EURODEMOCRACIA
No hay paciente italiano. La reacción de los votantes era de temer, porque la oferta de Mario Monti rozaba el despotismo ilustrado, nada de mancharse bajando a la calle. En estos días, es lógico tildar de comediantes a la pareja Grillo-Berlusconi, pero no hay que menospreciar su cosecha de votos y se debe distinguir entre estos dos ganadores.
El cómico televisivo ha dado una lección a la izquierda antisistema de cómo sacar votos más que pancartas. Es un indignado más y el primer sorprendido de su resultado en las urnas. Por su parte, el peor Berlusconi demuestra mucha más astucia que sus detractores internacionales.
En el fondo, ha triunfado la antipolítica en versión italiana: una fiebre electoral que reacciona a una cirugía de intervención, con el médico Monti ya alejado del paciente. Desde Bruselas, el resultado de las elecciones italianas refuerza a los que proponen dar tiempo a los gobiernos nacionales para cuadrar las cuentas. El riesgo, no obstante, es que se instale una laxitud que reste credibilidad a la moneda única, todavía en pleno rediseño, a la espera de las elecciones alemanas de septiembre.
Pero la victoria del dúo Berlusconi-Grillo no deja otra salida a las instituciones comunitarias que mantener la cultura de austeridad con otro ritmo. A la vez, y pese al auge del populismo en Italia, la otra exigencia para encauzar la economía de la eurozona son más programas reformistas desde las capitales nacionales, que traten de recuperar la competitividad tanto de los países acreedores como de los endeudados, lo que supone ir en contra de buena parte de las opiniones públicas y abonar el terreno a la antipolítica.
En su haber, la Unión Europea cuenta con un Banco Central que se ha dotado de instrumentos para apoyar el euro en las turbulencias y una Comisión con capacidad de corregir los presupuestos de los gobiernos, en un federalismo económico más centralista de lo imaginado. ¿Será suficiente?