Esto es de gran relevancia en el ámbito que nos ocupa, ya que, precisamente, la ingesta de drogas o alcohol (que configuran la gran parte de los DCSV en nuestro país) puede afectar (reduciendo) la capacidad de los sujetos para ejercer ese autocontrol (situacional).

(4). <<The Peterborough Adolescent and Young Adult Developmental Study>> (PADS+) (Wikström et al., 2012).

(5). A la pregunta <<Indica tu grado de acuerdo o desacuerdo con las siguientes afirmaciones>>; le seguía la siguiente batería de respuestas: <<Cuando me enfado de verdad, lo mejor es no acercarse a mí>>; <<A menudo actúo de improvisto, sin detenerme a pensar lo que voy a hacer>>; <<En ocasiones me parece excitante hacer cosas que son peligrosas>>; <<No le dedico mucho tiempo ni esfuerzo a prepararme para mi futuro>>; <<A veces tomo algún riesgo simplemente porque me parece divertido>>; <<Nunca pienso qué me pasará en el futuro>>; <<A menudo me aburro con las cosas>>; y <<Suelo perder el control con bastante facilidad>>.

(6). Desde un punto de vista estadístico, los dos factores obtenidos indicarían que existen al menos dos variables latentes dentro de las 8 variables observadas. Sin embargo, existe un espacio considerable entre los autovalores del primer factor (3,228) y del segundo (1,190), que, además, apenas supera la unidad. El gráfico de sedimentación muestra un salto más que notable. En estos casos, la literatura especializada aconseja la utilización de un único factor (ver Nunnally, 1994, pp. 482-484). Teóricamente, además, como es bien conocido, Gottfredson y Hirschi (1990) definen el autocontrol como un constructo unidimensional, lo que ha llevado a otros autores en sus estudios a seleccionar igualmente un único factor (p. ej., Antonaccio y Tittle, 2008, p. 490; Teijón Alcalá, 2022b; Teijón Alcalá y Serrano Maíllo, 2019).

(7). Concretamente, se ha preguntado a los encuestados por la frecuencia con la que conducen para: (i) <<ir al trabajo (o para trabajar), a estudiar (universidad, instituto, academia), etc.>>; (ii) <<realizar tareas cotidianas [visitar familiares, llevar hijos al colegio, hacer la compra, ir a actividades (deportivas, educativas..), etc.]>>; y (iii) <<salir a comer o cenar con amigos, ir de bares o a discotecas, salir de fiesta, acudir a eventos (cenas o comidas de empresa, conciertos,  actuaciones, fiestas patronales...), etc.>>.

(8). Es de sobra conocido que tener amigos delincuentes (Akers, 1998; Wikström et al., 2012, pp. 355-363) y que el consumo de alcohol y drogas son importantes predictores del delito (Gonzalez Iglesias et al. 2012), así como que los hombres jóvenes son los que tienden a cometer más delitos (Moffitt, 1993).

(9). En el presente estudio se realizaron las correspondientes pruebas de diagnóstico sobre las asunciones del modelo de regresión (disponibles bajo demanda) y no se observaron problemas relevantes. La multicolinealidad, por ejemplo, ha sido descartada a través de las correspondientes pruebas de diagnóstico de regresión formal, que indican que los factores de inflación de varianza (VIFs) para todos nuestros modelos multivariados no superan en ningún caso los 1,4 puntos, quedando muy lejos del valor crítico de 4, que es el generalmente empleado para indicar problemas serios de multicolinealidad (ver Fisher y Mason, 1981).

(10). El 91,6% de la muestra nunca han conducido tras la ingesta de drogas; el 92,1% nunca ha hecho lo propio sin tener permiso de conducción; y el 86% nunca ha superado los 200km/h. La mayor prevalencia es para los que han conducido tras la ingesta de alcohol donde los que reportan no haberlo hecho desciende al 49,2%.

(11). Por las propias características de los sujetos que son bajos en autocontrol (Gottfredson y Hirschi, 1990), es posible que sean más reacios a participar en estudios de autoinforme (Tittle et al., 2010).

(12). Aquí las creencias morales se interponen entre la intención y el hecho, de manera que no importa lo que los individuos crean (sobre lo que es correcto o incorrecto) sino lo que realmente hacen (Teijón Alcalá, 2021).

(13). No obstante, se han replicado algunos análisis con un procedimiento de imputación múltiple de datos perdidos y los resultados (disponibles bajo demanda) apenas difieren de los presentados en este trabajo.

(14). Aquí, sin embargo, se podría plantear un problema de irrefutabilidad de la teoría (Popper, [1991] 2001), ya que cualquier observación contraría a la misma podría justificarse por esa (falta de) moralidad específica.

 
 
 

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