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Ghirardi, Juan Carlos: Los Diálogos en el Palatino, EDUCC, Córdoba, Argentina, 2008, pp. 195. (RI §406659)  

- Carlos Varela Gil

GHIRARDI, JUAN CARLOS: LOS DIÁLOGOS EN EL PALATINO, EDUCC, CÓRDOBA, ARGENTINA, 2008, PP. 195

Por

CARLOS VARELA GIL

Profesor de Derecho Romano

Universidad Autónoma de Madrid

[email protected]

Revista General de Derecho Romano 10 (2008)

La monografía del prof. Juan Carlos Ghirardi (Los Diálogos en el Palatino, EDUCC, Córdoba, Argentina, 2008) consta de 195 páginas divididas a lo largo de treinta capítulos. En cada uno de ellos, un jurisconsulto romano del s.V d.C. inventado por el autor (Marco Publio Venator) discute con sus tres discípulos (Espúreo Casio, Ovidio Póstumo y Laetitia Laurentina) sobre cuestiones jurídicas de marcado carácter actual.

De este modo, en el capítulo 1º (Los imperios hacen siempre guerras justas, págs. 17-21) se aborda el problema del respeto al Derecho Internacional en los conflictos bélicos.

En el capítulo 2º (Los poderosos siempre supieron usar el Derecho para defender sus privilegios, págs. 23-27) se pone de manifiesto el mayor poder de influencia que tiene la clase alta en la actividad legislativa de un Estado.

En el capítulo 3º (De candidatos y magistrados, págs. 29-34) se dialoga acerca de la mejor forma de elegir a los gobernantes y de cómo deben éstos ejercer sus funciones.

En el capítulo 4º (Los abogados, siempre los abogados, págs. 35-40) se reflexiona sobre el origen y evolución de la abogacía, sobre la oratoria como base de la defensa –en detrimento muchas veces del razonamiento jurídico– y sobre la ética profesional.

En el capítulo 5º (Hombres y mujeres, págs. 41-47) se comenta el papel de la mujer en la sociedad, su integración en el mundo laboral, la igualdad entre sexos y la discriminación positiva.

En el capítulo 6º (Argumentaciones jurídicas. Y no tan jurídicas, págs. 49-53) se explica que un buen abogado, además de amplios conocimientos jurídicos, ha de tener una sólida formación integral, un ágil dominio de la lógica y una fluida y ordenada elocuencia.

En el capítulo 7º (Los jueces. ¡Ay, los jueces!, págs. 55-59) se aborda la actividad judicial, poniendo de manifiesto que la desidia de muchos magistrados –acomodados en una burocracia estable y poco exigente– afecta directamente a la justicia de sus sentencias.

En el capítulo 8º (El primer caso, de un par de jóvenes abogados, págs. 61-65) se expone la importancia que tiene la imagen en la sociedad y cómo su debida utilización puede ayudar al letrado a ganar casos.

En el capítulo 9º (Criminalizar la protesta, págs. 67-71) se debate sobre el destino que se ha de dar a los bienes públicos y sobre si es legítimo para quien se manifiesta justamente atentar contra ellos o impedir su disfrute al resto de ciudadanos.

En el capítulo 10º (Ser pobre no es un crimen, págs. 73-78) se reflexiona sobre la pobreza y sobre las dificultades para salir de ella.

En el capítulo 11º (Jurados populares, págs. 79-83) se abordan los problemas que entraña que legos en derecho elegidos al azar formen parte de un jurado.

En el capítulo 12º (La ley y las encuestas, págs. 85-89) se pone de manifiesto el poder que tienen las encuestas en la sociedad y la interpretación interesada que los políticos hacen de ellas; además se hace un alegato a favor del uso de los principios generales del derecho como medio para completar lagunas normativas –en vez del desaforado intento de legislar absolutamente todo–.

En el capítulo 13º (Cuando los gobernantes se pelean…, págs. 91-95) se reflexiona sobre las luchas de poder entre los gobernantes y sobre los efectos nocivos que éstas tienen en la población.

En el capítulo 14º (Senadores corruptos, págs. 97-100) se subraya, a través de la institución del senado romano, cómo la corrupción de las instituciones termina llevándolas a su decadencia.

En el capítulo 15º (Una mujer hace con su cuerpo lo que quiere, págs. 101-105) se da tratamiento al tema del aborto y a la confrontación de intereses jurídicos que se produce entre la libertad de la mujer y la protección del concebido.

En el capítulo 16º (Gremios y gremialistas, págs. 107-110) se habla de la organización de los sindicatos, de su elevado peso social y del poder de sus dirigentes.

