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¿Por qué no el artículo 155?; por José Luis Requero, Magistrado

11/08/2015
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El día 11 de agosto de 2015 se ha publicado en el diario La Razón, un artículo de José Luis Requero, en el cual el autor opina sobre el artículo 155 de la CE.

¿POR QUÉ NO EL ARTÍCULO 155?

Una perogrullada: el artículo 155 de la Constitución no es inconstitucional. Pero es preciso recordarlo porque hay quienes ven en él la subversión del orden constitucional. Dice que si una “Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general”. A tal efecto el Gobierno puede dirigir la acción de las autoridades autonómicas.

De su lectura y de la lectura de las noticias que llegan de Cataluña se deduciría que lo que hace su Gobierno no es ajeno al artículo 155: el secesionismo no beneficia sino que atenta gravemente contra el interés general de España y además se ufana de incumplir la Constitución y las leyes (españolas). Estoy con el ministro de Justicia en que no será deseable aplicar el artículo 155, salvo que el Estado no tenga otra salida y jurídicamente se le van dejando cada vez menos pues el discurso sedicioso está ya dicho, sólo falta ejecutarlo y esa ejecución es la oferta electoral de la candidatura única secesionista para el 27-S.

Vamos a suponer que los secesionistas ganan las elecciones. El artículo 155 plantea dos pegas. La primera, que no está desarrollado. No me aventuro a afirmar si requiere de una ley que concrete el qué y el cómo de su aplicación por el Gobierno, aunque tampoco hay que descartar su aplicación inmediata por contener un apoderamiento directo al gobierno para que adopte esas “medidas necesarias”: se puede ir haciendo camino al andar; tampoco había experiencia de cómo “gestionar” la abdicación del Rey pues la Constitución sólo prevé que se dicte una ley orgánica, así se hizo con un contenido mínimo, ajustado y asunto resuelto.

Las pegas más que jurídicas son políticas. Los planes secesionistas están anunciados para el próximo año y medio, una vez celebradas las elecciones generales, con toda la carga de incertidumbre que las acompaña. La pega vendría más que de la aplicación del artículo 155 de su posible inaplicación, quedando todo relegado o al tratamiento judicial del secesionismo -en todos los órdenes, sin descartar el penal- o a confiar en una reforma constitucional que tampoco sería ya la solución: basta leer y oír a los independentistas para deducir su inutilidad. Dan por imposible su relación con España y sólo conciben como salida la secesión; es tal su perversión intelectual que para ellos la defensa de la legalidad por el Estado supone la “confiscación” (sic) de la suya o ven en su oposición a las instituciones estatales un acto de “legítima defensa” (sic de nuevo).

Aun así, y por imaginar, cabría plantearse una reforma que reconociese sólo a Cataluña un estatus de Estado libre asociado a España, lo que supondría instrumentalizar a España como enganche a la Unión Europea y como colchón financiero. Otra podría ser ir a una España federal, un “café para todos” elevado a la enésima potencia que llevaría a un Estado imposible pero que nada aportaría a quienes sólo quieren ya la independencia. Por imaginar, cabría otra reforma más: la del artículo 5 de la Constitución y que la capital del Estado ya no sea Madrid sino Barcelona. Parece una humorada descabellada -lo es- pero dada la nula racionalidad y la abundancia de sentimiento que caracteriza al secesionismo, más de uno quedaría satisfecho si España se diluyese en Cataluña.

Volvamos a lo razonable. No será deseable aplicar el artículo 155 pero si no hay otra salida, que se aplique; ocurriría como con la ilegalización de Herri Batasuna, algo que parecía inconcebible hasta que se hizo; además el rasgamiento de vestiduras ya está hecho y el secesionismo ya ha agotado un lenguaje de grueso calibre que de indignar ha pasado a cansar. Y habrá que recordar que se peca tanto por acción como por omisión y que prudencia no significa quietismo, sino hacer en cada momento lo procedente.

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