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Contra la indignidad; por Enrique López, Magistrado

19/11/2012
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El día 19 de noviembre de 2012, se ha publicado en el diario La Razón, un artículo de Enrique López, en el cual el autor afirma que el final de una actividad criminal como la de ETA sólo puede conllevar la exigencia de responsabilidades criminales hasta sus últimas consecuencias.

CONTRA LA INDIGNIDAD

El cese definitivo de la actividad terrorista de ETA ha traído muchas consecuencias, alguna de las cuales llama poderosamente la atención. Vaya por delante que mientras unos individuos están organizados y poseen armas, siguen delinquiendo, y esto no se puede olvidar. Pero al margen de ello, hoy en día, algunos están intentando introducir en el debate público, la necesidad de iniciar un proceso de reconciliación en la sociedad vasca. Para ello, se empieza por reconocer de forma abierta y generalizada a las víctimas, y la necesidad de hacer justicia, y en la medida de lo posible, la reparación del daño causado. Hasta ahí nada que objetar, es lo mínimo que se puede hacer. Pero en este punto, surgen personajes que quieren adulterar esta fase, generando otra parte en esta reconciliación que también ha sido afectada, para así crear una serie de agravios que contraponer ante el dolor de las víctimas. Aquí se introduce lo que denominan las torturas ejercidas por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, queriendo situar estos episódicos hechos en igualdad de condiciones con los casi mil asesinatos de ETA, y los mutilados, los extorsionados, secuestrados, etc.; se suma en esta lista de agravios, ciertos procesos judiciales que han finalizado en absoluciones, como el llevado a cabo en relación con el periódico Egunkaria; se traen a colación los procesos de ilegalización de partidos políticos, y por último la propia existencia de la Audiencia Nacional; en fin, algo que si no fuera por el dolor causado, parecería un chiste. Se pretende crear un inexistente enfrentamiento en el seno de la sociedad vasca, como si la violencia de ETA fuera similar al apartheid de Suráfrica con un claro enfrentamiento racial, o al de Irlanda del Norte, con claro enfrentamiento religioso. En el País Vasco nunca ha habido un enfrentamiento social, a lo que hemos asistido es a la presencia de una banda criminal que ha pretendido subvertir el orden constitucional, e imponer por la fuerza su propio ideario político; todo lo demás ofende el mas mínimo sentido de la decencia. ¿Cómo se pueden comparar excesos en forma de torturas puntuales de los cuerpos policiales con los cientos de muertos y miles de víctimas de ETA?; ¿Cómo se puede introducir en la pretendida balanza de agravios la ilegalización de partidos políticos, que no eran hasta hace un cuarto de hora más que un mero instrumento en manos de ETA?; ¿cómo se puede pretender condicionar la organización judicial española a la voluntad criminal de ETA? El lenguaje no es neutral y por ello conviene huir de conceptos impuestos por estos falsos redentores, identifican lo que denominan conflicto vasco, y los insertan en un proceso de normalización. Conflicto y normalización son la cara de la misma moneda, una moneda falsa con la que no se puede comprar nada, y menos sostener un falso proceso de reconciliación, como si el País Vasco fuera Suráfrica o Irlanda del Norte. En primer lugar no estamos ante un conflicto en el seno de la sociedad vasca, estamos ante una insoportable actividad criminal, que por cierto hemos padecido en toda España y no sólo en el País Vasco; en segundo lugar, estamos ante una actividad criminal intensa que ha pretendido una selección de la población en el País Vasco, tratando de expulsar a una parte de la sociedad, para lo cual se han cometido asesinatos selectivos, se ha extorsionado a la población, y se ha pretendido adulterar la propia democracia. Esto conviene tenerlo siempre presente, sobre todo para que no se repita, y fundamentalmente, para no agraviar más a las víctimas, convirtiendo su dolor en inútil, o en algo que hay que ir olvidando lo antes posible. El final de una actividad criminal como la de ETA sólo puede conllevar la exigencia de responsabilidades criminales hasta sus últimas consecuencias, y poder pedir con humildad y asunción de culpabilidad, generosidad. Pretender enmascarar esta actividad criminal bajo un falso conflicto, es sencillamente faltar a la verdad, y sobre todo ofender a todos los que han sufrido dolor, y esto es algo contra lo que la sociedad se debe armar con un discurso fuerte en convicciones, y sobre todo en plasmación verbal, para así, combatir el discurso que por contrario se pretende crear. Si esto no es así, poco a poco, y por desistimiento, este último discurso irá ganando adeptos, y al final, podrá parecer que efectivamente se ha superado un conflicto, y que la violencia de ETA, no fue más que pura anécdota en el seno del conflicto. Los valores y convicciones son muy importantes en una sociedad democrática que puede tender al relativismo y al practicismo, porque al final podemos estar justificando que todo cruel que infringe dolor mediante la comisión de crímenes, con el simple hecho de cesar su actividad, ha reparado su mal. Esto resulta indigno e injusto, y ofende a las víctimas.

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