LOS PEQUEÑOS PASOS HACIA ATRÁS
Matteo Renzi no calculó bien sus fuerzas ante el cónclave europeo: empeñado en poner a su ministra de Exteriores en el puesto de Alta Representante, ha caído en la novatada de olvidar que a Italia le conviene más una cartera económica, que sumar al éxito de Draghi, germanófilo para los del Sur y algo meridional para los del Norte. Es algo que España parece tener más claro. Pero el debutante Renzi no es demasiado responsable de que el gobierno europeo resulte tan disfuncional. Una vez aceptado su candidato Juncker, la batuta europea de Angela Merkel prefiere descansar y marcharse por vacaciones sin cerrar el resto de los nombramientos.
Aparte de la fisiología de motor diesel que gusta lucir la canciller, es el mismo sistema de la Unión el que pone las cosas tan lentas y laboriosas. No solo son los equilibrios entre la veintena larga de países, ideologías y perspectivas de géneros, los que ponen difícil actuar a Europa como una democracia eficaz. El problema es el espíritu de los pequeños pasos, un método que durante décadas permitía crear confianza y experimentar de modo conjunto.
Este modo de hacer se ha vuelto viejo y ahora entorpece la urgente tarea de reparar los jirones de legitimidad que el sistema europeo ha ido perdiendo en un largo camino. En vano Juncker ha intentado centrar el debate político de estos días en su programa, con ideas interesantes como un presupuesto para la eurozona o una unión de mercados de capitales. Pero la futura Comisión está siendo diseñada como un mecano mal ensamblado de piezas nacionales y no como un embrión de gobierno. Que el español juegue sus bazas a colocar a los suyos en los asientos del poder, no es incompatible con dedicar un minuto a formular una visión europeísta que aspire a dar sentido al nuevo ciclo político en Bruselas. Antes bien, ayudaría en los nombramientos.
