BREVE TELEGRAMA A PUTIN
A pesar de los errores en la gestión de la crisis de Ucrania por parte de la Casa Blanca y de las capitales europeas, a medio plazo Vladímir Putin perderá su arriesgada apuesta. La renuncia a integrar la economía rusa en el mercado mundial le llevará a pagar un alto precio político y las sanciones escalonadas desde Occidente pueden dar mejor resultado de lo que se piensa. Obama ha actuado de forma distante y “cool” ante los zarpazos rusos. Pero la decisión está tomada y por mucho que les pese a algunos políticos e inversores alemanes, ingleses o italianos, Rusia solo volverá a ser un país aceptado en los foros internacionales cuando Putin se vaya. La historia no se repite, pero rima, advertía Toynbee, y algunos de los mejores analistas sugieren volver a estudiar el famoso telegrama que el entonces encargado de negocios, George Kennan, envió desde la embajada de EE.UU. en Moscú el 22 de febrero de 1946. El mensaje más influyente de la historia de diplomacia norteamericana explicaba el expansionismo soviético como consecuencia de un sentimiento de inseguridad y miedo al mundo exterior que venia de muchos siglos atrás. Proponía la lógica de la fuerza para hacer cambiar de comportamiento al Kremlin y decía que la respuesta militar no debía ser primera opción. No se podía excluir esta vía, no obstante. En esto Obama no ha acertado, desde que en Siria no defendió las líneas rojas que él había establecido. El largo telegrama de 1946 reclamaba la creación de lazos e instituciones entre ambos lados del Altántico y puso las bases de la doctrina de contención de Truman, del Plan Marshall y del apoyo de EE.UU. a la integración europea. Hoy mientras se celebran unas cansinas elecciones de partidos al Parlamento de Estrasburgo, está ocurriendo algo decisivo: por razones políticas, el proyectado tratado de libre comercio e inversión entre Washington y Bruselas se convierte en una prioridad estratégica. Al despertar el miedo europeo, el Kremlin vuelve a causar un bien que no desea.
