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Roma conforma España; por Federico Fernández de Buján, Catedrático de la UNED

22/08/2014
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El día 22 de agosto de 2014, se ha publicado en el diario ABC, un artículo de Federico Fernandez de Buján, en el cual el autor opina que para comprender nuestra actual realidad constitucional debemos tomar las aguas desde arriba y beber del genuino manantial de ese torrente de vivencias sociales y políticas que configura nuestra historia.

ROMA CONFORMA ESPAÑA

Este año conmemoramos el bimilenario de la muerte de Octavio Augusto. Bajo su mandato -al inicio de la primera centuria cristiana y como un logro más de la Pax Augusta o Paz Octaviana-, una Roma esplendorosa culmina la romanización de nuestro suelo y otorga conciencia de unidad a esta tierra y a sus gentes. Lo que era solo un mero accidente geográfico, sin otra identidad que su configuración peninsular, se convierte -por vez primera y con fecunda proyección histórica hasta hoy- en trabada y gozosa realidad política de convivencia en común.

El título de esta Tercera constituye una oración compuesta por dos sustantivos unidos por un verbo: Roma, una realidad histórica que fue; España, una sustantividad histórica que es; y “conformar”, un verbo que actúa como copulativo y ofrece, con su prístino sentido, un significado equivalente a “constituir”, como consecuencia de “concordar”. Es un lugar común afirmar que los tres grandes pilares que construyen y sustentan la civilización occidental son la religión judeo-cristiana, la filosofía griega y el Derecho romano. Pues bien, Roma, una de las experiencias más brillantes de la historia de la humanidad, conforma, con sus propios mimbres, esta nación llamada España.

Para comprender nuestra actual realidad constitucional debemos pues, tomar las aguas desde arriba y beber del genuino manantial de ese torrente de vivencias sociales y políticas que configura nuestra historia. Así, nos encontraremos en adecuadas condiciones para descubrir cómo nuestra convivencia nacional, ayer y hoy, ofrece un estadio habitable por el que discurren las zozobras e ilusiones de un pueblo que se articula al integrarse, en henchida unidad, dentro del vasto ámbito de la “romanidad”.

Demos voz a dos poetas que ofrecen elocuente testimonio de cómo el cincel romano ha modelado nuestra “piel de toro”. Con su proverbial penetración en el espíritu popular Federico García Lorca, en la sentida elegía Llantopor Ignacio Sánchez Mejías, proclama: AiredeRomaan

daluza/ledorabalacabeza. Roma representa, así, el noble pensar y sentir de nuestra gente. Este mismo territorio se convierte, como consecuencia de la invasión islámica y su visexpan

siva, en el floreciente Al-Ándalus con capital en la Córdoba califal. A esta bifronte realidad histórica sucesiva se refiere Manuel Machado en una preciosa poesía en la que cada estrofa define, una a una, las provincias andaluzas. Y de Córdoba apunta: Romanaymora, Córdobacallada. También, por etapas, romana y musulmana será la historia peninsular, pero solo la romana pervive con huella indeleble.

Aún más, España es una creación de Roma. Afirmar que Roma la conquista constituye un evidente error de perspectiva histórica, pues no puede conquistarse aquello que todavía no existe. Es cierto que frente ella luchan diversos pueblos indígenas que habitan en la Shepham-im de los fenicios y en la Iberia de los griegos. Un territorio mítico al ocaso del sol, donde Hércules moldeó sus columnas y venció al monstruoso rey Gerión, es el finisterrae tras el cual se abre el misterioso y proceloso mar océano. Sin embargo, no son españoles quienes se enfrentan a las legiones, sino astures, célticos, íberos, carpetanos, aquitanos, turdetanos, vacceos, etc. Augusto fija en Tarraco su residencia, organiza las últimas campañas militares y reordena la administración territorial. Son muchos los municipios fundados en su etapa: Emérita Augusta (Mérida), Brácara Augusta (Braga), Lucus Augusti (Lugo), Caesaraugusta (Zaragoza), Barcino (Barcelona), Bilbilis (Calatayud), entre otros. Tras su pacificación toda la pluralidad de pueblos se funde en unidad política y se transforma en una de las más brillantes provincias romanas. En el siglo III d. C. se organiza en siete demarcaciones territoriales: Tarraconense, Cartaginense, Bética, Lusitana, Galicia, Mauritania Tingitana y la Balearica. Se civiliza al emular a la civitas y sus habitantes son, y se sienten, ciudadanos romanos.

Hispania proporciona a la Urbs, de forma copiosa, productos agrícolas y riquezas mineras; aporta pensadores y literatos ilustres, así, Séneca, Lucano, Marcial, Columela y Quintiliano; y magnos emperadores como Trajano, Adriano -quizás Marco Aurelio-, y Teodosio el Grande. Roma nos lega su idioma y su vida cultural y social; levanta templos y monumentos; construye obras públicas y un ingente número de calzadas, de las que trae causa parte importante de la actual red viaria; nos transmite su Derecho y nos organiza con un perfecto sistema jurídico provincial, municipal y ciudadano.

Los reinos visigóticos peninsulares son herederos del Imperio pues en su seno se han constituido. Su presencia en nuestro suelo encuentra origen en el 418 d.C., cuando reciben de las autoridades romanas licencia para instalarse, de acuerdo con las leyes de la hospitalidad. Hispania deja de ser romana en el 475 d.C., cuando Eurico se niega a reconocer la soberanía del último emperador de Occidente. Pocos meses más tarde, Rómulo Augústulo depone las armas ante Odroaco y se produce la caída del Imperio. Repárese que Hispania deja de ser romana al tiempo que Roma deja de existir.

La invasión musulmana, que se inicia en el 711, produce una disgregación de la unidad visigótica. Durante más de siete siglos una pluralidad de fuerzas políticas, que acaban configurando un caótico reino de taifas, se instalan en nuestro solar patrio. Y cuando parecía que la huella romana había desaparecido como consecuencia de la secular presencia musulmana, los reinos cristianos logran, paulatinamente, reconquistar la península. Con los reyes de Castilla termina por constituirse, de nuevo, como unidad nacional. Fruto de esta segunda romanización -que finaliza con la toma de Granada por los Reyes Católicos- se inicia la Historia moderna y contemporánea de España. Este Estado pentasecular fue el primero en constituirse jurídicamente como tal en el mundo. En él, a pesar de ciertos intentos actuales “desconstructores”, podemos decir, parafraseando a San Pablo, que los españoles, con encuentros y desencuentros, amores y desamores, con gozos y sombras, “vivimos, nos movemos y existimos”.

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