En el capítulo 17º (Los militares y el poder, págs. 111-115) se aborda la relación entre la jefatura del Estado y el ejército y se debate sobre el límite al deber de obediencia que tienen los cargos inferiores respecto a las órdenes de los superiores.

En el capítulo 18º (De esas cosas no se habla, págs. 117-122) se afronta el tema de la sexualidad, exponiendo las dificultades existentes para regularla jurídicamente y mostrando el desajuste existente entre la represión pública a la que está sometida y la permisibilidad privada de la que hace gala.

En el capítulo 19º (Los impuestos y el agua, págs. 123-127) se analizan las distintas clases de impuestos, la razón de su existencia y los límites al hecho impositivo.

En el capítulo 20º (El cuerpo femenino como alegato, págs. 129-133) se aboga por la necesidad de basar la defensa de una idea o posición en argumentos lógicos.

En el capítulo 21º (Periodismo y poder, págs. 135-139) se debate sobre el derecho a la información, el poder de los medios de comunicación y el peligro que puede suponer la difusión de informaciones no veraces.

En el capítulo 22º (Haz lo que predico y no lo que yo hago, págs. 141-145) se expone la bondad de las enseñanzas de Cristo y la debilidad humana para seguirlas.

En el capítulo 23º (Re reelecciones, págs. 147-151) se defiende la importancia de las instituciones y no de las personas que las ocupan.

En el capítulo 24º (Hay cosas… y cosas, págs. 153-157) se discute sobre el concepto de cosa y su alcance jurídico.

En el capítulo 25º (Sepulcros y cenizas, págs. 159-163) se analiza si la incineración del cadáver impide la posterior resurrección de la persona.

En el capítulo 26º (¿Lo que se debe, o lo que conviene?, págs. 165-168) se plantea la disyuntiva de elegir entre lo justo y lo útil.

En el capítulo 27º (Saber retirarse, y ceder el lugar, págs. 169-173) se sugiere la conveniencia de retirarse a tiempo y dejar paso a los discípulos.

En el capítulo 28º (¡Malditas discriminaciones!, págs. 175-178) se aborda el problema de la discriminación y se debate cuál es su causa.

En el capítulo 29º (El deber al cliente, la lealtad al amigo, págs. 179-185) se expone el mayor alcance de la obligación moral que se tiene con el amigo que el deber jurídico que deriva de una relación laboral.

Finalmente, en el capítulo 30º (Honrar al maestro, págs. 187-195) se ensalza la figura del maestro y el agradecimiento desinteresado de sus discípulos.

A lo largo de estos treinta capítulos, y a pesar de que la obra está ambientada en la Roma del s.V d.C., el libro propone al lector una pequeña reflexión sobre cuestiones plenamente actuales. Con ello, el autor consigue demostrar –tal como señala en sus Palabras Preliminares– que “la naturaleza del hombre en sí no ha variado mucho en apenas dos milenios y sus problemas tampoco” (pág. 9). Por esta razón, en el presente trabajo se reivindica la importancia de una sólida formación histórica, cuyo profundo conocimiento nos permitirá advertir buena parte de los problemas a los que se tenga que enfrentar nuestra sociedad, anticiparnos a ellos y prevenir o atenuar sus nocivas consecuencias.

Y no sólo en asuntos de política, religión, cultura o economía; también en el ámbito universitario. Prueba de ello es que uno de los métodos de enseñanza utilizados en Roma (el aprendizaje a través de la discusión de problemas) ahora recobra especial interés en virtud del profundo cambio metodológico que propone el Espacio Europeo de Educación Superior promovido por el Proceso de Bolonia. Precisamente este método era el que practicaba el protagonista de la obra con sus discípulos, a quienes proponía un tema para que reflexionaran y posteriormente discutieran bajo su supervisión y ayuda. De esta forma el maestro incentivaba el interés de los alumnos por algunos de los principales problemas sociales y éstos aprendían no sólo a solucionarlos, sino también a razonar sus respuestas y a expresarlas de forma clara y ordenada.

Por todo ello, y a modo de conclusión, podemos señalar que la valoración del libro es muy positiva. En primer lugar, porque el estilo literario utilizado es sencillo, lo que hace que su lectura sea ágil y resulte amena. En segundo lugar, porque los temas tratados a lo largo de toda la obra son muy sugerentes; tanto, que en ocasiones se echa de menos que el formato del capítulo fuera algo más extenso para que se hubieran desarrollado con mayor profundidad. Y en tercer lugar, porque se abunda en la importancia de la formación histórica al mostrar que el hombre moderno no es tan distinto del romano y que, por tanto, las soluciones que éstos utilizaron para resolver muchos de sus problemas pueden ayudarnos a prevenir o atenuar los nuestros.

 
 
 

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