GOLPE AL LEGISLATIVO
Algo ha cambiado en Washington. Con Obama, los demócratas se han atrevido con un poder clave para la función del Legislativo y han recurrido a lo que en los pasillos del Congreso se conocía como la opción nuclear. Las consecuencias políticas no han hecho más que empezar. Sobre la mesa está ya el porvenir de su reforma inmigratoria.
Pero Obama ha gritado el ¡Basta ya! al Partido republicano. En adelante, los bloqueos indefinidos de nombramientos para cargos federales podrán superarse con una mayoría simple en el Senado. De este modo, se ha asestado un golpe a lo que muchos llamaban vetocracia, una serie de tradiciones reutilizadas de modo abusivo, filibustero, que dan un poder desproporcionado a la minoría senatorial. Obama debería sentirse reforzado por este contraataque al Tea Party, en un momento de muy baja popularidad para el presidente, el cual se afana por salvar la legislación sanitaria y (mantener el frágil acuerdo con Irán.
Otro frente donde Obama lucha sin ruido ni esperanza, es el acuerdo con el Congreso sobre el presupuesto, antes de la fecha límite del 15 de enero, sin el cual sobrevendrá un nuevo cierre del gobierno federal.
La buena nueva legislativa es que, con tal de que las cuentas públicas salgan más equilibradas, los congresistas del Tea Party están dispuestos hasta a reducir gastos de defensa, un área hasta ahora intocable para los republicanos.
El presidente, formado con los mejores constitucionalistas de Harvard, ya no evita mostrar su frustración hasta en público con un sistema de separación de poderes que limita puntillosamente su capacidad de poner en marcha una agenda legislativa.
En concreto, no puede más con el movimiento del Tea Party, obcecado en destruir su figura política y su posible legado. En una entrevista reciente por televisión, Michelle y él reconocían que estaban deseando que terminase su segundo mandato, un desideratum que más le valdría no confesar cuando todavía le quedan tres largos años de inquilino en la Casa Blanca.