EL VETO A LOS HERMANOS
Algo menos de noventa días han bastado para que el más grande y organizado de los partidos egipcios haya vuelto desde el palacio presidencial a la vieja clandestinidad. La decisión judicial, esta semana, de prohibir a los Hermanos Musulmanes toda actuación y confiscar sus bienes, sujeta a apelación, se une al cierre de sus órganos de opinión, a las peticiones de responsabilidad a sus dirigentes por incitar a la violencia y a las muertes de los manifestantes partidarios del depuesto presidente, Morsi.
El pasado 3 de julio fue testigo de un golpe militar, como también de algo más, el último intento de poner en pie un un Estado inspirado en la experiencia de modernización y laicismo que vivió Turquía durante décadas, un kemalismo en toda regla.
Si tiene éxito, podría determinar el futuro de la región. El mayor error de Morsi y los suyos fue arruinar la fuente de ingresos de la frágil economía egipcia, y sin duda, su mayor pecado consistió en ignorar al nuevo Parlamento, en el que los Hermanos ostentaban clara mayoría, para consentir que la poderosa hermandad se erigiera en Estado paralelo, teledirigido por líderes en la sombra a los que el jefe del Estado consultaba a diario cualquier decisión.
El rumbo institucional adoptado defraudaba las ilusiones y hería el orgullo de los muchos egipcios. Los Hermanos regresan, una vez más en sus 85 años de vida, a las catacumbas, donde sobrevivirán a la persecución oficial. El doble riesgo que corre el país es que la represión dé alas al terrorismo islamista y que la toma del poder por el ejército haga muy difícil la evolución hacia un sistema más pluralista y representativo. Una nueva Constitución que pone énfasis en la separación entre religión y Estado será votada en los próximos meses. Casi al tiempo que se conocía la decisión de condenar de nuevo al ostracismo a los Hermanos, el mayor grupo alemán de viajes turísticos anunciaba que volvía a operar en Egipto.