NUEVOS AIRES EN WASHINGTON
La reelección de Obama está teniendo un mes más tarde consecuencias de gran alcance en esta ciudad, donde empiezan a cambiar algunas cosas: la manera de plantear campañas electorales, la identidad del partido republicano y la percepción del mundo empresarial sobre la política. El presidente ha conseguido la victoria gracias a la capacidad de su partido de acumular datos sobre votantes y al haberse fiado más de las encuestas independientes que de las de partido. Esta vez, casi todos los sondeos han sido bastante imprecisos, en especial los elaborados por los republicanos, que han fallado por seis puntos de media. El mejor analista electoral del país, Nate Silver, critica que los partidos filtran encuestas favorables como parte de su mensaje de campaña y se engañan a sí mismos, en vez de fotografiar la realidad.
Tras la derrota, algo empieza a mutar en el bando republicano. Romney acude a almorzar con Obama y, aunque el speaker John Boehner se niega a ser fotografiado con el presidente, está haciendo todo lo posible por llegar a un acuerdo fiscal para evitar la crisis anunciada de principios de año. Cree que ha llegado la hora de hacer política y de arrinconar a los partidarios del Tea Party, indigestados por tantos principios que no pueden llegar a ningún pacto. Boehner maniobra para que los representantes del ala derecha no estén en los comités más señalados de la Cámara. El ex presidente Bush hijo critica la vision republicana poco sensible a la inmigración y los dos jóvenes aspirantes al trono republicano en 2016, Paul Ryan y Marco Rubio, se distancian de los mensajes más radicales de Romney. El mundo empresarial, por otro lado, apuesta por un entendimiento entre la Casa Blanca y el legislativo que genere estabilidad y confianza, y culparía más a los republicanos que al presidente Obama si no se consiguen los acuerdos fiscales necesarios.